¡Este juego va a empezar!

Cómo imaginar que el simple y mágico momento en el que se le sonríe a un bebé en respuesta a su mirada, en un simple ajó, o tan solo en ese contacto que es mucho más que un encuentro de ojos, se está iniciando o continuando un juego.

Seguramente el con quién o dónde cambiará cualitativamente la riqueza de ese aporte. Es así como se imprime un plus a esa subjetividad incipiente.

Así, comenzarán a fundarse las primeras bases de algo que en fortuna no acabará fácilmente. Porque jugar es mucho más que realizar una acción con alegría o con el fin de entretenerse o divertirse. ¿De qué se trata este recorrido?
Todo ser, a pesar de cualquier dificultad puede jugar, o al menos participa de la intención de Otro que lo inicia en el juego. Después se planteará la discusión sobre si juega, repite, imita, crea o son simplemente actos precarios de un aparato psíquico también precario.

En las familias, con el anuncio de la llegada de un bebé, también se gesta un espacio en el que el juego plantará su bandera de llegada para comenzar la travesía. Sólo pensemos en la elección de juguetes para regalarle o la decoración del cuarto. Aunque es cierto que tanta riqueza no puede quedar atrapada en la simpleza de un objeto, ni que el juguete haga al juego.
Durante esos nueve meses de espera, comienza a tejerse un entramado de simbolizaciones y significados que no hacen otra cosa que fundar el espacio DEL JUGAR.
Con la llegada del niño, se despliegan un sin número se vivencias y situaciones de la mano de la cotidianidad, donde el juego se transforma en protagonista. Cuando lo acercamos a un espejo y responde con júbilo al ver su imagen , o cuando arroja objetos al suelo para escuchar una y otra vez un sonido que lleva su autoría, o al terminar de mamar y el niño prendido al pezón, la mamá dice “lo usa para jugar, o está jugando”. Sin lugar a dudas, en todas estas situaciones se está hablando de juego.

Aquellas acciones o situaciones más elementales y básicas también llevan su tinte, por eso comemos con el avioncito y nos bañamos con los patitos en la bañadera a la voz de “ al agua pato”.
Y esos primeros juegos, que la memoria hará creer que fueron pasajeros, restándole importancia, le dejarán al sujeto huellas imborrables que por prístinas no dejan de ser profundas. Estas vivencias remitirán a inseguridades o gran seguridad, a tener autoconfianza o la falta de confianza en nosotros mismos. Por otro lado estructuran y organizan, habilitan y posibilitan, creando la materia prima vital para el desarrollo del lenguaje, la comunicación y el aprendizaje.

Más tarde, los juegos que llegan de la mano de hermanos mayores, primos y vínculos extra familiares, llegan para borrar la casi certeza, hasta el momento instalada, de que todo es nuestro y disponemos de eso, tomando lo que queremos cuando queremos. Es cuando los pequeños empiezan a hablar de compartir y cuando las seños del jardín se encargan de que memoricen y repitan “el que tiene y no convida tiene un sapo en la barriga” o “al que le toca toca porque la suerte es loca”.

Lo cierto es que todos los aprendizajes posteriores encontrarán terreno fértil en esa tierra impregnada de juego. La picardía de trampear creando otras posibilidades e inventando estrategias para no perder, la nobleza de intentar una y otra vez apilar cubos sin distinción de los tamaños tratando de evitar la inevitable caída, la sorpresa de encontrar cuando se desliza la sábana el rostro o juguete perdido, con el clásico “acá está”, formarán parte de la reserva estratégica que se pondrá en funcionamiento cada vez que se presente un nuevo objeto de conocimiento, una nueva situación de aprendizaje. Siempre se volverá a esas primeras huellas, esos primeros estados, esas primeras vivencias. Comprenderemos sin cuestionarnos tanto que derramarnos la sopa, sacarnos las zapatillas, jugar con el jabón, tocar y romper, jugar en el barro, caerse, levantarse y volver a correr, forman parte de una siembra que en otro tiempo será una cosecha exitosa.
Pues el juego proporciona placer, transforma y nos transforma, inventa trayectos, nos hace arriesgar, imprime pasión en cada nuevo desafío.

Lic. Natalia Capetina