Prólogo del Evangelio de San Juan

Leer el prólogo del evangelista Juan es gratificante, aquella manera como él, discípulo amado, enseña un conocimiento de Dios.

Al recordar los aprendizajes de la secundaria donde mediante la gramática extranjera y propia se aprende la conjugación del verbo; generalmente se hace un estudio especial del verbo ser o estar, este recuerdo escolar permite ahora un estudio relevante de la naturaleza de Dios en la concepción del evangelista.  Aquí esta:

  1. En el principio era la palabra
  2. Y la palabra estaba con Dios

III.                Y la palabra era Dios…

El pretérito de la conjugación verbal asegura un conocimiento previo de lo que se va a tratar, los otros dos tiempos gramaticales por su parte nunca tienen esa preeminencia de la realidad y los acontecimientos, el evangelista está seguro que su testimonio es la verdad revelada.

Al mismo tiempo la utilización de unas mismas palabras organizadas bajo una conjunción, permite en su conjugación que los significados prosperen, esto habla bien del porque el evangelista le simboliza la tradición con el águila, sus pensamientos se elevan en cada frase tratada.  Dicha organización y profundización de significados tiene doble interés: la diferenciación y la unidad de sentido.  De esto dicho, trata la verdad Juanica; Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu, contenidos en el concepto de Palabra Creadora tienen distinción propia e igualmente unidad de sentido existencial; es solo que a través de la historia se ha buscado asemejar estas distinciones a una comprensión hilemórfica de monarquías terrestres, sufriendo así embates fastidiosos de una confusión en la interpretación de Dios Trino y Uno, ejemplo de ello es la preponderada divinidad del Dios Padre judaico opacando la participación del Espíritu y la naciente misión del Hijo.  Está antigua comprensión mental debe ser enmendada por un nuevo creer, un creer de participación divina como humana.

La mencionada participación humana en la realidad de un Dios-Trino se ha dado mediante la encarnación del logos de Dios: el Hijo encarnado.  Está participación a Dios gracias, tiene la fecundación de todas las épocas históricas, por medio del Espíritu de Dios.

La correcta interpretación del Dios Juanico tiene una hilada muy fina para no caer en errores de fe.  El hombre ha de participar de la Trinidad histórica de Dios, no significa que le remplaza, al contrario es una participación filial y amorosa.

Para Juan Dios está más cerca de de la historia del hombre y la mujer de lo que aún concebimos.  Aquella interpretación del Dios anterior a Jesús queda abolida definitivamente, en éste (Jesús) que ha revelado el presente y futuro de la mencionada participación; el evangelista propone para tal comprensión la utilización de frases adjetivadas (1, 4-7): Jesús es la luz que brilla en las tinieblas, y más adelante traerá: camino, pan de vida, agua viva entre otras.  Esta razón Juanica pretende un contexto histórico integral, no se debe esperar más, la verdad revelada está presente y se hace a sí misma histórica, es la fuerza divina que acompaña y permanecerá por siempre, ya no en la realidad histórica de Dios Hijo sino en la realidad de Dios Espíritu que abarca nuevas realidades, les alcanza y las adjetiva desde ese actuar de Dios.

La explicación de ello es, las adjetivaciones describen la divinidad presente en Jesús de Nazareth y también sirven para comprender el actuar de Dios en el  devenir histórico de su Espíritu.

Por lo tanto el evangelista no pretende la intactes de un escrito, la comprensión de la verdad revelada es la vida del mismo en el caminar cristiano.  Con esto, ahora se puede aseverar que Juan presenta a Dios como la palabra de vida para todas las épocas, y no se trata de una imprecisión juzgando la realidad que ha correspondido vivir, faltara más, ni menos su razón de Dios Creador, el porqué no pensarlo así tiene su razón en la misma esencia de la creación.  Cuando la ciencia humana se ha dedicado a la creación su entusiasmo ha sido controlado por el tiempo que en su medida vierte el juicio apropiado; quien crea jamás quiere obrar incorrecciones ¡inconcebible!, no puede hacer que algo vaya en contra de la finalidad concebida, pero ello no niega que el producto se presenten fallas, es igual nuestra existencia y nunca se está exento de frivolidades.

Autor:

Olmes Ariel Aros Gustin