Por una verdadera cultura mediática.

Teniendo presente el desarrollo del concepto de opinión como un problema más que científico, como práctico moral; basta considerar que es aquí donde converge la noción de democracia en América Latina, pues es acertado atribuir algunas dificultades históricas en el ámbito tanto cultural como geográfico más que a la perversidad de las oligarquías, a las debilidades de la sociedad, debilidades en las que evidenciamos la falta de dominios conceptuales. En este sentido, el presente texto tendrá como fin realizar una reflexión, un llamamiento a reconsiderar el papel de las tecnologías, consideradas como neutras, dilucidando cómo en ellas es posible concentrar intereses que oscilan en lo político y económico de las clases autócratas. No obstante, para abordar tal aspecto basándonos en información indiscutible, basta con considerar el efecto de la política y poder en los medios de comunicación para generar opinión pública.

Nos hallamos con las significaciones de ética comunicativa y ética del consumo, la primera prima bajo el derecho de informar y ser informado; pero valdría la pena replantear tal expresión y reflexionar acerca del lugar en que se halla la conciencia ciudadana, pues en este punto concurrimos en que la educación para enseñar a pensar por sí mismo acentúa el sentido de pertenencia a una familia, una tradición y una cultura.

Para desarrollar una crítica orientada desde el sector político que se extienda hasta el sector público, es innegable considerar que el ser humano debe estar informado y más que una necesidad este hecho representa una obligación, es preciso preguntarse si en realidad la información que recibe es objetiva. En relación a lo anterior no está de más preguntarnos si en realidad existe o más bien, se mantiene la noción de opinión crítica y su esencia y la de quien la genera, pues de un lado los medios se han inclinado por facilitar mundos que parecen conectarse entre sí, sin embargo no es otra cosa más que un «desanclaje» producto del nuevo «estar juntos», el que antes considerábamos espacio público es solo un área de paso, hemos renunciado a la colectividad, al derecho a la opinión verdadera basada en la unión y nos inclinamos por convocar al ensimismamiento en tanto diversas esferas del saber y sistemas sociales se orientan hacia la deslocalización, a la virtualización de procesos, objetos y relaciones imperadas por redes cibernéticas.

Aquí confluyen y reclaman preponderancia los cibermuseos, las bibliotecas virtuales, cibercafés o incluso los cibermercados; hablamos de herramientas como las TIC´s aplicadas a casi todos los sistemas sociales, pero es preciso resaltar que tal facilidad sobrepone más una gestión de difusiones e información que en el de producción y desarrollo; una sociedad de consumidores marcada por una falta de claridad entre el objeto consumido y quien lo consume. En la sociedad de consumidores; nadie puede transformarse en sujeto sin haberse hecho producto primero.

Hemos dejado de identificar lo que representa la unión, somos una colectividad cosificada, emplazada al utilitarismo, que ostenta en la «proscripción» y que renuncia al sentido de convocar la afluencia social, ya que elige el desarraigo cultural. Un ejemplo claro de esta renuncia a la colectividad es la tv en yuxtaposición con el teatro, es la renuncia a la experiencia de la multitud, es ignorar la crítica de un momento, de una escena por una experiencia doméstica e individual y sin lugar a dudas es renunciar a la conexión con la ciudad y lo que implica ejercer el derecho a la ciudadanía.

Partimos de reconocer la democracia como un elemento que asegura nuestra ciudadanía, que le permite a la sociedad organizar y garantizar oportunidades ecuánimes para todos los individuos que la componen; aunque es evidente que cada uno de los integrantes de nuestra sociedad se inclinan cada vez más por aislarse, por crear un mundo más enclaustrado, más ensimismado y guiado por afanes de aceptación social hacia el individualismo. Empero si emplazamos la democracia como parte fundamental de nuestro rol ciudadano, inevitablemente hablamos de la importancia que reclama la opinión pública; es lo público lo que se configura como el mundo propio a todos. La sociedad intercambia informaciones y opiniones controvirtiendo en este espacio ciudadano; mediante la interacción comunicativa confluyen los intereses comunes del público al que alude el reconocimiento de la diversidad, los discursos en plural y la circulación de intereses que conciernen a una sociedad y no a los grupos hegemónicos.

Las generaciones que navegan y manejan internet y otras fuentes de información y tecnológicas inquieren espacios que prometen elecciones y les permiten encausar con la ayuda de estas herramientas preguntas y espacios con los cuales pueden sentirse identificados, parecen asociarse a sus preferencias y constituyen muy a pesar de lo ideal, ejemplos de valores, autoestima y su búsqueda por la justicia, los muestra conectados con el mundo capitalista y globalizado que enfrentan, no obstante ésta búsqueda solo logra una alienación que atenta contra la verdadera capacidad definitoria del ser humano; la libertad, por tanto no se presenta una moderación con respecto al consumo compulsivo y en consecuencia desaparece la esfera de conciencia social.

Se hace más necesario recuperar conceptos aparentemente elementales, pero que han perdido su esencia con respecto a la falta de predominio de los mismos, entre ellos cabe resaltar la identidad, democracia, opinión pública, ciudadanía y participación. Para lo anterior es fundamental mediante la investigación orientar el rescate de la memoria histórica para tener reflexiones prospectivas que esgrimirán un hincapié para transitar hacia la virtualidad; el campo educativo cuenta con un rol determinante desde la familia y la enseñanza representando en esta dirección un socio-constructivismo crítico de la virtualidad, es ineludible desarrollar una colectividad de la reflexión tecnológica que promueva estrategias educativas por medios de blogs, sitios web y organismos o instituciones que susciten el desarrollo prácticas reflexivas que conlleven a deslegitimar los discursos emitidos por las tecnologías, para de esta manera fomentar una cultura de la tecnología basada en igualdad, la conciencia mediática y la verdadera opinión pública.

Bibliografía

Barbero, J. M.

La educacion desde la comunicacón. Bogotá .Norma. (2003).

Escritor: Luisa Alexandra Bernal Aponte