Metodologías Vivenciales, una alternativa para la promoción de Derechos Humanos y la prevención de la vulneración de los mismos

En contextos de complejidades socio-políticas la educación se pone en el centro como una forma esperanzadora de hacer frente a los retos que dichos contextos suponen, sobre los escenarios de educación en general y la escuela en particular se ponen  expectativas de que dentro de su labor misional permitirán centrar acciones para la construcción de alternativas que busquen la superación de conflictos en medio de tales escenarios.

Sin embargo, sigue siendo una queja reiterada la educación descontextualizada y los índices de deserción escolar precisamente en los territorios, considerados éstos como entidad física y social, donde más esperanzas se cifran en la educación, es aquí donde se propone un papel activo e importante para las metodologías vivenciales, que dicho sea de paso, donde más ha retroalimentado y quien más se ha apropiado de tales metodologías son los escenarios alternativos de educación o lo escenarios destinados a la formación y participación comunitaria.

Entre los muchos retos puestos e impuestos al interior de las escuelas para poder trabajar en la superación de las desigualdades sociales están la promoción de habilidades personales y sociales que permitan no solo un conocimiento teórico de lo anteriormente planteado sino también crear alternativas tanto para la resistencia, la  acción y, por supuesto, también alternativas para la transformación de las realidades sociales de los estudiantes.

Las metodologías vivenciales son aliadas de la educación en contexto, de la promoción de Derechos Humanos y la prevención de la vulneración de éstos, acompañados o materializados también en apuestas tendientes a aspectos como la recuperación de la palabra, recuperación de la historia, negociación pacífica de conflictos, toma de decisiones de forma comunitaria y con responsabilidad social, comunitariedad, conciencia sobre la propia historia, empoderamiento, prevención de la deserción escolar, entre otras, apuestas que deben ser explícitas en el que hacer docente y la misión institucional cuando se deciden adoptar metodologías vivenciales.

Estas metodologías, así pensadas, permiten que el sujeto elabore resignificaciones ya que permiten aprendizajes que parten desde su contexto e historia y pasan por el cuerpo, y sin temor a sonar redundante, permiten vivenciar aprendizajes contextualizados para quienes tienen la oportunidad de encontrase con estas y no quedarse del lado de la naturalización de las injusticias y la marginalidad sobre todo cuando de la defensa de los Derechos Humanos se trata.

Como características de las metodologías vivenciales podemos mencionar lo lúdico, lo recreativo, lo contextualizado, la flexibilidad, la concreción, ir de lo simple a lo complejo, lo corporal, el disfrute, las posibilidades de lo intergeneracional y la importancia de guiar las actividades por medio de preguntas intencionadas y dotadas de sentido, características todas que permiten al sujeto encontrarse con una educación que tenga sentido para sí donde se permita y se estimule la lectura crítica de situaciones de riesgos y vulneraciones de derechos para poder emprender acciones tendientes al restablecimiento de sus derechos y la superación de tales situaciones de vulnerabilidad social de forma que se dé cabida al ideal de que las acciones emprendidas se mantengan en el tiempo en los ámbitos de lo individual, lo familiar y lo comunitario.

Cada una de las problemáticas a prevenir requiere de una mirada desde una perspectiva crítica, es decir, retomando elementos sociales, políticos, de seguridad, del plano comunitario, local y nacional, para abordar y comprender las situaciones propias del contexto de los estudiantes de manera que se permita transcender las miradas culpabilizadoras y justificadoras de los sujetos en situación de riesgo o vulnerabilidad social, hacia unas miradas más amplias con el fin de aportar a la prevención.

Retomando la idea anterior, las problemáticas a trabajar pueden y deben ser también problemáticas  que aporten a una cultura de la prevención y que deben transitar por propuestas lúdicas y con sentido, no hacer por hacer, sino confiando en que las construcciones permitan alcanzar las  metas previstas en el marco pedagógico que son consideradas. Cuando nombramos el hecho de abordar problemáticas desde la perspectiva de la prevención, referimos la necesidad de potenciar habilidades sociales que permitan a niñas, niños, jóvenes y sus familias ampliar sus herramientas internas para afrontarlas.

Para finalizar cabe mencionar que uno de los aspectos indispensables a tener en cuenta es lo referente a las formas de evaluación, si bien en las escuelas y en el sistema educativo se busca el ideal de una formación contextualizada para los estudiantes, no podemos obviar el hecho de que las pruebas y formas de evaluación no permiten en su mayoría grandes innovaciones en las formas tradicionales de educación, lo vivencial y las habilidades sociales y políticas alcanzadas o desarrolladas por medio de tales metodologías no son medibles en su totalidad en pruebas estandarizadas y que pretendan responder a criterios internacionales de evaluación. Queda ahí otro aspecto por atender y nuevos retos por asumir en la construcción de escuelas contextualizadas para que el tejido social se de en el disfrute de los derechos y deje de ser teoría para  convertirse en vivencias.

Autor: Ángela Cardona

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