INSTITUCIONALIDAD Y SILENCIO DE LA HOJA DE COCA

Sin lugar a dudas, los esfuerzos actuales para dar forma a la reivindicación histórica de la hoja de coca, sostenidos por pueblos y gobiernos indígenas de Latinoamérica, ha comenzado a aumentar la conciencia pública de una situación de penalización no justificada en argumentos racionales;  develando y dando luz y conocimiento acerca del silencio histórico de estos pueblos originarios.

Hijos de coca, de maíz, de tabaco, de quinua, de chía, seje, canangucho; pueblos nativos que actualmente y con el signo de reivindicaciones antiguas, así como con el llamado de la necesaria vuelta a la relación armónica con la tierra, sostienen esta histórica defensa de la hoja de coca en medio de una confusión sostenida también por sus propios defensores: políticos, jueces y científicos; que han decretado en varias veces decretos, leyes y sistemas de persecución en contra de los hábitos andinos, amazónicos y centroamericanos de coqueo, desplegando un proyecto de pretendida homogeneización social y cultural, vestido con los mismos sospechosos e incompletos argumentos de protección de la población.

Actualmente y desde hace más de una siglo; la hoja de coca, cuya presencia en las culturas prehispánicas está ligada a prácticas medicinales, rituales y escenarios permanentes de cohesión social, ha sido asimilada dentro de los formatos legales de control internacional de sustancias, como un sujeto moral responsable de supuestos problemas de salud pública como la desnutrición y bajo desempeño intelectual de las poblaciones originaras en el continente americano (especialmente en las zonas donde los mercados campesinos de la hoja tenían ya cientos o miles de años como en Bolivia o Perú).

Desde la perspectiva de salud pública, esta persecución entonces se ha justificado bajo el argumento de la necesidad de control de las sustancias accesibles abiertamente a la población, merced a un supuesto pero nunca comprobado poder intoxicante de la planta y hojas en cuestión sobre el cuerpo humano.

Este agenciamiento moral atribuído a la hoja de coca; además de sostener la política internacional de exterminio sostenida desde la publicación de la lista única de sustancias prohibidas de Naciones Unidas en 1961 dirigida hacia las prácticas tradicionales y milenarias de las poblaciones originarias, disemina la idea de equivalencia entre las prácticas tradicionales referidas, y los efectos farmacológicos del clorhidrato de cocaía, un derivado reciente de la industrialización de la hoja para uso farmacológico y anestésico en el ámbito psiquiátrico de uso extendido desde las dos últimas décadas del siglo XIX en Europa y Estados Unidos.

Como consecuencia de esta equiparación del uso tradicional y del uso industrializado en la representación de las instituciones internacionales de control policial y salud pública, los formatos comunicacionales y masivos han reiterado la condena que desde la inquisición cotinúa pesando sobre una planta desconocida.

Aparejada a esta ignorancia del uso tradicional por parte de la población mayoritaria y de las intencinoes prohibicionistas no sensibles a las diferencias culturales, se mantiene una representación socializada que niega de entrada la expresión autónoma de los pueblos originarios, dejándoles meramente como objeto de control científico y policial, y no como sujetos de derecho; como lo atestiguan las reiteradas ocasiones en el que el uso de la fuerza se ha desplegado en la forma de fumigaciones a cultivos o en la forma de guerra sucia en contra de la población, negada entonces como alteridad humana o como otro percibido dentro de las posibilidades de  convivencia social.

Es palmaria entonces la necesidad de mecanismos de enunciación de las voces que acerca de la hoja de coca poseen los pueblos originarios, para brindar claridad alrededor de una planta con propiedades medicinales suficientes para apotar a la mejora sustancial de la calidad de vida humana, y asociada además a mecanismos sociales de gobierno y labor conjunta que podrían dar una perspectiva real de convivencia pacífica en el actual escenario de posconflicto.

Autor: Fernando Giraldo Alarcon