La crisis y el “vete a tu país”

La asociación entre depresión económica y racismo es algo tan antiguo que no hay que remontarse demasiado en el tiempo. La Segunda Guerra Mundial, con el genocidio nazi, es el paradigma de esta comparación. Es un hecho cíclico, una oportunidad que pone a prueba la memoria de la humanidad y ésta desaprovecha siempre que se presenta.

Y esto pasa ahora en la Europa más poderosa, la más industrializada, competitiva y de la que presume de abierta. El discurso extremista y antisemita está calando con fuerza en un ambiente de hastío por el endurecimiento de las condiciones de vida. El auge de la ultraderecha en Holanda, Francia o Grecia, por ejemplo, son una realidad. Con las elecciones europeas en ciernes -25 de mayo-, la ultraderecha europea pretende aliarse y captar el desencanto de la maltrecha clase media con mensajes que claman contra los bancos, la corrupción y la degradación nacional con la presencia de foráneos. Así lo han anunciado los partidos extremistas de España, Polonia, Hungría, Reino Unido y Grecia. Mismo mensaje populista que desangró al viejo continente.

En el vecino galo, el Frente Nacional encabeza los sondeos en pretensión de voto, con un 24%; es decir, ganaría las elecciones. Un hecho histórico que permitiría, por añadidura, impulsar exponencialmente la representación de esta ideología en el Parlamento Europeo, con una influencia y dominio nunca antes visto. La reacción ha sido tan inmediata como recurrente: ‘stop’ a la inmigración.

Lo ocurrido en Francia saca a la luz algo aún más preocupante: ya no hay diferencia entre izquierda y derecha en materia migratoria. El primer ministro de este país, Francois Hollande (progresista), tomó la decisión hace pocos meses de deportar a una joven kosovar de etnia gitana que había entrado en el país ilegalmente. Ante la fuerte polémica suscitada, decidió solamente darle una oportunidad de asilo temporal a ella pero no a su familia, que se encuentra en su país de origen en condiciones de inseguridad. Elecciones europeas, desunión en la Unión un síntoma claro de la imprevisible reacción que puede desencadenar el ahondamiento de estos mensajes en la opinión pública.

Los partidos conservadores moderados temen su debacle y no disimulan sus guiños a esos mensajes que reproduce la ultraderecha. El Reino Unido, por citar un caso, se embarca en un debate sobre restringir el acceso a los comunitarios y endurecer, más si cabe, las condiciones a los demás. La idea es poner un techo de 75.000 permisos de residencia anuales (frente a los más de 100.000 actuales).

En cuanto a los comunitarios, las medidas irían encaminadas a la restricción de derechos de vivienda, subsidios, apertura de cuentas bancarias y la obligación de aprobar un examen de inglés. Todo ello respaldado en números cuya asociación no ha sido demostrada: 8% de paro (el doble de antes de la crisis) y 176.000 inmigrantes más en territorio británico en 2012, según datos oficiales. Sin embargo, un estudio de la prestigiosa University College London (UCL) constata que la inmigración ha generado riqueza en el país, con una aportación de un 34% en impuestos de lo que ha recibido en el periodo que va desde 2000 a 2011. Los autóctonos, sólo aportaron un 11% más y pidieron más ayudas.

Los españoles, en el punto de mira del flujo migratorio Aunque oficialmente las medidas en el Reino Unido irían encaminadas a los inmigrantes búlgaros y rumanos, de una forma velada los españoles se encontrarían en el centro de atención. Y es que sólo un 3% de los que arriban a territorio inglés son de los mencionados países del este, mientras que el registro de españoles instalados en tierras británicas ha subido un 42% en 2013. De este modo, los españoles ocupan la segunda posición de inmigrantes, con unas 150.000 personas, sólo por detrás de los polacos, según datos de la propia embajada. Sin haber sido nombrados, las medidas destinadas a los comunitarios serían, por razones de descarte, a los españoles.

Pero la sensación de descontento es una oportunidad política para endurecer el discurso en materia migratoria. El propio James Cameron, primer ministro inglés, no tenía reparos en reconocer que “comparte” la preocupación ciudadana, en una declaración pública. Un sondeo publicado por la British Social Attitudes refleja ese sentir: el 77% de los encuestados quiere reducir la inmigración, y el 56% lo haría “mucho”.

Entre tanto, buena parte de los los españoles que, empujados por el paro acuciante en su país de origen -especialmente los jóvenes-, tienen que buscarse la vida en el extranjero. Hasta antes de la crisis, solían ser los más cualificados en emprender una aventura allende sus fronteras. Ahora, en cambio, cualificados o no comparten vuelo y ansiedad en busca de oportunidades. Desde hace aproximadamente un año, España ha vuelto a ser país de emigrantes, como no ocurriera desde que nuestros padres o abuelos tuvieran que hacer lo propio, allá por los años 60. Y ahora, igual que entonces, buena parte de ellos han tenido que soportar un “¡vete a tu país!”. Una frase tan repetida en diversos idiomas, y que tanto duele a los que tienen que marcharse forzados por las circunstancias. Una frase que, no olvidemos, también se ha pronunciado y se sigue haciendo en países emigrantes, incluido España.

Escritor: Jonatan Oliva Medina

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