Las sociedades sufren cambios exponenciales en cada generación según se adaptan a nuevas realidades y necesidades. En el presente, esas realidades son influenciadas por el rápido y vertiginoso avance de la tecnología y las comunicaciones.
Dos décadas atrás se hablaba de grupos de estudio en las escuelas, hoy se habla de Comunidades Virtuales. El uso de la carta fue reemplazado por el empleo del SMS y al uso de la palabra hablada, le están empezando a sustituir las imágenes o Emojis.
Ciertamente, entre los beneficios que se pueden atribuir a la tecnología tenemos la facilidad de acceder a la información con rapidez y desde la misma fuente, sin necesidad de intermediarios. El acceso directo en tiempo real permite la toma de acción inmediata ante situaciones que de otro modo serían postergadas y con resultados catastróficos.
No obstante, hay otros elementos que considerar en esta nueva versión de la sociedad, como son: la socialización, la comunicación, la identidad, y por qué no decirlo, la responsabilidad.
Cuando la presencia del internet y los teléfonos inteligentes no formaba parte de la cotidianidad humana, el asunto de socializar exigía una presencia física y una disposición hacia reconocer al otro en más de un aspecto de su vida. Al respecto, Anthony Giddens, sociólogo británico, esboza que la separación espacio – tiempo es una manifestación que fomenta la relación entre ausentes separados físicamente, pero al mismo tiempo impacta la posibilidad de un cara a cara que permitiría dilucidar cuestiones personales.
La juventud en la actualidad está perdiendo de alguna forma, la posibilidad (no la capacidad) de enfrentar con responsabilidad a su prójimo, ya que puede ocultarse a sí mismo y a lo que quiere con imágenes y textos que no necesariamente representan su identidad ni su realidad.
La tecnología tiene sus pros y sus contras. Por un lado, es positivo que muchas personas introvertidas encuentren la manera de expresarse sin temores haciendo uso de estos mecanismos tecnológicos, ya que de otro modo se ahogarían en su propio ser, pero por el otro lado, tenemos personas que se escudan en la tecnología para no encarar situaciones que demandan una confrontación directa, y es esta situación la que facilita la ausencia de valores, la incapacidad de relacionarse con otro ser vivo y el poco aprendizaje en términos de vinculación y confrontación.
Algunos ven en la tecnología el modo de escapar de la realidad o de esconder quiénes son. En algún punto, las apariencias están tomando el lugar de las relaciones humanas dentro del ámbito comunicacional. Antes de aceptar a una persona dentro de un grupo social, nos fijamos en su perfil de usuario y el aspecto que tiene, nos permitimos juzgarle sin conocerle basados en sus publicaciones, le adjudicamos importancia según el número de seguidores o Me Gusta alcanzados y nos reservamos el derecho de ofenderle porque no se ha criminalizado el bullying cibernético.
Sin importar el avance de la tecnología, los valores y la educación necesitan seguir siendo el pilar al cual cada generación se aferre para que no pierda lo que la hace humana y le permita vivir en sociedad.