HACE UNOS DÍAS

Hace unos días, a través de un periódico nacional, leí sobre “El Síndrome de Celibato Japonés”. Sus líneas mencionaba: La tercera parte de los jóvenes japoneses menores de 30 años jamás han salido con alguien. Además de estudiar, se les pasa el tiempo navegando en la web o divirtiéndose con algún videojuego. El sexo no parece inquietarlos. De hecho, ha tenido bastante acogida una tribu urbana llamada los herbívoros, integrada por hombres que dicen no estar interesados en ningún tipo de relación. Solos y célibes se sienten mejor.

Ya había escuchado sobre el tema, no obstante la lectura trajo a mi memoria un episodio en clase con uno de mis estudiantes (alumnos del área de la salud), quien refutaba el uso de los métodos anticonceptivos y exponía su apatía sobre el sexo, condicionándolo a objetivos reproductivos. Fue inquietante para mí y sé que para muchos de sus compañeros su postura. Es claro, y pese a lo sobrevalorado que está el sexo en la sociedad, que cada quien adjudica a éste una jerarquía mayor o menor en su vida. Eso es respetable y no tiene punto a juzgar. Sin embargo la opinión de un joven (18 años) que por su etapa física, psicológica y, a quien por su futuro profesional le compete educar (independiente de creencias u opiniones personales el miramiento debe ser objetivo y más cuando compromete a la salud); ¡sorprendió!

Años en demasía, investigaciones, voceros desde múltiples disciplinas; más una lucha enérgica se ha requerido para desmitificar y alivianar el moralismo que condensa el sexo. No fue, ni aún es fácil brindar una postura educativa al tema, para que en tiempos actuales retornemos a un inicio extremista, llamado abstinencia. Muchos jóvenes hacen abuso de su propia sexualidad (otro extremo) que deja secuelas psicológicas agudas y evidencia al igual que su otro polo, una patología social.

Más allá de la mera palabra sexo con su infinitud conceptual, y en tiempos donde aún es inequitativa la notabilidad de la educación emocional versus la educación académica, el asombro reincide en la inapetencia por tener contacto psico-social y afectivo con otros. Descendencias de jóvenes que legitiman “la soledad” del mundo de hoy.

¿En dónde incurre la abulia para dar y recibir afecto? La prisa de la sociedad ha parido habitantes descontentos con ellos mismos y con otros. Personas cada vez más preparadas y estructuradas para los devenires de la época pero al tiempo más desdichados. Sujetos cercados de un cañoneo de comunicación pero inhábiles de entablar dialogo real con otros. Sin duda, en la codicia de hallar perfeccionamiento y asignar supuestos modelos de vida, más la enajenación e impersonalidad que los peros de la tecnología contribuye; se castró el derecho de vivir a plenitud con los aciertos y errores, con la múltiple y real opción de: ¡sentir! Ahora concurren numerosas teorías sobre las relaciones socio-afectivas, sin negar su ayuda en la orientación a muchos, también han construido una etiqueta de advertencia para que otros se aventuren a explorar necesidades naturales como el amor, el afecto, el sexo…

Lo volátilidad de las relaciones afectivas, personales (de toda índole), la propia decadencia de los valores humanos; le resta atractivo e interés en intercambiar sentimientos con otros. Vivimos en un universo de giro rápido, de presente mediático y futuro dudoso, razón para muchos en evadir el trabajo (agradecido y desagradecido) que implica edificar comunicación con lo demás y así soslayar la decepción que puede traer una relación con otro, negándose la placidez y aprendizaje que a la vez ésta conlleva.

Nadie puede expresar que las nuevas tendencias evidenciadas en jóvenes generaciones es “normal o anormal” (dentro de lo relativo que ésto mismo significa), si alguien descubre felicidad a través de una pantalla en vez de una caricia con otro ser humano; encarna otra forma dentro de una vasta elección para estar bien. Y ése es un punto de detalle, que los seres humanos independiente de la edad, del foco con que se observe la presencia y apogeo de las “recientes” preferencias, y de que se haga más que real la profecía de un futuro de aislamiento e individualidad… ¡en realidad estemos bien! ¡Nos sintamos bien!

La tendencia del Celibato Japonés y la aparición de tribus urbanas análogas a Los Herbívoros, no es exclusiva propiedad de la cultura nipona. La juventud de otros continentes también revela permutas similares de comportamiento y posturas firmes acerca de la socialización, del sexo y otros temas. Si todavía no hemos culminado una labor educativa (jamás finalizará) en pos de un ser integro, con mente abierta, desarrollado en todas sus dimensiones, quizá, el ciclo de vida gire a un espacio de inicio adonde de nuevo se obligue a luchar contra estigmas, complejos, sofismas, ismos, o simplemente (es otra posibilidad), El Celibato Japonés sea moda…“va y vuelve.”

Autor: Ángela del Pilar Lancheros Mora.