EL PROBLEMA DE LA OBJETIVIDAD EN RICHARD RORTY Y ROBERT BRANDOM

Una primera mirada sobre la teoría de Rorty a propósito de la normatividad objetiva invita al lector a considerar que el autor rechaza la existencia de un conjunto de normas completamente imparciales que determinan universalmente lo correcto y lo incorrecto. No obstante, se mostrará que esto no implica que el autor tenga una posición anarquista sobre la normatividad sino que puede haber una normatividad rortiana orientada por los conceptos de utilidad y beneficio.

(Brandom. 1998. P 30). Por consiguiente es plausible la idea de que tanto Rorty como Brandom reconocen que las prácticas sociales dotadas de estatus normativos son las que instituyen las actitudes normativas en los individuos. Ibíd.). En ese punto es importante anotar que el hombre puede actuar conforme a una norma (o un deber) por un efecto colateral de una acción o puede actuar conforme a y por la norma misma. Ahora bien, el deber (the ought) por el que un hombre actúa no implica un tipo de necesidad natural, tal como la necesidad con la que cae siempre una roca por efecto de la gravedad sino una exhortación racional al actuar. Así, aun cuando los individuos actúen por representación de una regla, ésta no causa su acción, ya que solamente las reglas naturales pueden constreñirlo directamente.

De igual manera, actuar conforme a una norma no es simplemente tener una representación de ella sino también tener una actitud de reconocimiento hacia ésta. Esa actitud es, en último término, una actitud normativa-práctica que expresa un actuar determinado, al cual el sujeto le atribuye un significado normativo sin tener que decir explícitamente que lo está atribuyendo (1998. P 32). Así, esa actitud le permite al individuo establecer la corrección o incorrección de algunas actuaciones sin exhibir explícitamente el conocimiento de la norma según la cual enjuicia la actuación.

Frente a las actitudes normativas se erigen estatus normativos que regulan el uso de los conceptos que los individuos usan cotidianamente, pero esos estatus no se derivan de una imposición individual sobre el colectivo (de individuos) sino que surgen de las prácticas sociales mismas, las cuales regulan la aplicación de los conceptos. De este modo, Brandom no acepta la idea de una normatividad existente por sí misma sino como algo que depende de la relación entre los individuos. Dicho rechazo es compartido por Rorty hasta el punto de sostener que aun cuando la normatividad provenga de las relaciones sociales, ello no le otorgaría a las posiciones de los individuos una objetividad mayor. Así, “nosotros pensamos que existen muchas maneras de hablar de lo que sucede, y que ninguna de ellas se acerca más que las otras al modo de ser de las cosas en sí mismas” (2000. P 11).

Por otra parte, salta a la vista que ambos autores se distancian frente al problema de la objetividad del estatus normativo cuando Brandom distingue entre ‘el estatus normativo de una actuación’ y ‘la actitud normativa frente al estatus’. Pues, con esta última distinción el autor pretende diferenciar entre lo que es correcto y lo que un ser humano considera como correcto. En efecto, bastaría un análisis superficial de tal distinción para ver una oposición a la filosofía de Rorty, en el sentido de que esa distinción entre lo correcto y lo que se tiene por correcto supondría que existe lo correcto en sí mismo y que dicha distinción no es subjetiva. En consecuencia, el estatus normativo se convertiría en una noción absoluta que está afuera en el mundo y que no depende de los seres humanos para existir.

De manera contraria, para Rorty, el mundo está ahí afuera pero no dice nada, nuestras descripciones no están en él, de manera que éste no puede ser verdadero ni falso sino que solamente es y permanece inconmovible ante las descripciones que se hacen de éste. Así, esta distinción de Brandon parece asemejarse a la distinción ficticia entre apariencia y realidad que critica Rorty, según la cual sólo es posible el acceso a un saber humano, imperfecto y limitado mediante el uso inevitable de la cognición humana.

Según el planteamiento de Rorty es imposible conocer lo que quiere decir la expresión “conocer la realidad tal como es en sí misma”, pues el ser humano sólo puede saber cómo es la realidad para él, es decir, únicamente existe su versión de lo que es real. Entonces, es necesario prescindir o bien del concepto de apariencia o del de realidad y sospechar de quienes creen saber “lo que realmente sucede”. En cuanto a esta imposibilidad Rorty propone remplazar la distinción entre apariencia-realidad por una distinción entre “maneras de hablar menos útiles y más útiles” (Rorty. 2000. P 11).

Por consiguiente, esta última propuesta pretende señalar que los individuos no tienen deberes hacia una “realidad” no humana, es decir, objetiva sino un compromiso para hacer de la realidad social algo mejor. Entonces, si la objetividad o la verdad son tan sólo una ilusión entonces no pueden ser la meta de una investigación, puesto que “una meta es algo respecto de lo cual uno puede saber que se está acercando o que se está alejando” (2000. P 14). De manera que, asuntos como la verdad, la naturaleza del hombre, la naturaleza de Dios dejarán de ser fundamentales y se convertirán en meras creencias del conocimiento del ser humano que versan sobre “entidades” metafísicas.

Bibliografía.

• Brandom Robert. (1998). Making it explict. Reasoning, Representing and Discursive Commitment. Harvard University Press. United Sates of America.
• Rorty. Richard. (1990). El giro lingüístico. Traducción de Gabriel Bello.Editorial Paidós. España.

• Rorty Richard. (2000). Verdad y Progreso. Traducción de Ángel Manuel Faerna García Bermejo. Editorial Paidós. España.

Escritor: Hector Luis