La selva-muerte

La selva suramericana es el ecosistema perfecto (vasto, salvaje y silencioso) para cultivar esclavitud, mutilaciones, robos, asesinatos, violaciones y todo tipo de nefandos vejámenes morales, físicos y espirituales; ancestrales detrimentos de la condición humana que son también componentes innegables del ser y que amparados por el calor ponzoñoso y la complicidad de la jungla logran desarrollar sus más lóbregos potenciales. La selva y la muerte se entretejen, se autosustentan del mismo modo que la física moderna propone que se trenzan el espacio y el tiempo; por lo tanto, para este muerte.

Debe señalarse que este escrito no se centrará de modo exclusivo en la explotación del caucho como la única desmesura que se comete en contra la selva suramericana, ya que desde la obra de los dos autores a relacionar, Horacio Quiroga y José Eustasio Rivera,
además de mostrar, representativamente que la jungla mata de modo inclemente tanto a extranjeros explotadores como a nativos explotados, se narran también otro tipo de desmanes en contra del orden natural de esta selva-muerte; lo que dicho en otros términos sería: la utilización general de cualquier recurso de la jungla que se pueda aprovechar a gran escala comercial y sin ningún control: su madera, sus frutas, sus animales y, entre otros, su población aborigen.

Todo esto como contexto y causa de la muerte, porque es por y durante este proceso que la selva y el hombre se retan; lo el contenido metafórico de conflicto, es decir presentándolo principalmente como una señal de enfrentamiento entre el hombre y las Rueda, 2003, p. 34).

Aun así, como se apuntó más arriba, la selva es en sí misma un ente
perfectamente facultado para devolver, con igual o mayor ferocidad, las afrentas directas en contra de su equilibrio original. En este punto surge una necesidad clasificatoria en cuanto a la furia defensiva de la jungla suramericana, de la selva muerte, que puede dividirse en dos métodos de contraataque, métodos que son  selectivamente utilizados según corresponda: el primero es el de una selva masivamente invadida, saqueada y, por consiguiente, vengativa y siempre a la defensiva; el otro es la de una jungla que incluso inviolada encarna per se la más ponzoñosa demencia, otra de
las aves agoreras y carceleras selváticas que preceden a la muerte; es decir el carácter vengativo que adquiere la selva cuando sus valores ancestrales son amenazados y el hombre debe enfrenarse a ella como consecuencia de su perenne deseo de conquistar todo lo que despierta y acrecienta su natural codicia. Pero la selva-muerte es implacable, no posee conciencia ni memoria de los muertos que el reestablecimiento de su armonía reclama y cuando el hombre osa desafiarla y desangrarla, da inicio a un combate que no puede ganar sin encarnizadas batallas: la jungla consume alma y cuerpo sin ninguna preferencia u orden, ella es en sí misma una inmensa y multiforme fosa donde la muerte se sacia constantemente con los exvotos que ésta le brinda.

De modo que morir en la selva, bajo su incesante y cruenta acción vengadora en pro del reestablecimiento de su primigenio equilibrio, será parcialmente el hilo que encauza la temática diegética de los autores en cuestión. Horacio Silvestre Quiroga y José Eustasio Rivera, conscientes de las posibilidades de extrapolación estética (en términos narrativos) que la exuberancia, la identidad y vida propia que la selva suramericana poseen, condensan las posibilidades muerte y los métodos prehistóricos y demenciales que la manigua esgrime para mantener y resguardar su primitivo cosmos.

Es a partir de la trasgresión del hombre a este armonioso carnaval selvático de envolvente e infinito verde, lleno de bestias, de calor y secreciones venenosas, de lo que crear cómo la selva y sus habitantes nativos, se defienden de quien la invade, la roba o la arremete codiciosamente; pero no es solamente la venganza el motivo principal por el que la jungla invoca a la muerte, ésta, como en todo proceso natural, es parte definitiva de sus ciclos vitales.

Inicialmente, el hombre encarna ese elemento no sólo extraño sino el más perjudicial al equilibrio que la selva precisa para continuar con su inmemorial y necesaria existencia. El tratamiento que estos escritores dan al tema surge de una base común: la ya mencionada intrusión, violenta o inocente pero finalmente contraproducente y destructiva, del ser humano en un sistema independiente y armonioso; armonía que implica, y en el grueso de los casos exige, la ferocidad de la muerte.

Lo que aquí se acentúa es la labor narratológica, tan particular y sin embargo muerte como tema literario. En este punto es esencial resaltar la diferencia en cuanto al ejercicio propio de esta construcción literaria, es decir el estilo característico con que estos escritores tejen sus obras: Quiroga es oriundo del Salto, ciudad capital del Departamento del mismo nombre en Uruguay, fue un consagrado escritor de cuentos cortos que se inició en la literatura finalizando el siglo XIX con pequeños aportes en revistas de corto tiraje, profesor de secundaria, fotógrafo, hábil constructor y mecánico; y Rivera, nacido en el Departamento del Huila, Colombia, en el municipio que hasta mediados de los años treinta del pasado siglo se llamó San Mateo y que en la actualidad se conoce como Rivera en honor al escritor, fue abogado, inspector de gobierno, poeta y novelista.

Aun así, ambos confluyen en la idea de la selva como una entidad dotada con la capacidad de engendrar miedo, enfermedad, locura, voracidad y la más desmedida violencia, para luego encarnar la muerte y ser el vehículo de la ésta; lo que implica que ambos autores convergen en el concepto de la selva-muerte, que con inconmensurable voracidad alcanza tanto a aquellos que se atreven a desafiarla con profanos saqueos, como a los que hacen parte habitual de este primitivo ecosistema selvático y por tanto están sometidos a sus normas primigenias.

REFERENCIAS
Rueda, M. H. (2003), “La selva en las novelas de la selva”, en Revista de crítica literaria Latinoamérica, año. 29, núm. 57, pp. 31-43.

Por Miguel Ángel Ardila Rodríguez
Profesional en estudios literarios P. U. J.
Magíster en Literatura P. U. J.