¿La educación que queremos?

Muchas veces se reclama un cambio significativo en la educación, tanto en la enseñanza como en el aprendizaje, ya que ambos actos se practican de manera disociada respecto de la función que cumplen en la educación para la vida del hombre. La crítica elaborada por los distintos sectores de la sociedad hacia la forma en que los docentes enseñan y los alumnos aprenden, permite reflejar esta solicitud, la cual evidencia una necesidad de privilegiar lo importante o significativo.
No se considera que el destino de los alumnos esté determinado al fracaso intelectual, sino sólo condicionado por el sistema de educación y, más aún, por los docentes que ignoran el significado de un año escolar en la vida del que aprende. Los que nos dedicamos a la educación sabemos que el tiempo es tirano y se esfuma como el agua entre los dedos; por tal razón, hay que valorarlo más.

Hoy en día, pareciera que el aprendizaje se produce cuando el alumno obtiene una calificación notable ante alguna modalidad de evaluación, lo cual hace pensar, ¿no será que sólo se piensa la educación en términos de resultados cuantitativos? ¿Se estará perdiendo de vista el meollo del asunto? ¿Realmente aprende todo alumno que obtiene una calificación notable? Quizás la cuestión sería esclarecer aquello que se entiende por aprendizaje y, más aún, el cambio que produce en el alumno este accidente para su dimensión espiritual. El hombre es un ser que posee potencias específicamente humanas y, por tanto, es educable. Esta idea nos debería conducir a pensar una mejor manera de lograr que la persona aprenda.

El aprendizaje supone una relación entre el alumno y los contenidos, relación que evidencia la función del docente entendida como guía o auxilio que posibilitará la perfección de la naturaleza humana del alumno. Dicho esto, resulta interesante explorar el campo teórico de la enseñanza para conocer los distintos estilos que adopta el maestro desde la escuela primaria, en sus prácticas y la repercusión que éstas tienen en el aprendizaje.

Actualmente se pide al docente que se perfeccione y capacite en torno a los nuevos hallazgos que el mundo pedagógico propone para ser un experto en su labor, es en este sentido que necesita planificar el currículum y enseñar de manera significativa para que sus alumnos aprendan. Una situación preocupante se halla en las dificultades que presentan los alumnos cuando el docente evoca un contenido previo y no pueden expresar la información que han adquirido, pues ya no la poseen en forma activa, y tampoco pueden hacer uso de los procedimientos ya incorporados. Esta carencia se observa principalmente en el área de Matemática en la cual los alumnos poseen varios conocimientos y procedimientos pero de manera aislada y no observan relaciones entre los contenidos ya asimilados y procesos adquiridos.

Se atribuye dicha dificultad a la pobreza intelectual que poseen los alumnos de los distintos niveles educativos ya que, su aprendizaje se basa en estudiar de memoria, por esto, no se intenta excluir la memoria como sentido interno que colabora con el aprendizaje, sino que se destierra el proceso de aprendizaje basado exclusivamente en ella y carente de significatividad. El aprendizaje significativo representa la meta que se desea alcanzar, para lo cual es necesario potenciar las prácticas de la enseñanza.

Se resalta su necesidad implícita en el currículum, ya que es necesario que la causa eficiente secundaria de la educación propicie este tipo de aprendizaje. Resulta interesante contemplar la necesidad de establecer cimientos sólidos, pertinentes y eficaces durante la educación primaria con el fin de asegurar una estructura mental estable que permita la interrelación de conocimientos y la inclusión de otros nuevos. Es inevitable pensar que factores externos a la escuela pueden obstaculizar el aprendizaje pero, por lo menos, se desearía asegurar que la enseñanza primaria cumple con lo que debería ser, pensando primeramente en el alumno, que es el beneficiario directo de su labor y poner esta idea en práctica.

Con estas palabras se intenta mostrar que las prácticas de la enseñanza poseen un sello particular, otorgado por el mismo docente debido a sus características como persona y educador, es decir, que según la concepción que éste posea de la enseñanza realizará las prácticas de determinada manera y guiando a sus alumnos hacia una meta específica, que puede o no estar relacionada con la significatividad de los contenidos enseñados. Esta idea conduce directamente a pensar: ¿qué influencia ejerce el estilo que adopta el maestro en la enseñanza? ¿Cuáles son los estilos de enseñanza que promueven el aprendizaje significativo del alumno? La propuesta implica una nueva contemplación del fenómeno educativo, a través del conocimiento y la puesta en práctica de una manera de enseñar, en la cual se privilegie lo fundamental. Reafirmar a los docentes en buenas prácticas permitirá también reafirmar la vocación de cada persona dedicada a la educación y recordar que la función del docente no tiene fundamento si se pierde de vista al alumno y su aprendizaje.

¡A pensar! Usted dirá, ¿cómo podemos mover a un alumno a aprender?, en definitiva, ¿cómo podemos mover su corazón? He aquí una receta de la docencia que según la experiencia hay que tener en cuenta para preparar un exquisito rendimiento: Saber observar con verdaderos ojos la realidad y ser capaces de conocer las necesidades e intereses de los alumnos. Hay que aprender a motivar en un mundo que cambia constantemente colocando amor, sentido y entusiasmo en la práctica cotidiana.

Autor: Vanina Amneris Campos