BOGOTA…LA CIUDAD DEVORADORA…

Bogotá, ubicada en la meseta de la cordillera oriental que comunica con la majestuosa cordillera de los andes, como sabemos, cuna milagrosa de culturas tan “civilizadas y desarrolladas” como la dominante cultura occidental, espacios geográficos colmados de escenas escalofriantes de cruentos enfrentamientos, engaños, invenciones nefastas de un “nuevo mundo” que nos llevó, entre mezclas, imposiciones, coacciones, violencia y más violencia a ser lo que somos hoy. Seres construidos, dotados de una lengua y unas costumbres que hoy extrañamente celebramos como nuestras y que nacieron luego del etnocidio que hizo de los antiguos un pueblo vacío, muerto y desvanecido entre lo que los europeos deseaban que fuera. Sin embargo un pueblo vivo, fuerte, que habita entre los ancestros y las raíces, entre los guerreros inmortales que reflejan nuestra valentía entre los vestigios de sangre indígena que aún fluyen por nuestras venas; entre los gritos amordazados que deambulan cada rincón de nuestra Bogotá.

La Bogotá de los Muiscas (moscas), de Bachue, Bochica, Chía, Zipa y Bacatá; algunos dicen que está 2.600m más cerca de las estrellas, otros la llaman la ciudad del rebusque, todo se compra todo se vende; para otros la “ciudad sin indiferencia” no para todos; aquella de la ley zanahoria, la del imponente transmilenio, de Mockus y otros dos ó tres, la del famoso “eje Ambiental” que de ecológico no tiene mucho; esa del estético y bello “parque tercer milenio”, construido encima del “desaparecido” “cartucho” y cantidades de indigentes; ¡muertos claro!. El refugio de miles de desplazados por la violencia, la ciudad de casi ocho millones de habitantes, la de pocos ricos y millonarios y demasiados pobres y miserables. La del santefesito lindo y los millonarios, la del azul y el rojo; y no solo en los equipos.

La Bogotá variopinta, multicultural, híbrida y diversa; la urbe, en la que como dice la canción: …hay diez policías por un estudiante y un estudiante por mil ignorantes”… la capital de Colombia, la “Bogotá sin hambre”, para algunos, la del frío, la candelaria, el “chorro”, la “media torta”. La ciudad plagada de muertos en vida, de seres que dormitan entre su conformidad y su parsimonia, de hombres y mujeres marcados eternamente por la injusticia, el dolor, la tristeza, la rabia que se apodera de los sujetos que con furia se revuelcan en los infiernos de la impotencia.

La ciudad pensada como “metrópoli”; cada vez más grande y poblada; la de los fantasmas, las marchas, las revueltas, los desaparecidos, los silenciados, los pensadores y los guerreros. La máquina rápida, que no para ni por un instante. La ciudad moderna, de ladrillo, de las leyes, de Salmona, de Santander y yo.  La Bogotá inspiradora, la de los estratos, el norte y el sur, el capitolio, el palacio de justicia, el M19 y el caótico Bogotazo del cuarenta y ocho. La del río más contaminado del mundo y las desbordadas urbanizaciones de “alto riesgo”.

La ciudad de las oportunidades, del disfrute, de la rumba, de las leyendas urbanas, de los imaginarios, de Monserrate, de la cultura, la educación, el atraco, la muerte, el llanto y el dolor. La ciudad para todos pero de nadie. Aquella que transformamos y recreamos a diario, la que surge del esfuerzo y el trabajo de todos nosotros. Esta ciudad que descansa en las manos trabajadoras, en las ideas ingeniosas, en los pies caminantes que forjan un lugar mejor, en los ojos que miran esperanza, anhelos, sueños hechos de acciones y pasión, en las voces que no callan, que gritan la verdad y exigen la vida, en los hombres y mujeres que no tienen precio, que no se conforman con los escenarios escabrosos arrojados por la exclusión, la incertidumbre y el miedo; por sujetos activos, que tiene prohibido dejarse dominar, permitir que otros piensen por ellos, que los usen y los manejen como marionetas listas para la función,  descansa en las manos de los valientes que hacen de su vida una lucha constante.

…La Bogotá esta lista para recibirnos y para dejarse transformar…  Pero tengan cuidado… Está ciudad también devora, es un monstruo que se traga y vomita a los “dormidos”, a los lentos, a los conformistas, a los faltos de ideas, a los esclavos, a los títeres, a los que se quedan sin sueños y no luchan y no pelean con furia contra el opresor, el dominador, el dictador y el violento; hurga entre la carne de los perezosos, de los que simplemente obedecen, “mentes dóciles”, y siempre esperan que los ayuden, que los auxilien, a los que esperan un salvador; a los que simplemente obedecen y van de paso sin dejar ninguna huella…

 “Aquí está la ciudad preparada para devorar o ser profundamente transformada”.

DIANA G. GONZALEZ BARBOSA