“Análisis de la Carta de la Tierra”

Hace 10 años, cuando se dio a conocer la Carta de la Tierra, los albores del nuevo milenio se encontraban cargados de esperanza y de la ilusión de una nueva era globalizada que podría dar oportunidad a mayores expresiones de humanidad. Nuestro mundo, parecía encontrarse en el camino adecuado gracias al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y a programas locales como “limpiemos el mundo, limpiemos (ciudad en la que vives)”. La conciencia que parecían tomar los medios masivos de comunicación sobre la importancia del cuidado del medio ambiente indicaba que la “conciencia ecológica” se desarrollaría en los ámbitos de la vida social, económica, política e intelectual.

Grandes pasos en la historia de la humanidad se habían dado para un fortalecimiento del humanismo: la caída del muro de Berlín, la perestroika, la firma de acuerdos para el desarme nuclear. Sin embargo, quedó demostrado que la caída del comunismo como sistema político y económico sólo sería entendida por algunos empresarios capitalistas como un espacio más para rapiña, disputas y control de mercados. Las acciones de algunos gobiernos al “proteger” sus intereses y a algunas empresas, dejó claro que ni el humanismo, ni la conciencia ecológica tenían validez sobre sus intereses económicos.

La destrucción de pantanos, desiertos, bosques y selvas a manos de empresas –en su mayoría norteamericanas e inglesas— seguiría siendo práctica común. El mejor ejemplo está en la contaminación del Golfo de México gracias a la incompetencia, ineptitud y avaricia de British petroleum y sus empresas afiliadas. Ante situaciones así, en donde el gobierno “más poderoso” de la Tierra se queda imberbe, es difícil creer que un organismo como las Naciones Unidas realmente pueda preocuparse u ocuparse del bienestar del planeta y el resto de la humanidad.

Hoy la Carta de la Tierra puede considerarse un lindo escrito, lleno de buenas intenciones y de buena fe aunque supeditado a las necesidades e intereses de los países integrantes del Consejo permanente de las Naciones Unidas y de las empresas que los sostienen. Hoy la realidad es otra. A la ONU –como institución— poco le importa la Tierra, o al menos no es congruente con sus acciones. Es absurdo querer institucionalizar el cuidado de la Tierra y exigir que los gobiernos de países en vías de desarrollo acaten y cumplan con ello cuando los intereses de organismos y gobiernos están centrados en el poder y el incremento de la riqueza económica.

Si no hay congruencia, ¿cómo puede haber confianza?, ¿Qué necesitamos aprender de pueblos originarios como los que aún habitan la Tierra?, ¿en qué momento creímos que el capitalismo de rapiña justifica toda destrucción para la consecución de la riqueza? ¿Qué nos falta aprender para que los postulados de la Carta de la Tierra puedan ser realidad? Respeto y cuidado de la comunidad de la vida Soy una persona respetuosa de la vida, promotor del análisis, una persona convencida de que es posible que la justicia social sea una realidad. Creo en los valores de fe, fraternidad y servicio, en la equidad entre los seres humanos y la equidad de género. Valores que procuro compartir con mis alumnos y las personas que tienen trato conmigo. Mi compromiso sigue siendo la transmisión de estos valores y la promoción crítica y pensante de las expresiones culturales, políticas y humanas que conduzcan al crecimiento del Ser.

Integridad ecológica Creo en el desarrollo sustentable, en el ahorro de energía y en el sano aprovechamiento de los recursos y su reciclaje. Parte de mis acciones en este rubro es la separación de materiales para basura, el cargar con una bolsa para la recolección de basura en el automóvil y así no tirar basura a la calle. Junto con ello soy un acérrimo cuidador del agua (nací en el desierto y se lo valiosa que es) por lo que en casa realizamos acciones para no desperdiciarla. Procuramos el uso de bolsas que sean biodegradables y bolsas re-usables no plásticas. Evito la generación de ruido ambiental… no subo el volumen de la música como si fuera obligación de mis vecinos escucharla, ni utilizo el cláxon de manera indiscriminada.

Justicia social y económica Valoro el trabajo de las demás personas tanto como el mío, por lo que creo en las oportunidades de desarrollo para todos, no sólo en el ámbito laboral sino también en el estudiantil y social. Por ello, junto con mi pareja proveemos redes de apoyo para quien lo requiere y de ser posible, buscamos que la misma gente se preocupe y se ocupe de sí misma. Procuramos favorecer el apoyo hacia el desarrollo de la mujer y participamos en manifestaciones a favor de la no discriminación y la promoción de cultura.

Democracia, no violencia y paz La democracia no es un modelo perfecto, sin embargo, es respetuoso siempre y cuando no esté corrupto. Mi pareja, su hija y yo nos declaramos a favor de la paz. Repudiamos la violencia de cualquier pueblo hacia otro y la intervención armada. Estamos defraudados de la falta de autoridad de la ONU para evitar las intervenciones armadas en países del medio oriente y otras regiones del mundo. Creemos con franqueza que la educación es la base de la paz y la libertad por lo que practicamos y hacemos valer la libertad de expresión, el secreto del voto y denunciamos los actos de corrupción de los que somos testigos directos.

Aquí y ahora son las aportaciones que nosotros, por convicción, llevamos a cabo, sin embargo, considero que los discursos que se manejan en muchos casos para los cambios, no son más que eso… discursos que no tienen una intención real del logro. No creo en la Carta de la Tierra. Sí creo en algunos seres humanos que comparten el ideal del cuidado de la Madre Tierra desde antes de la institucionalización de dicho cuidado y respeto.

Escritor:  Rafael Maldonado Torres

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