CÓRDOBA Y BUENOS AIRES:UNA HISTORIA DE TENSIONES Y DESENCUENTROS

Don Santiago de Liniers y Bremmond (1753-1810) fue durante años el ídolo de los porteños. Su arrojo y valentía se destacaron durante las invasiones inglesas de 1806 y 1807 y, pese a granjearse la antipatía de cierto sector de la ciudad al ser proclamado virrey del Río de la Plata, más que nada por su nacionalidad francesa, su condición de héroe de la reconquista lo ponía a cubierto de cualquier ataque o difamación.

Sin embargo al producirse la revolución de mayo todo esto cambió. Cuando la Junta de Gobierno provisional presidida por Saavedra envió su famosa circular a los pueblos del interior solicitando la incorporación de diputados al futuro congreso, Córdoba se negó levantándose en armas. Allí, junto al gobernador Gutiérrez de la Concha se encontraba don Santiago, a la sazón gozando de una suerte de jubilación luego de que entregara el mando a Cisneros en 1809.

El levantamiento tenía el claro objetivo de derrocar a la junta y rápidamente aplastar el movimiento. Los contrarrevolucionarios estaban aprestando armamento para marchar sobre Buenos Aires. Córdoba por primera vez se levantaba contra la orgullosa ciudad-puerto y a la vez cuna de la revolución. Las consecuencias de esta asonada son bien conocidas. La Junta actuó con mano dura enviando un ejército expedicionario con destino a apoyar la circular enviada a los pueblos del interior y a la vez promover la revolución. El general Ortiz de Ocampo recibió la orden de la junta en pleno para que “pille” a Liniers, Concha y demás sublevados y sean fusilados de inmediato. Ocampo no se animó a obedecer y fue necesario que Juan José Castelli – nuevo jefe de la expedición – cumpliera la orden.

El 26 de agosto de 1810 y con la firma de todos los integrantes de la Junta (menos Manuel Alberti por su condición de sacerdote) se ejecutó a los cabecillas del movimiento. El primer acto de una serie interminable de desencuentros estaba cumplido. Poco después Juan Martín de Pueyrredón era nombrado gobernador intendente de Córdoba plegándose de esta manera “La Docta” a la causa revolucionaria aunque en un primer momento bajo el dominio de Buenos Aires. Recordemos de paso que por entonces Córdoba ya era conocida como “La Docta” por su famosa universidad, fundada en 1613 por el obispo Trejo y Sanabria aunque es inaugurada formalmente nueve años más tarde.

BUSTOS Y LA ORGANIZACIÓN NACIONAL

Los años que siguieron al movimiento de mayo vieron a la antigua intendencia de Córdoba con gobiernos digitados desde Buenos Aires. Tanto el Triunvirato como el Directorio eran marcadamente centralistas y durante toda la década del 10’ del siglo XIX gobernó despóticamente al interior desde Buenos Aires. Es el tiempo en que se gesta el federalismo de la mano del caudillo oriental José Gervasio Artigas quien enfrenta a la ciudad-puerto y extiende su influencia al Litoral y Córdoba. Sin embrago en 1815 asume en “La Docta” el primer gobernador elegido por el cabildo local: el coronel José Javier Díaz (el mismo que da nombre a la conocida avenida porteña). Díaz es quien convoca el Congreso de Tucumán y envía diputados con precisas instrucciones de defender el federalismo como forma de gobierno para la nueva nación. No obstante, y pese a los intentos de los representantes Bulnes, Salguero y Cabrera el Congreso se trasladará a Buenos Aires para caer nuevamente en manos del Directorio.

Es aquí donde aparece el primer gran caudillo cordobés defensor de las autonomías provinciales: Juan Bautista Bustos (1779-1830). Veterano de las Invasiones Inglesas y la guerra de la independencia, Bustos encarnará el auténtico espíritu federal frente a las ambiciones porteñas. Enfrentó al centralismo porteño siendo protagonista del motín de Arequito y participó en el combate de Cepeda junto a López y Ramírez (1820) que echará por tierra con el Directorio. Con la caída del gobierno central cada provincia asumirá sus asuntos sin depender de Buenos Aires.

Bustos gobernó Córdoba entre 1820 y 1829. Su gestión se destacó por ser progresista y tolerante con los opositores. Promulgó un reglamento provincial – suerte de constitución que respetaba las libertades individuales – e impulsó la educación creando una Junta Protectora de Escuelas con el objeto de promover la educación primaria en zonas rurales.

En tanto Buenos Aires se aprestaba para vivir los tiempos rivadavianos. En efecto, luego de la caída del Directorio, Bustos llevó adelante la iniciativa de organizar un congreso en su provincia. Dicho congreso nunca pudo realizarse por la oposición porteña que en 1824 convocó otro que organizará al país sobre bases unitarias. La constitución de 1826 fue rechazada por Córdoba y las demás provincias lo que, sumado a la guerra con el Brasil terminó por desprestigiar a Rivadavia quien debió renunciar al año siguiente.

Sin gobierno central, nuevamente las provincias reasumieron el poder. En Buenos Aires el coronel Manuel Dorrego es nombrado gobernador pero su gestión culmina con el golpe perpetrado por Lavalle y su posterior fusilamiento en diciembre de 1828. Con ello comenzaría una larga y sangrienta guerra civil. Con Lavalle en el poder el interior se conmovió. Mucho más Córdoba que sufrió la invasión del general Paz quien venció a Bustos en San Roque (1829). El caudillo cordobés moriría al año siguiente clausurando una nueva etapa en las tensas relaciones entre porteños y cordobeses.

Escritor: MARCELO TASCA