Investigación – acción: „del dicho al hecho…hay mucho trecho”

A propósito de nuestra experiencia en las aulas durante este año es que enfocaremos el texto de Latorre y su propuesta metodológica de investigar y actuar para mejorar la práctica y la calidad educativa. Estamos enfrentados a un sistema educacional con complejo de identidad al desenvolverse más como un mercado que como un centro de educación. Esto ha provocado que la función enseñanza – aprendizaje se vea desvinculada de sus orígenes y adaptada a una modalidad técnica ajena.

Latorre nos propone un panorama ideal donde el profesor sea un personaje educado y culto, capaz de proyectar sus conocimientos tanto para el bien de sus estudiantes como para sí mismo. Sin embargo la realidad chilena dista mucho de estar adecuada para recibir, desarrollar y potenciar a docentes investigadores respecto de sus propias prácticas. Y es en este punto que nos concentraremos. Somos  partidarios de ver al docente como un “indicador de calidad” del colegio, por lo que desarrollarlo a él será uno de los principales desafíos para la institución. Esto no lo deberíamos considerar así tal cual, si pensamos que en términos hipotéticos se supone que los profesores deberían venir capacitados desde su universidad, pero en la práctica sabemos que no funciona de tal manera. Es por esto mismo que posiblemente se instauró esta metodología de ver al profesorado como investigador, ya que no se considera como tal desde el inicio. Aquí habrá una cuestión que consideramos de suma relevancia y es el hecho de la “anti consciencia”  del profesional-docente que tienen los profesores hoy en día. No es un problema solamente del resto de la sociedad chilena el que se menosprecie la labor decente, sino también de los mismos profesores. Y esto está asociado a un tema de falta de cultura, de educación y de profesionalismo que impiden que se generen no solo buenos profesores, sino profesores conscientes de su rol.

El docente debe ser consciente del proceso constante e interminable de construcción de conocimiento y práctica que está asociado a su labor.  A partir de esto es que nos tomaremos de la concepción de la investigación- acción práctica, donde Stenhouse y Elliot propondrán una “transformación de la conciencia de los participantes (…)”[1] que estén implicados en este proceso de cambio y perfeccionamiento. Todo este boom de capacitaciones, coaching, cursos de invierno, de verano etc., son excelentes iniciativas pero desprovistas de real significado según nuestra apreciación, y es aquí donde puede influir mayormente la gestión de un profesor investigador de sus acciones.

Comprender la complejidad del enseñar y trabajar sobre ello de manera de estar siempre problematizando y reflexionando en torno a todo lo que implica una comunidad educativa. Nos quedamos con esa oración mencionada por nuestro profesor: “pensar el colegio”, lo cual corresponde a una tarea de todos y es precisamente lo que no se hace. La individualidad y falta de proyección son dos pesares de las instituciones educativas chilenas. Latorre habla mucho de un término que propuso el suizo Etienne Wenger: “comunidades de práctica”. El valorar a los pares y establecer espacios de reflexión colectiva que potencie la intelectualidad y la práctica. Desde la labor docente hasta la institución implica una gestión de colectividad. Lo que Latorre conceptualiza como empresa colaborativa y que nosotros preferimos llamar comunidad educativa o comunidad de práctica. Y esto será sumamente significativo para desarrollar todos los pasos de la investigación – acción en los docentes, donde en este espacio de reflexión y conversación participativa entre ellos mismos les permitirá criticar, aplaudir, rechazar, aconsejar diferentes acciones. “La investigación debe realizarse en los centros educativos y para los centros educativos, como también los centros educativos deben institucionalizar la cultura investigadora del profesorado.

Lamentablemente estamos frente a un sistema educativo que nos les da tiempo a los profesores para desarrollarse como profesionales, y a su vez estamos frente a un sistema sociocultural que gestiona docentes con muy pocas expectativas profesionales lo que conlleva a que los profesores estén solo preocupados de los puntajes del SIMCE, PSU, notas respectivas y hacer más horas por un mayor sueldo y no de lo que realmente deberían ser: profesionales, doctores, investigadores de su trabajo. Esta misma autolimitación podría ser una de las causas del disgusto de muchos profesores que no ven una proyección mayor en su trabajo.

Finalmente creemos en la finalidad beneficiosa de la investigación –acción, pero falta la mentalidad y la instancia adecuada para incentivar el desarrollo de esta metodología de trabajo en los profesores. El ejemplo más evidente que podemos tener sobre esto somos nosotros mismos que a pesar de querer ser fieles partidarios de la teoría crítica de Paulo Freire, por ejemplo, y botar todos los tapujos técnicos que posee la educación chilena, en el momento de enfrentarnos como practicantes a nuestra clase lo primero que tendemos a realizar y aplicar son metodologías convencionales y conductistas, es decir un reproductor técnico de la educación. Estamos a tiempo de revertir esta situación, pero dependerá principalmente de nosotros mismos, ya que el tiempo de formación universitaria ya culmina y el cómo enseñaremos desde ahora quedará en nuestras manos. Si por osmosis nos adherimos al sistema e imitamos a la mayoría de los profesores que ejercen hoy en día o si revolucionamos el aula siendo profesores y profesionales activos y participativos de nuestras propias acciones, pensando siempre en el colegio, es una decisión que deberemos tomar como profesionales docentes.

Escritor: Mariana Matthei


[1] Latorre, A., „La investigación- acción, Conocer y cambiar la práctica educativa“, Ed. GRAÓ, Barcelona, España, 2003, p. 30.

[2] Latorre, A., „La investigación- acción, Conocer y cambiar la práctica educativa“, Ed. GRAÓ, Barcelona, España, 2003, p. 8.