Hoy en día, claramente observamos que la educación es uno de los ámbitos sociales que más se encuentra en tela de juicio debido, principalmente, a sus falencias en materia de calidad. De igual forma, el rol del docente está siendo juzgado, pues se nos responsabiliza en gran parte de que hoy la educación no marche como debiese y quizás, haya algo de razón al respecto. Por consiguiente, es imperioso, como docentes, autoevaluar nuestra labor y cuestionar nuestros objetivos y metodología. ¿Para qué educamos hoy y para qué debiésemos educar?, ¿qué y cómo debiésemos enseñar? Tales preguntas podrían resultar un tanto complejas de contestar, sin embargo, es necesario reflexionar sobre estos puntos si deseamos avanzar en nuestra labor pedagógica y hacer progresar la educación chilena. El objetivo del presente ensayo es realizar un breve análisis de este tema que nos convoca a todos como sociedad.

Para responder a la primera pregunta, ¿para qué educamos hoy y para qué debiésemos educar?, quisiera basarme en lo postulado por Paulo Freire. Según Freire, uno de los referentes más influyentes en el ámbito educacional, la educación de hoy pretende adaptar al hombre para la sociedad e inhibe su capacidad intrínseca para transformar la realidad existente. Para éste, la educación es comparable a un sistema bancario, en el cual aquellas personas que creen que “saben” (educadores) depositan conocimientos a quienes ellos perciben como “ignorantes” (educandos). Este sistema educacional generaría una pasividad insana en el hombre que es educado, que lo conduciría a ajustarse a las condiciones de la sociedad que conocemos en vez de entregarle una visión crítica que propicie y estimule la transformación de ésta.

Actualmente, los postulados de Freire han cobrado bastante legitimidad para aquellos que evidencian una falencia en los objetivos de la educación y a su vez, han reforzado el movimiento educacional. Pues es evidente, la educación está en crisis, no tan solo por la inequidad que existe en ella, sino también, porque se ha perdido el objetivo de entregarle al hombre su libertad de actuar y de desarrollar en él el pensamiento reflexivo y crítico.

Por esto, es necesario que reflexionemos sobre un nuevo objetivo, uno que apunte a transformar al hombre y no a someterlo, al ser éste pieza clave hacia el cambio y transformación de toda la sociedad. Para esto, la verdadera educación debe alentar al individuo a buscar su libertad y a crear su realidad. Asimismo, la educación debiese hacer al hombre consciente de sus capacidades, de sus actos, palabras, pensamientos y de su capacidad de convivir con los demás en armonía y respeto mutuo. Solo el individuo consciente de sí mismo y de su lugar en la sociedad puede transformarse. Por lo tanto, todo aquel que eduque debe comprender las nuevas necesidades de la sociedad y debe saber guiar en el camino correcto a quienes conformarán las generaciones futuras.

En cuanto a qué enseñar, según la UNESCO, la enseñanza debe estar constituida en torno a los cuatro pilares fundamentales de la educación, postulados por Jacques Delors: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser, y aprender a vivir juntos. No obstante, actualmente la enseñanza se limita a la transmisión de contenidos, y no propicia el desarrollo de todas las capacidades del individuo. Tal es lo que referentes como Freire y Dewey critican sobre este sistema educativo, la superficialidad de la enseñanza, de sus objetivos y contenidos. La educación, por sobre todo, debe hoy apuntar al crecimiento integral del ser humano y dirigir la enseñanza tanto en lo moral, social, físico e intelectual. En otras palabras, la educación debe preparar en todos los aspectos al hombre para la vida.

Sin embargo, para lograr un cambio positivo en la educación, también es necesario repensar nuestro modo de enseñar, ya que podemos cambiar o reorientar nuestro objetivo en la educación y aplicar contenidos más idóneos y necesarios, pero no servirá de mucho si en conjunto no cambiamos el cómo. Ya he señalado que una de las grandes críticas que se le realizan al actual modelo de enseñanza es la forma como son considerados los estudiantes, es decir, como receptores pasivos de la enseñanza y sin duda, es uno de los primeros aspectos que debiésemos cambiar.

Dentro de las propuestas más innovadoras, en cuanto a metodologías de la enseñanza, está la escuela experimental creada por Dewey, cuyo concepto era “aprender haciendo”. Ésta se basa principalmente en un paradigma constructivista, en el cual el alumno cumple un rol activo y preponderante. Para Dewey, era importante que los estudiantes aprendieran construyendo y a través de eso, conocieran la razón por la cual se debe aprender una materia determinada, aspecto relevante, ya que cuando el alumno es consciente de la utilidad de un conocimiento, esto genera una mayor motivación y disposición a aprender. Así, podemos destacar la importancia de que los estudiantes participen en el proceso de educación, construyendo su propio aprendizaje, y de que exista una verdadera comunicación entre profesor-alumno. Según Freire y su “educación liberadora”, la enseñanza no debe ser el acto de narrar o depositar conocimientos, sino ser un acto en donde exista el diálogo y se estimule el pensamiento reflexivo.

En conclusión, es esencial que personalmente reflexionemos todos estos aspectos para poder dirigir la educación en forma eficaz. Primero que todo, debemos saber guiar nuestra enseñanza hacia un objetivo claro y coherente a las necesidades de la sociedad actual, conocer las falencias que ésta posee e impulsar una transformación favorable. Para esto, es imprescindible conocer qué elementos necesitamos enseñar para lograr este cambio en la comunidad como también, el mejor modo para hacerlo y así, ser capaces de influir positivamente en las futuras generaciones. Solamente teniendo todos estos puntos claros, podremos realmente lograr un progreso en uno de los ámbitos más esenciales en el desarrollo del individuo y de la sociedad. Pues, sin una apropiada educación, tanto el individuo como la sociedad están incompletos. El hombre como ser inconcluso y consciente de su inconclusión y su permanente movimiento tras la búsqueda del Ser Más” (Paulo Freire).

Referencias Bibliográficas

1) Ocampo, J. (2008). “Paulo Freire y la Pedagogía del Oprimido”. Revista historia de la educación latinoamericana, 57-72.

2) Westbrook, R. (1993). “John Dewey”. Revis.

Escritor: Marcela Hernández Vera