Academia, universidad o centro de negocios, oferta o pensum, logro o título y el infaltable Estado.

Este es el comparativo entre lo que fue y es actualmente un centro de conocimiento avanzado, la cual es la herramienta primordial para encontrarnos a nosotros mismos y al conocimiento.

La producción de conocimiento avanzado y el poder intelectual llevaba a la obtención de profesionales exclusivos anteriormente, donde no solo era el obtener la posibilidad de acceso, sino la fortuna o privilegio de un aprendizaje en una institución elite.

El cambio en la formación en el alma mater, ha sido totalmente notable, si lo miramos desde los aportes para su sostenibilidad, el cual hace una gran diferencia, puesto que, en la antigüedad los grandes burgueses, obispos, papas participaban en la construcción del conocimiento para la sociedad y en la modernidad el Estado convierte a las universidades en un centro para la obtención, administración y ejecución en un aula de clase, debido a que los objetivos políticos convierten a las universidades como parte de un contenido de políticas, donde ya no hay una competencia de conocimientos sino una buena relación para la supuesta ejecución del conocimiento.

Muchos estudiantes dejan sus ideales a un lado y trabajan en los ideales o necesidades de un empleo y de allí parte la escogencia de su desarrollo profesional, teniendo como objetivo un título, un cartón, una acreditación vacía, puesto que, todos no manejamos la misma libertad y oportunidades para obtener, desarrollar y mostrar a la sociedad un conocimiento que pueda llenarnos el alma, solo porque la misma sociedad donde va incluido también el Estado, nos lleva a pocos ofertas laborales o herramientas para hacer de ese conocimiento un aporte para el crecimiento de esa misma sociedad.
La oferta que hacen las universidades de nuestro tiempos, así tengan la calificación “sin ánimo de lucro”, evidentemente es un lucrativo negocio, donde la universidad es un empleador, el estudiante se convierte en el cliente y el docente en un trabajador que presta el servicio a ese cliente. El docente deja de ser esa persona que lo toca su conocimiento, lo sensibiliza, lo apasiona, que lo trasmite sin solo pensar en que lo hace por recibir una remuneración económica. En su gran mayoría los docentes universitarios no los apasiona transmitir, enseñar, aprender de sus alumnos cada día, tener nuevas experiencias, para así crecer como persona y como docente, y el alumno ya no es ese afortunado que tiene acceso a esta gran academia, que lo aprovecha, explota, ama y aporta para su crecimiento, en su mayoría solo es alguien que paga para ir a sentarse a escuchar hablar a alguien por varias horas y semestres, elabora trabajos y exámenes por calificaciones para poder llegar a ese fin último que es un título universitario para llenar la hoja de vida, darle gusto a los padres o simplemente a una sociedad.

Debido a todo esto, es importante resaltar estas líneas. “la universidad pierde el monopolio sobre la producción del conocimiento avanzado y pierde el control sobre la forma legítima de producirlo”. Desde los derechos humanos (1948), desde nuestra carta magna, se resalta el derecho a la educación, se plasma, se escribe en un papel el cual señala que debe de ser respetado y cumplido por cada ciudadano y donde el Estado restringe la autonomía universitaria, pues en cada ley, decreto, norma como se quiera llamar, se dice que se debe respetar y hacer valer esta autonomía pero en la realidad y en el día a día, es muy diferente puesto que, la autonomía de la universidad como claustro, de los docentes – como personas letradas con amplios conocimientos en su materia-, los estudiantes -que buscan ser expertos en un tema de su escogencia- y la parte administrativa, donde ya solo no se parte de estatutos sino también de la creación de leyes que el Estado piden que se cumplan para el funcionamiento de las universidades; un buen ejemplo son las universidades públicas y las universidades privadas donde siempre se encuentran diferencias, donde solo encuentran para competir como prestadoras de un servicio, ya que hasta el cuerpo de docentes cambia en su formación cuando se está en una y se pasa a otra universidad, de igual forma sucede cuando se está en una universidad privada por así decirlo pequeña y otra de renombre, donde se supone que entre todas debe de existir una continuación del conocimiento, pues entre la oferta se dice que se tiene una misma base de conocimiento, todas deben de ofrecer docentes calificados, buenas instalaciones, herramientas para el desarrollo del conocimiento obtenido debido a que, si es calificada como universidad acreditada es porque el mismo Estado se encargó de ello para garantizar lo que está escrito ese acceso a la educación, a la buena educación, a la educación con calidad certificada, pero no es así, solo es una oferta entre una y otra, una competencia, una política, una buena relación, una simpatía, un campo de fuerzas que lleva como resultado dejarle a la sociedad la escogencia de ese buen profesional, muchas veces dependiendo de esa universidad de donde es egresado, solo un renombre, una moda, un estatus.

Es una realidad que un gran número de personas -sea porque tienen los medios económicos o porque son becados – manejan como prioridad irse del país a complementar sus conocimientos (especialización, maestría, doctorado) en una mejor universidad, con unos mejores docentes donde se practique el conocimiento y las decisiones justas, razonables, equitativas y participativas y no con la ambición de un gran salario solo un adecuado crecimiento intelectual por así decirlo o a la ambición de llegar hacer un experto, un indagador, un gran investigador de esa materia. Suele suceder que al retornar de nuevo a este país no sea valorado monetariamente pero si se obtenga una gran satisfacción del encuentro de ese ideal que se anhela que suceda en algún momento en esta sociedad, en este Estado, en un gobierno futuro para nuestros hijos debido a que, la adecuada construcción de la educación, del conocimiento, del aprendizaje, de nuevas academias o universidades no serán tardías pues no se ha escrito o impuesto aún la edad hasta la cual podamos ser alumnos de un claustro universitario y por lo tanto obtenedores de un título.

Escritor: ANDREA ESCUDERO ALVAREZ