Las nuevas tecnologías y los cambios en la industria del cine

Con la digitalización del cine y la inclusión de dispositivos de reproducción digital en nuestras vidas, las mejores salas pasan a estar en nuestras casas, en la oficina, el colectivo, o la sala de espera del dentista. El cine comenzó a digitalizarse a fines de los ´80, la postproducción fue el primer proceso afectado, luego el montaje, la reproducción y el consumo, hasta llegar a la digitalización de la tv por cable y satélite que cambió completamente la forma de consumir el séptimo arte.

A bajos costos, el cine digital se vuelve accesible a más realizadores y permite su distribución infinita sin perder calidad en las copias. Los más idealistas vaticinaron el fin de las majors (las grandes industrias cinematográficas) y el comienzo de las pequeñas historias que surgían desde las periferias, eran la promesa de justicia poética.

La distribución de cintas fue historicamente lo que permitió a las grandes industrias mundiales de cine conservar el control del mercado, pero con la circulación por internet de los archivos de video, este control se vuelve imposible. Las nuevas formas de distribución y consumo del cine, desestabilizan su economía. Algunos expertos, como Enrique Bustamante, hablan de un cambio de trayectoria en el modelo industrial, que pasa de ser una industria creativa que produce mediante una lógica de portfolio una cantidad de películas por año sabiendo que solo un porcentaje triunfará manteniendo así su competitividad, a ser una industria radical donde las acciones recurrentes que permiten atraer proveedores y consumidores, se ven trastocadas y las estrategias que antes se usaban, ya no sirven y deben renovarse. En el caso del cine, las barreras de entrada se caen, ya no importa quién tiene acceso a la distribución de la cinta. Las películas circulan por la web, los espectadores las cargan y las descargan o las ven online.

Así surgen, a principios de siglo XXI, asociaciones entre empresas de telecomunicaciones, informáticas y de televisión que venden películas, buscando mantener controlado un bien de naturaleza no rival (es decir no controlable, ya que la misma película pueden verla cientos de espectadores). Pero con el correr del siglo, el control de la distribución se vuelve imposible, la lógica de explotación por ventanas (que regula el tiempo de explotación del producto en cines, alquiler, pago por visión en tv y por último en el cable) que genera las ganancias necesarias, ya no es una opción viable ya que un solo canal, internet, descontrola a todos los demás en menos de un día.

Ante este proceso, las majors encuentran que sus filmes de gran presupuesto resisten porque vienen acompañados del merchandising original (un bien de naturaleza rival). Otras estrategias de control, son aquellas que permiten la compra del producto sin moverse de su casa, o se crea una forma de consumo cerrado ligado a un hardware específico, que regulando la oferta. Otra opción es la venta o el alquiler de DVDs originales, que se refuerza con la oferta de extras y créditos para volverlos más atractivos.

En la era de la digitalización, las películas, los libros, la música, se tornan fácilmente manipulables, reproducibles, y de fácil y económica circulación por las redes. Seguir el camino que las infinitas copias recorren, es muy difícil, regular su distribución es imposible. Una vez que una copia se sube a internet, comienza una diseminación descontrolada. Por el mismo abono de banda ancha, los espectadores ven esta y muchas otras películas. La distribución de los productos del sector editorial (como el cine), circula por dos modelos de plataformas principalmente. Por un lado existe el modelo del peer to peer o P2P que es una red entre pares, en la que dos o más servidores pueden subir y descargar información en cualquier formato. La otra modalidad se conoce como streaming, que permite también la circulación de archivos por internet, pero no es posible almacenarlos, si no que se los reproducen mientras se descargan. Estas tecnologías, sumadas a nuevos dispositivos de hardware, inauguran modelos de negocios, como las productoras de nuevos soportes y las empresas asociadas.

Es por eso que, el cine, por ser una industria editorial, producía históricamente prototipos creativos individualizados, que se reproducían sobre soportes materiales, en copias que se adquirían privativamente y eran financiados por el pago del consumidor según un mercado masivo pero segmentado. Actualmente este paradigma cae: miles de usuarios pueden ver a la vez la obra sin perder calidad, ya que el cine y como todos los bienes de las industrias editoriales dejan afuera cualquier tipo de aura original. La digitalización plantea un debate entre el servicio gratuito o pago, entre la rentabilidad y el derecho al acceso a la cultura. Así todo el tiempo se dan operaciones y batallas complejas que esconden diversas formas de comercialización y competencias entre agentes culturales y nuevos actores empresariales, confundiendo espacios mercantiles y culturales, con el fin de seguir siendo competitivos.

Escritor: Rosario Lucesole