La ética aplicada tiene que ver con el proceso y los trámites que una institución bancaria realiza en su momento a día. Desde el cuidado que pone a recibir el dinero, conocer su origen (evitar que provengan de fuentes ilegales o dudosa) hasta las decisiones que toma para dirigir estos recursos en proyectos con beneficios sociales.
Tradicionalmente el papel de la banca ha sido mediar entre personas que tienen ahorros y personas que necesitan dinero para realizar alguna actividad económica que devenga beneficios. Si se siguiera el principio de ética aplicada no sólo se tomaría en cuenta el beneficio económico de la actividad financiada, sino además la repercusión social del proyecto: que se crearan más empleos, se impulsara la economía comunitaria y local, las energías renovables, la agricultura biológica, se promoverá la diversidad cultural y étnica, se difundiera y trabajara para la solidaridad internacional y el comercio justo.
También se considera que este principio se cumple cuando la entidad se preocupa por invertir el dinero de las personas que ahorran en proyectos que tradicionalmente son excluidos por la mayoría de los bancos, porque no tienen un respaldo, aval o no forman parte de grandes corporaciones.
En todos los casos la ética que regula las operaciones de un banco ético tiene como principal sustento el respeto a los derechos humanos de las personas que tienen que ver con su gestión, ahorradores, personas que piden préstamos, personal de los proyectos financiados, el entorno social y el respeto al medio ambiente.