La naturaleza siempre ha estado llena de misticismo y el hombre desde el comienzo de los tiempos la diviniza y por ende la ritualiza comenzando a celebrarla y a hacer fiestas y ritos en su honor, es allí con el jefe de la tribu que nace el teatro, en aquellas ceremonias parsimoniosas, llenas de dramatismo.
Desde este momento se ve que la libertad es una de las más grandes inspiraciones del arte, al querer escapar de las obligaciones, de lo cotidiano. Hace que nuestra imaginación vuele.
Como sucedió con los griegos que inventaron Dioses monstruosos como una burla a la estética convencional, pero que, a su vez, le dieron tanta o más belleza interior que a un ser hermoso.
Por su parte la locura y la ceguera también han sido constantes dramáticas pasando por el mundo clásico, la edad media, el renacimiento, hasta llegar al barroco y las vanguardias. Sin embargo es bien sabido que debido a la variedad de los géneros dramáticos no en todos es necesario recurrir a las anormalidades para crear su argumento.
Comencemos por hablar de los tres géneros teatrales más viejos: la tragedia, el drama sátiro y la comedia.
La tragedia comienza como un culto a la libertad irracional, se desata en medio de cantos, mímesis, liricas; teniendo en cuenta su juego entre lo sátiro y lo cómico, como a sus maravillosos personajes heroicos.
Aunque con la “evolución” de la tragedia clásica se alcanza a ver la pérdida de su misticismo, la separación entre lo divino y lo humano.
Se nota en Esquilo con sus heroicos y sublimes personajes que dejan en segundo lugar al humano relegándolo a lo que demandan los Dioses, por el contrario Sófocles muestra un hombre frágil, idealizado, que si bien está a merced de los dioses es el protagonista y mártir.
Por otro lado con Eurípides volvemos a la “realidad” ya que muestra un hombre cotidiano y a sus pasiones por encima del enaltecimiento de los dioses, que le resulta demasiado egoísta.
Ya en la época de Séneca el teatro no tiene un lugar nada relevante y la tragedia con él, entra en estado de catalepsia.
Hacia el siglo XIV la secularización se hace presente y la gente comienza a desvincularse de los mandamientos religiosos, con esto el arte también cambia, pues ya la ética no es la misma que en el Medioevo.
Por el siglo XV y XVI nos damos cuenta que en las instituciones más prestigiosas de teatro se estudian y enseñan los clásicos, tanto así que en esta época aparecen grandes figuras como Shakespeare y Marlowe.
Aunque Shakespeare despertará muchos sentimientos encontrados como el odio de Voltaire y Diderot, y por otro lado en amor de Víctor Hugo.
En esta época es la melancolía la que reina como acción creadora, ya no aparecen los terribles dioses, el humano es quien, disfrutando de la libertad, se convierte en un ser cruel.
Con esto se ve claramente que los héroes cambian, para librarse de las ataduras metafísicas, aunque con ello la heroicidad cambie el orgullo por el poder, por el éxito y se olvide que un héroe antes de “tener” tiene que “ser”.
Ese tipo de tragedia contemporánea se ve en García Lorca cuando sustituye la crueldad de los dioses por la de las convenciones sociales, aun que en el fondo los sustantivos de la tragedia clásica aparecen transformados en la tragedia moderna.
Pasemos ahora a examinar la comedia que por el contrario de la tragedia narra historias de la cotidianidad, haciéndolas libres y graciosas; la comedia da un respiro a la vida que nació en una cuna humilde y rural, pero que representaba fiesta y felicidad aun que en algunos casos pudiera presentarse obscena y vulgar.
En Aristófanes, por ejemplo, se descompone la base del orden social, la juventud contra la sabiduría y la retórica más simple termina venciendo los mejores argumentos, se olvida el respeto por los muertos.
Sin embargo en Roma tiene éxito gracias a sus manifestaciones libertarias entre las que se encuentran el Fescenino y la Satura, la primera consta de improvisación y la segunda en la que se muestran bailes, canciones y diálogos.
En la comedia (según Baudelaire) existen dos tipos: lo significativo y lo absoluto. El primero es la burla despiadada de todo y el segundo la comedia inteligente, en la que nos reímos con alguien y se disfruta.
Tenemos en el Renacimiento a la commedia dell’arte la cual se destacaba por sus excelentes actores, en especial por el arlequín, sin la comedia tradicional latina, la pastoril, la tragicomedia y el mismo realismo la comedia ‘del arte’ no hubiera sido posible y al tiempo este género no hubiera evolucionado tanto hasta ahora.
Dentro de este modelo encontramos a Moliére quien de forma irónica retrata a su sociedad, incluso con Shakespeare en Hamlet cuando hace un énfasis en la brevedad de la vida al tomar los restos humanos como burla, es allí inteligente y divertido.
En España, por ejemplo, la sátira y la farsa estuvieron divirtiendo al pueblo incluso antes que llegaran las compañías teatrales que traían la comedia. Posteriormente el “entremés” (genuinamente español) acompaño a ésta en el siglo de oro junto con bailes y cantos. También en esta época en la comedia se introduce un sentimiento hacia la existencia que tiene más que todo un sentido crítico el cual es interpretado por el “donaire”.
Luego aparece el “figurón” que se caracterizó por tener un humor que alegraba la gente, otra vez se ve el uso de lo cotidiano, personajes narcisistas e ignorantes que usan un humor significativo y que en ocasiones se fusionaban con el entremés, que a su vez posteriormente pasaría a ser Sainete, una forma menos importante que la comedia.
En estos momentos los ilustrados comienzan a cuestionarse por los excesos del teatro y proponen que en las obras se difunda el respeto, el amor a la patria, las buenas costumbres; aquí es cuando aparece Ramón de la Cruz y logra por medio de sainetes dar solemnidad a lo trágico, abordando temas clásicos y situándolos en España en medio de una estética deformada.
Por otro lado Pedro Muñoz Seca toma las torpezas humanas y las glorifica por medio de su sátira intercalando, de vez en cuando, sermones moralizantes; posteriormente su obra es denominada Astracán.
En la comedia moderna lo que se aplaude es la capacidad del ser humano por burlarse de sí mismo con inteligente picardía, de ver los defectos propios y ajenos y reírse de ellos; pero lo que se odia es que los actores poco a poco han olvidado su verdadero oficio artístico y solo se dedican a seducir al público con su presencia más que con su talento.
Respecto a esto vemos que, a su vez, el público se deja seducir, olvidando que la comedia, el teatro es un arte y no una vitrina de consumo.
Pasando a otro tema, al del Drama, podríamos decir que es un derivado de la tragedia y la comedia que se dio como genero del teatro, independiente de otros en el siglo XVIII gracias a intereses de renovación por parte de la burguesía.
Según Denis Diderot ya era tiempo de que el teatro reflejara la realidad de una manera seria sin olvidar su finalidad moral y basándose en la razón, pero contrario a ello y como diría Porcelo alguna vez “el teatro es un gran medio para educar al público, pero el que hace un teatro educativo se encuentra siempre sin público para enseñar”.
En 1789 en Francia el drama estaba perdiendo su fuerza así que se comenzó a implementar nuevamente el melodrama en el que se manejan las emociones del público de una manera poco inteligente, consumista.
Lo romántico dejó de ser sublime y se convirtió en romanticón, en caricatura, olvida lo espiritual para refugiarse en la moda. La tragedia y el drama en ocasiones se confunden, cada vez más se vienen perdiendo los géneros puros, pero como en un verdadero drama: estas cosas son producto de la vida y no males que se atribuyen a los designios de los dioses, si fuese una tragedia.
Escritor: Jeniffer Tijarol