La cuestión fundamental de la verdad de Platon

En todo el Corpus platónico no hay ni un solo diálogo dedicado completamente y explícitamente al tema y a la problemática de la verdad; tampoco en ningún lugar de los diálogos platónicos no se formula explícitamente la pregunta.

Esta carencia de una pregunta explícita sobre la verdad en Platón podría parecernos incluso una evasión grave, sobre todo porque aquel que se evade de abordar explícitamente la pregunta sobre qué es la verdad es precisamente Platón, para quien la determinación de la esencia de cada realidad (que la palabra nos permite decir y de entender) es una característica del todo fundamental en el platonismo y algo que ha de trabajar el ser humano si quiere convertirse en un ser moldeado por la cultura (Y, más que ningún otro, el que ha emprendido el camino de la filosofía).

El Corpus platónico no es expresión ni de la biografía de Platón ni de la actividad de la Academia. El Corpus platónico es la recopilación de textos que, a modo de ejercicios escolares (Académicos), ya sea para los estudiantes miembros de la Academia, ya sea para los jóvenes que pretendieran ingresar o para quien simplemente desde desde fuera, quisieran leerlos, Platón ponía a su alcance para que se ejercitaran en una vida mejor.

El Corpus platónico y la verdad. Contenido filosófico y marco escénico

Se consideren como se consideren, el hecho es que, en general, podemos afirmar, sin lugar a dudas, que todos y cada uno de los textos que constituyen el Corpus platónico están tejidos en la verdad, en el que se entraman las diversas problemáticas filosóficas (o, mejor, político-filosóficas), que, a su vez, se entretejen en un marco escénico elaboradísimo, intencionadamente pensado para cada diálogo platónico. Los diálogos platónicos ni son un sistema filosófico ni pretenden decirlo todo; pretenden formar, es decir, convertir a los lectores a la filosofía (como disciplina curativa y transformación del alma y, por derivación, de la polis). Sin embargo, la destreza literaria de Platón, que pretende alcanzar este «ver claro » (es decir, poder mirar el Sol fijamente, tal como nos dice en el mito de la cueva: Resp. VII 515e1-517a7), quiere formar a través de aquellos textos –su Corpus- que velan para que su contenido (fondo) y su marco escénico (Forma) se encuentren en perfecta armonía.

Precisamente debido a esta armonía entre contenido y marco escénico, no podemos considerar que en el Corpus platónico sólo es importante el contenido, y el marco escénico es tan sólo un embellecimiento del contenido. El marco escénico, que ciertamente es una exquisitez literaria de Platón, no orienta sólo al lector en el sentido del texto y en la solución del problema que se plantea sino que, muy a menudo, será este marco escénico lo resolverá el sentido del texto, es decir, será la escenografía la que resolverá las pretendidas y frecuentes aporías que las diversas temáticas (y problemáticas) político-filosóficas no han sido capaces de resolver.  Platón ha querido mostrarnos que la argumentación dialéctica no e s posible desentrelazarlo una realidad que por sí misma es aporética (como, por ejemplo, la amistad, el coraje, la belleza, el amor, la poesía, la palabra, etc.).

Sin embargo, Platón eleva la dialéctica a una altura hasta entonces inimaginable, la juega de una manera suprema, nos muestra, a través de sus textos, un dominio excelso. Sólo cuando la dialéctica se ha desplegado hasta al límite de sus potencialidades, es cuando podemos llegar a ver la insuficiencia: la insuficiencia de la dialéctica platónica es siempre una insuficiencia a priori, si bien hay que ponerla hasta sus límites para poder afirmar, a posteriori, su insuficiencia (respecto sólo de lo que es insuficiente, sin atribuirle insuficiencias a priori que son sólo fruto de la falta de ejercicio dialéctico, a veces apoyado en una especie de falta de voluntad o vencimiento de la voluntad por desinterés o pereza intelectuales). No podemos olvidar que Platón en su narrativa dialogal también se sirve del lenguaje de los mitos. No sólo se sirve de mitos ya conocidos sino que incluso transforma los conocidos para mostrarnos la novedad de lo que él quiere decirnos; y aún más: hasta llega a crear mitos a través de su escritura.

Los mitos platónicos son el lenguaje no de la demostración sino de la persuasión, del acceso al camino de la verdad por medio de un lenguaje que dispone de nuestra sensibilidad a la recepción de la verdad. Sin embargo, ni el lenguaje dialéctico de la argumentación ni el lenguaje poético del mito no pueden acceder de lleno en el corazón mismo de la verdad sino encaminarse con buenas razones racionales y con figuras persuasivas bastante razonables. Con el lenguaje no se puede acceder a la verdad sino que con el lenguaje se pueden mostrar los límites del acceso al corazón de la verdad, que son los límites del mismo lenguaje, de estos lenguajes (el del logos y el del mito).

Y si nos referimos a la verdad en relación al Corpus platónico, hay que tener bien presente que en Platón la verdad se muestra en el interior de este Corpus, y precisamente en la articulación entre la escena (forma) y la argumentación (fondo). Y eso Platón lo logra señalando al lector la verdadera realidad de lo que se trata (de x; siendo x el tema o la problemática que sea) para que el lector pueda no sólo intermitir x sino adoptar como forma de vida y hacerse aquella realidad verdadera a través de los juegos sugerentes que entrelazan la escena y la narración filosófica.

El núcleo de la filosofía de Platón es, sin duda, la reencarnación, que tiene profundos efectos en su diseño educativo, aunque muchos intérpretes de su obra prefieren seguir un aspecto más materialista y distante de cualquier connotación espiritual. Los dos aspectos pedagógicos más significativos de su obra sólo pueden realmente ser entendidos a la luz de la fe en las distintas poblaciones. Platón cree que la educación debe ser dirigida a la adquisición de la ciencia del bien y de la verdad, y también para aprender es recordar.

Esto sólo es posible, según el pensador, porque la esfera más alta de los cielos se establece las Verdades Eternas en un retiro metafísico conocida como Hyperouranos. Aquí puede encontrar las ideas y las formas puras, eternas, inmutables y perfectas.

El alma humana, cuando se separa del cuerpo, después de la muerte, tiene la oportunidad de echar un vistazo a este universo, el centro de las poblaciones de que se puede entender; el mundo material, creado por el artífice divino, por lo tanto, sólo es una reproducción imperfecta y transitoria de este modelo ideal. Una vez contemplado el verdadero conocimiento, el hombre guarda en lo más profundo de su corazón el recuerdo de esta visión, aunque se olvide conscientemente todo el renacer.

Después del contacto inicial con la fuente del conocimiento, el ser humano la búsqueda inconscientemente lo largo de su trayectoria existencial, manteniendo así una fuerte inclinación a alcanzar este nivel de excelencia. Cuando se enfrenta en el mundo de las sensaciones físicas, con objetos que despiertan su vago recuerdo de la Eterna Verdades, el hombre se está recuperando poco a poco lo que el conocimiento en realidad nunca fue robado.

Por lo tanto, el conocimiento científico, basado en la verdad en su cara interna sólo es posible cuando el ser se recupera en sus recuerdos, el verdadero conocimiento, solamente aprehendido cuando el alma se libera del cuerpo; por esta razón, Platón sostiene que conocer es recordar, y que el hombre, para encontrar el objeto de conocimiento, es capaz de reconocer que ya está impreso en su alma.

El filósofo defiende una formación básica consistente, que poco a poco va alcanzando etapas superiores, que culminó en la investigación filosófica; solo este paso llegaría a los seres particularmente talentosos. Platón llamó a esta fase de la educación preparatoria; sus estudiantes son capaces de mejorar armónicamente el espíritu y el cuerpo.

Platón cree que la educación debe ser atributo de estado, no privado. Los profesores serán seleccionados por Atenas y supervisado por los ciudadanos cubiertos con poderes judiciales designados específicamente para actuar en el ámbito educativo. También proyecta un modelo único pedagógico para los hombres y las mujeres hasta que habían completado seis años de edad. A partir de entonces estos aprendices se dividen en diferentes clases y maestros.

La educación de los ciudadanos, al filósofo, tendría una duración de 50 años. De 3 a 6 años se formarían los bebés a través de actividades de juego, sobre todo en lugares diseñados para ellos. La instrucción en sí, sin embargo, sólo comenzaría a los 7 años, siguiendo la prescripción de Paideia griega, lo que permitió que el estudiante tenía una formación clásica, especialmente en el campo de la filosofía.

Orientación educativa convencional, en la antigua Grecia, contemplando dos áreas – la gimnasia, carentes de valores competitivos, enriquecidas con el entrenamiento para la confrontación militar, tanto dirigida a las niñas como a los niños; y la música, la comida espíritu, que era aún más privilegiada en la preparación de los jóvenes 13 a 16 años.

Alfabetización, este paso estaba reservado para la edad situada entre los 10 y 13 años, seguido por un énfasis en la comprensión de los escritores clásicos de la poesía y la prosa, a excepción de poetas como Homero y Hesíodo, que, para él, formó el lector una concepto mordaz de los dioses.

Así que los estudiantes estaban siguiendo, paso, en una etapa temprana, las matemáticas, la astronomía, entre otras disciplinas, hasta los  cincuenta años, cuando se completa la formación, si hubieran ganado todos los desafíos de viaje intelectual. El objetivo final era así finalmente rescatar el concepto eterno y puro, cuando el ciudadano está dispuesto a trabajar en la administración del estado, que se integra el círculo íntimo de los gobernantes, formada exclusivamente por los filósofos.

La verdad puede ser una característica de nuestro pensamiento y nuestro lenguaje: es la verdad lógica. Es a nuestro juicio de acuerdo perfectamente con la realidad de que él quiere jugar. Aristóteles dio, por cierto, la siguiente definición: «Decir que el ser es y el no ser no es, es la verdad (Met Γ. 7: 1011B 27).

Platón también sabía que la verdad lógica, y en Eutid, 284 prevé la definición de Aristóteles. Pero la verdad también puede significar una propiedad del ser. Si el ser es como debe ser, entonces es verdad: la verdad ontológica. En este sentido hablamos de verdadero oro, flores de verdad, los hombres de verdad, etc. Platón conoce estos dos conceptos de verdad; pero lo más importante es la segunda. La distinción entre un verdadero (ωζ αλητωζ ον) junto a una ya existente, que no es verdadero ser, que sea entre el ser y el no ser, enteramente domina toda su filosofía. La verdad ontológica es, sin embargo, para Platón, algo más primitivo y diverso que corresponde al deber ser, es quizás el lápiz del pensador medieval que corresponde a la idea de la piedra en la mente  divina en Platón, el «existente» nunca se identifica plenamente con su idea.

Los antecedentes históricos del concepto platónico de la verdad tenemos que buscarlos en los conceptos universales de Sócrates, como en el ser de Parménides, en su eterno descanso. No fue en vano que la filosofía corifeos de la vida, Nietzsche y Klages, siempre se opuso a estos dos hombres. Una fuente más profunda se encuentra en contenido de valor ético, a priori. El fundamento último se encuentra en la autocomprensión del espíritu, que ve en la perpetua identidad con la ley muy fundamental de su proceso de pensamiento y de la naturaleza de la verdad; para que pueda aplicarse aquí dice de Descartes: «Es único y verdadero que yo concibo clara y distintamente.

La sensibilidad es la percepción subjetiva sensible, como el mundo objetivo de los sentidos, el mundo de los cuerpos dispuestos en el espacio y el tiempo. La percepción sensorial no merece fe. Continuamente experimentamos que nuestros ojos ven las cosas de manera diferente de lo que son. Aún más incierto son los otros sentidos. Pero particularmente chocante es la mirada en los mismos datos sensibles de lo que parecen a otros hombres. La incertidumbre de las percepciones sensibles ya Parménides notó también, su relatividad especial,. Y como vemos, Platón aprueba este punto. También considera la experiencia sensible con ojos escépticos. No, no es el conocimiento siempre uniforme, y por lo tanto hay verdad.

Por otra parte, el mundo de los sentidos es el constante movimiento donde todo vale. Esta fue la tesis de Heráclito, quien también ejerce influencia en Platón. Si, de hecho, todo es, por supuesto, no puede estar en el mundo de los sentidos sin la verdad y la ciencia, ya no queda nada; por el contrario. Y, por último, la información de los sentidos generales no son para Platón un conocimiento formal, pero sólo el material del conocimiento. El contenido de cada percepción sensorial siempre que comparen entre sí, y que los consideran en conjunto; y la resultante, ya que los datos comunes a las diversas impresiones sensoriales, es el primer objeto que expresamos con la predicación es el conocimiento crítico, y erigido objeto de la ciencia y de la verdad. Pero el conocimiento no puede juzgar, sino que también a su vez, ser sensible, ya que cada impresión sensible se limita a un órgano sensible en particular, mientras que en los datos se exceden conocimientos racionales de cada facultad sensible concreta, sintetizada y desarrollada. Así que nunca es la sensibilidad de la misma, la fuente de la verdad.