La violencia

Isla y Miguez, 2003)Garriga Zucal y Noel 2009). Siendo así, tenemos entonces que llamarse así mismo violento, tiene una serie de implicaciones en la vida social; en este caso, los barras no se llaman así mismos violentos, pero no por ello quiere decir que desconozcan, ni mucho menos que no sean conscientes de que sus acciones son vistas como violentas y por lo tanto como negativas ante los ojos de los sectores dominantes.

De esta manera, me refiero a que “violencia” o cualquiera de sus derivados, no es un término utilizado por las barras, no es común escucharlos decir cosas como; “es que somos violentos”, o “provocamos violencia”; en general, no se identifican a sí mismos como grupos violentos, precisamente porque aunque conocen de sobra lo que el “sentido común” que se ha construido en la sociedad identifica como “violento”, al interior de su comunidad la escala de valores acciona de manera diferente.

Así entonces, aclaro que la categoría violencia, aplicada en el caso de las barras, es utilizada por parte de personas externas al grupo, especialmente por los medios de comunicación, quienes han reforzado el uso de la categoría de violentos, con una connotación negativa que juzga todo lo violento como salvaje y primario salvo si viene del Estado. Los medios de comunicación utilizan el término violento generalmente acompañado del de “vándalos” o “delincuentes”, en tonos que dejan en la mente una sensación de asistir a un espectáculo de salvajismo primario en donde el hombre presencia una involución hasta lo más irracional.

“Los medios de comunicación y las industrias de la diversión producen y difunden imágenes de violencia para captar audiencias, mientras los estados usan imágenes violentas para proyectar su poder mediante desfiles militares, exhibición de armamento e incluso a veces mediante la retransmisión de imágenes de la misma guerra” (Jefreys S. Juri. 2004). Es así, como la violencia juega un papel dentro de lo moral, pero también en lo político y en lo gubernamental, en donde, el único detentor legítimo de la violencia es el Estado y sus fuerzas militares, no la sociedad civil, que debe ser sancionada, moral y penalmente por incurrir en lo que se entiende por violencia.

En Colombia por ejemplo se ha llegado a homologar la violencia de las barras con actos terroristas, termino bastante delicado en un país catalogado por las clases gobernantes bajo “amenaza terrorista”, concepto que encierra en sí mismo un estigma social y político que produce rechazo y juzgamiento por parte de la sociedad; una sociedad en donde el periodismo que enuncia este tipo de categorizaciones, sabe de sobra que las palabras construyen opinión e impulsan acciones en pro y en contra de determinados grupos. Como señala Goren Aijmer (2000) la violencia “es un poderoso elemento del orden imaginario, un lenguaje icónico incorporado a tipos muy distintos de textura simbólica. En el discurso social, la violencia surge como un signo con referentes y propósitos múltiples para una determinada acción”.

Por otra parte, la complejidad del análisis de la violencia tiene que ver también con la amplitud de la categoría y por la carga moral que ella contiene. Garriga y Noel (2009) llaman la atención especialmente sobre la importancia de alejarse de esa carga moral y analizar a la violencia desde sus aspectos negativos y positivos, hablan de “restituir a la violencia su justo lugar en la normalidad de lo cotidiano y lo habitual”, y de esa manera, tener en cuenta que la violencia es a la vez destructor de lazos sociales tanto como constructor de los mismos.En este orden de ideas, no se trata aquí de minimizar o de moralizar la violencia, se trata de comprenderla en un sentido mucho más amplio. La violencia no es irracionalidad sin sentido en tanto no son actos al azar realizados fortuitamente, en lo que se entienda por violencia, se debe entender también el juego de poderes, los sentidos, los conflictos, la dinámica misma de la sociedad; no es un eslabón suelto, es parte sin bien no definitoria, si constitutiva de la compleja forma en cómo se entretejen estas redes sociales.

Escritor: Diana Avila