EL SEÑOR LÁPIZ

EL SEÑOR LÁPIZ

Por: Paola A. Herrera M.

Estando el Señor Lápiz mirando por la ventana de aquel viejo salón de clases, comenzó a preguntarse – ¿Cómo hacen los niños para escribir, dibujar y muchas otras cosas realizar, si apenas saben hablar?- En ese momento, llegó un pequeñín, sacó al Señor Lápiz, del viejo lapicero y comenzó a dibujar, el Señor Lápiz intrigado de cómo los niños aprenden a escribir, empezó a detallar cada movimiento que el niño empezó a realizar; lo que sorprendió al Señor Lápiz fue que este pequeñín dibujaba garabatos, círculos – palos – rayitas, muchas veces unas entrecruzaban a otras, con todo esto el Señor Lápiz entendió que éstos garabatos no eran simples dibujos, eran mucho más, gestos y expresiones que este pequeñín utilizo para entender en el mundo que vivía.

Aquel niñito, ya cansado de dibujar, dejo al Señor Lápiz, en su viejo lapicero y se retiró del lugar, lleno de gran curiosidad, el Señor Lápiz decidió ir en búsqueda de una respuesta, al cómo los niños aprenden a escribir; así que optó por que cada niño que lo utilizara, fuera para escribir, rayar o hasta garabatear, él muy atento iría a estar y de esta manera tal vez su respuesta hallar, fue así, que otro pequeñito, lo volvió a utilizar y comenzó a dibujar y dibujar, pero ¡oh sorpresa!, ya no eran garabatos, lo que aquel niñito dibujaba tenía relación con lo que hablaba –bueno casi– el niño dibujaba un árbol, una casa y el Señor Lápiz muy atento escuchaba lo que aquel niñito hablaba

-¡Atí et mi cata y éte et el álbol que eta cequita!– decía el pequeño; en aquel momento el Señor Lápiz comprendió que éste niñito dibuja lo que estaba en su mente, era un lugar que él conocía, fue así que el Señor Lápiz comenzaba a entender cómo es que los niños pueden escribir. Después de mucho dibujar el pequeño dejó al Señor Lápiz en su lugar y su fue a jugar.

El Señor Lápiz se puso a pensar –esperare que otro pequeño me saque de este lugar y me empiece a utilizar y de esta manera una respuesta dar– transcurrió mucho tiempo, hasta que llegó una niña ya un poco más grandecita, lo supuso el Señor Lápiz al escucharla hablar, ya que no lo hacía tan mal; aquella niña cogió al Señor Lápiz en su mano derecha y comenzó a rayar y rayar sobre un papel que con líneas esta, el Señor Lápiz observaba con curiosidad aquellos dibujos extraños, pero ¡qué extraño!, no eran dibujos eran letras – palabras; ahora esos dibujos se convirtieron en un hermoso escrito que esta niña creaba.

Con todo esto, el Señor Lápiz, fue teniendo clara una respuesta a su pregunta inicial y se dijo: – Primero el niño realiza garabatos de todo aquello que lo rodea, después realiza ciertos dibujos que tiene en su mente utilizando su memoria y todo aquello que ha experimentado, finalmente todos estos dibujos se transforman como cual gusano de seda en una bella mariposa, en hermosas palabras, ahora el niño empieza a dibujar, dibujar palabras– El Señor Lápiz se quedó pensando por un largo rato más, hasta que la niña lo guardo en su lugar, aquel viejo lapicero que en la mesa esta.

Que interesante, el Señor Lápiz intentó averiguar el proceso de cómo escriben los niños y aunque todavía le falta muchas cosas más por aprender, espera que su corta vida, le permita descubrir mucho más acerca de la escritura y este maravilloso proceso, antes de terminar en un oscuro y frió hueco de un lugar llamado basurero.

Tal vez este cuento pone a pensar a más de uno acerca de la escritura y muchas veces interrogarnos qué es, cómo se adquiere y qué papel juega la escuela en este proceso, que muchas veces es criticado, otras alabado y muchas veces dejado en manos de «especialistas» llamados profesores de lengua castellana, pero si se mira desde otra óptica es una labor de todo aquel que enseña y con orgullo decir: esta es mi labor, SOY DOCENTE.