LA GLOBALIZACIÓN

Vivimos en un mundo globalizado que difícilmente cambiará porque hay muchos temas como el comercio y el medio ambiente que solo se pueden tratar de una forma global. Lo que sí podríamos intentar cambiar es la forma de llevar a cabo esta globalización, mejorarla para que los beneficios lleguen a más gente. Hasta ahora, los países desarrollados han marcado las reglas del juego, han modelado la globalización a sus propios intereses dejando en una posición de inferioridad a los países pobres.

Así, por ejemplo, la liberalización del comercio, lejos de fomentar el crecimiento de los países pobres, ha perjudicado y empeorado, en algunos casos, la situación del país. Hasta la fecha los tratados de comercio han sido desiguales ya que los países desarrollados podían establecer aranceles sobre productos elaborados por países en vías de desarrollo, mucho más altos éstos que los que aplicaban a productos elaborados por otros países industrializados. Además, mientras que los países en vías de desarrollo estaban obligados a abandonar los subsidios para ayudar a sus industrias emergentes, los países más desarrollados podían seguir concediendo grandes subvenciones agrícolas, lo cual hacía disminuir los precios de la agricultura y agraviaba las condiciones de vida de los países en vías de desarrollo.

La liberalización del comercio también ha tenido consecuencias negativas en las desigualdades dentro del propio país. En el caso de los países avanzados, a menudo los beneficios se concentran en pocas manos y esto da lugar a la existencia de países ricos con ciudadanos pobres. Los trabajadores no cualificados son los más perjudicados por la globalización ya que los países en vías de desarrollo ofrecen mucha mano de obra no cualificada y barata. En consecuencia, los trabajadores no cualificados de los países avanzados ven como disminuyen los salarios y la prestación social, bajo la amenaza de trasladar la empresa al extranjero si no aceptan estas condiciones.

Al parecer la globalización no solamente ha aumentado las desigualdades entre países sino también dentro de un mismo país. Esta es, precisamente, la idea de la cual parte el libro Cómo podemos hacer funcionar la globalización, de Joseph Stiglitz, que analiza las consecuencias de la globalización y propone medidas para convertirla en una oportunidad para todos. no solo son consecuencia de los tratados desiguales sino que el punto de partida de los países avanzados y de los países en vías de desarrollo son diferentes: mientras que los países más avanzados tienen facilidad para abrir mercado porque tienen el conocimiento y los recursos, los países en vías de desarrollo a menudo no tienen infraestructuras suficientes para poder exportar sus productos, lo cual impide su crecimiento.

Además, es sabido que algunos gobiernos de países en vías de desarrollo bajan impuestos para poder competir con otros países con lo que los ingresos públicos se ven reducidos y, por lo tanto, se recortan inversiones en educación, infraestructuras o costes en seguridad social como el paro. Una pescadilla que se muerde la cola. Otra de las críticas a la globalización que el autor subraya es su falta de democracia. Para Stiglitz las opiniones y preocupaciones de los países pobres no se han tenido lo suficientemente en cuenta ni se les han facilitado los medios necesarios para valorar cómo les afectaban las medidas propuestas. Esto hace que jueguen en desventaja con respecto a los países avanzados.

Las instituciones económicas internacionales también se caracterizan por tener déficit democrático ya que, por ejemplo, dentro del FMI (Fondo Monetario Internacional) los Estados Unidos son los únicos con derecho a veto real. Tampoco existen leyes internacionales que impidan los monopolios o el secreto bancario. Así pues, la falta de democracia y la poca participación de los países en vías de desarrollo en las tomas de decisiones han conllevado que los beneficios fuesen solo para una minoría.

¿Cómo podemos convertir la globalización en una oportunidad para países ricos y pobres? Para Stiglitz la clave del cambio está en equilibrar la balanza dando más voz a los ciudadanos de los países más pobres. Dicho de otra forma, democratizar la globalización. Para ello, todos los países tendrían que poner de su parte y lidiar entre los intereses propios y los globales, una tarea nada fácil.

Escritor: Anna Vidal

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