LA ESCUELA DE LA VIDA

Cuando asistimos al jardín de primera infancia, hasta cuando nos graduamos en la universidad, no recibimos clases para vivir la vida, es decir, para aprender a comunicar nuestros sentimientos, manejar la frustración, enfrentar una enfermedad, enamorarse, constituir una familia y formar a los hijos. Estudiamos para ganarnos el sustento en la vida, pero no para vivir la vida con sentido transcendente.

La vida sin orientación, a veces es una tragedia, un círculo vicioso para la satisfacción de las necesidades básicas o el frívolo apego a los placeres fatuos, sin trascendencia, ni responsabilidad. Nuestra existencia puede convertirse en un improvisado, aburrido e irreflexivo acontecer de días, meses y años, si no tenemos una brújula que direccione las circunstancias y colme de esperanza los sueños y anhelos más humanos.

Qué puede ser más importante que la vida misma y no tenemos una Escuela Formal para aprender a ser mejores personas, compartir con los otros en paz y estar en comunión perfecta con la naturaleza. Necesitamos una Escuela que nos impulse día a día a una aventura nueva, aceptar los retos, vivir en el propio clima, experimentar el ahora a plenitud, abrir las puertas de la simplicidad con alegría, aceptar el sufrimiento, logra la paz interior y desplegar el amor al género humano. En la Escuela tradicional nos enseñan muchas cosas útiles para la supervivencia, pero no nos enseñan a ser felices, mientras que la tarea principal de la Escuela de la Vida es graduar seres humanos felices.

Para hacer realidad la felicidad, es necesario determinar nuestras creencias y valores como modos idealizados de conducta que orientan toda la actividad humana. En toda experiencia vital subyace un sistema de creencias que guía la actuación, de modo consciente o inconsciente, de ahí, que toda creencia debe pasar por el filtro de la conveniencia de nuestra felicidad. Consentir creencias enfermizas y paralizantes, materializadas en posturas ideológicas de la política y la religión, es pervertir la posibilidad de aprender sin límite y cerrar la puerta a la perfección ética.

La clave axiológica de la felicidad, como marco epistemológico de la existencia humana sería la columna vertebral del cuerpo de asignaturas de la Escuela de la Vida. La felicidad, en el contexto de una experiencia interna, es un postulado científico, en tanto que existe una aceptación objetiva de la individualidad de todo ser humano. La felicidad como combustible del sentido y referente ontológico en el camino existencial, no pretende ser una verdad, sino un modelo de la ciencia de la experiencia subjetiva para ordenar las prioridades de la vida, colmar de esperanza y jovialidad a los hombres y las mujeres de cara a la agobiante rutina diaria.

Hacernos conscientes de la posibilidad de ponderar la realidad y decidir si nos afecta o no, es el principio elemental de ésta postura. Somos responsables de nuestra vida, tenemos que ver con el sufrimiento que padecemos y con las alegrías, todo depende de nosotros. No son los padres, tutores, el gobierno, la iglesia, el partido, los amigos, las circunstancias naturales y sociales los que determinan el destino humano. Es en última instancia la libertad la que tiene el poder de moldear la existencia. Las acciones que llevemos a cabo hoy, influirán en nuestro futuro económico, social, familiar, intelectual y espiritual.

La Escuela Tradicional, inútil para la vida en el sentido más fundamental, no nos prepara para el sufrimiento, lo ignora sistemáticamente. La sociedad de hoy promueve la ilusión de poder corregir todo, conseguir todo, no acepta las limitaciones. La mujer que no tiene una bella nariz o unos senos armoniosos quiere mejorar su físico, el hombre que no tiene una gran musculatura quiere, aun por medio de esteroides, aumentar su masa muscular. Vivimos en una mentira, en el ocultamiento del Ser por cuenta del espejismo del tener, del reduccionismo materialista a ultranza, que promueven los sistemas sociales y económicos predominantes del mundo. En la Escuela de la Vida es de sabios aprender a asumir lo no-perfecto, lo molesto. Sufrir es parte de la vida y significa obrar y crecer, pero también madurar. Modificar la actitud ante el sufrimiento puede ser una llave para alcanzar la felicidad.

El principal propósito de la Escuela de la Vida es hacernos conscientes de la propia vida. Sabiendo quienes somos, comenzamos a descubrir que poseemos todo el potencial para lograr el éxito, la felicidad y la autorrealización, que las limitaciones son autoimpuestas y que lo que nos falta es imaginación, deseos de grandeza y perseverancia. La Escuela de la Vida nos aboca a tomar control de la propia vida y a la emersión de un hombre nuevo, capaz de potenciar la inteligencia para hacer de la vida una fiesta.

La conquista de la felicidad necesita del equilibrio, elemento regulador que armoniza la toma de decisiones y pone límites al libre albedrío. El equilibrio es el método rector de una vida bella, sana, sabia y abundante. El equilibrio es diferente para cada persona e incluso para una misma persona en distintos momentos. La clave del equilibrio está en mantener el control de sí mismo y de su propósito en la vida.

La Escuela de la vida se ocupa del conocimiento de sí mismo, la postura proactiva frente a las circunstancias, la consciencia de nuestra fragilidad, la aceptación inteligente de la ley de causa y efecto, el manejo del dolor moral y la superación del miedo fundamental a la muerte, no obstante, la práctica de tomar decisiones equilibradas es el nudo de la felicidad. La felicidad no es única, tampoco existe un solo camino para alcanzarla. La Escuela de la Vida es un entrenamiento para la toma de decisiones, cambiando el sentido del equilibrio cuando cambian las prioridades de la vida. La felicidad se construye mediante el equilibrio entre el cuerpo y el alma, el amor y la responsabilidad, el trabajo y el ocio, la fe y la razón, la acción y la imaginación, la confianza y el control, pero a veces se necesita más de lo uno que de lo otro.

Pero la felicidad no depende solo del balance mecánico del equilibrio, sino de los objetivos que jalonan las decisiones. La felicidad es un az de objetivos cumplidos y el ejercicio consciente por alcanzarlos. Pero más allá de los objetivos está la visión. Los objetivos sirven para cuantificar la visión. La clave para la felicidad, vista más como proceso que como meta cumplida, es contar con una Visión inspiradora que nos convierta en amos de nuestro mundo. La tarea principal de la Escuela de la vida es ayudar a plantearse una Visión que nos guíe, como un faro en una noche de tempestad, los pasos hacia un destino pleno de sentido.

La visión son los sueños y esos sueños deben ser grandiosos como nuestro potencial. Lo que el hombre puede imaginar y desear con toda el alma, puede ser real. Sólo las almas pequeñas se conforman con visiones insignificantes. Las almas grandes tienen visiones arrolladoras y sus vidas son monumentales.

Escritor: LUIS HERNAN GUZMAN GUTIERREZ

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