CURACIÓN DE DEPRESIÓN SICÓTICA

Hace 32 años perdí a mi esposo en un accidente ferroviario. Después del novenario de mi esposo, fui al templo con mi hija y mi hijo, de 2 y 1 año de edad, respectivamente, doblé rodillas ante Jesús Eucaristía, y le pedí ayuda para criarlos, pues yo no tenía trabajo y tampoco había terminado mis estudios.

Tiempo después, enfermé de los nervios, pues no lograba asimilar la muerte de mi esposo, y con demasiada frecuencia era hospitalizada en la sección de psiquiatría, ya que me dio depresión psicótica (según diagnóstico médico), por lo que era sometida a tratamiento por electroshock, e incluso estuve un corto período amnésica (tal vez por evadir la realidad, no lo sé), y no reconocía a mis hijos, lo cual era motivo de sufrimiento para mi madre, quien diariamente doblaba rodillas ante Jesús Sacramentado, elevándole plegarias por mi recuperación.

Así, un día, estando hospitalizada, eran alrededor de las 6 de la tarde, cuando se presentó un hombre alto, vestido con una gabacha color entre blanco y marfil “saldrá usted de este hospital y nunca volverá a ser internada por sus nervios”.

Efectivamente, tres días después me dieron de alta y, han transcurrido más de 28 años, y nunca me he vuelto a enfermar de los nervios.
Recuerdo que cuando el hombre se despidió de mí, le pregunté a las enfermeras su nombre, y estas me indicaron que no había llegado ningún médico al hospital, y que recordara que los médicos pasaban visita, solo en horas de la mañana y nunca por la noche, a menos de que se tratara de una emergencia.  Que tal vez todo era producto de mis nervios.
Cuando tres días después salí del hospital, le narré a mi madre lo que me había sucedido, y ella, emocionada y con lágrimas de alegría, me abrazó fuertemente y dijo: “Gracias mi Jesús Sacramentado”.

Tres años después de aquel hecho, me encontré con una enferma que había estado conmigo hospitalizada, y ésta me recordó la entrevista que tiempo atrás tuve con aquel hombre en el hospital, ella también lo había visto, y lo recordaba porque ella le pidió que la examinara y él le respondió que en otra ocasión, pues ese día había llegado solo por mí, por ruegos de mi madre.