¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA?

¿Es lo que subyace en el interior de cada individuo, y desde donde la irracionalidad hace emerger las ideas?, ¿descontextualizadas?, ¿disociadas en la eterna dualidad que impera en el hombre?, para preguntarse, todo el tiempo, ¿pensar o sentir?, ¿qué es más importante: ser sabio o ser feliz?, ¿independencia o sujeción? Ambivalencia que acarreó la búsqueda de establecer un imperativo que lo determine, bajo un nuevo paradigma. Hasta que aparezca uno nuevo, para comenzar otra vez con la misma búsqueda cíclica, o lineal, ajustable al individuo o reguladora de vida.

Hasta que otra vez surge una nueva pregunta: ¿por qué hay que determinarse, catalogarse? ¿Por qué no hemos de unir esa ambivalencia que sí nos define? Filosofía, conocimiento para discernir, saber, ciencia para comprender el exterior y dominarlo. ¿Qué es esta búsqueda sino intrínseca expresión del ser humano, más allá de que la acate o no? Siempre está viva porque vive en cada pensamiento viviente y en las más logradas abstracciones de grandes pensadores. ¿Es el despertar o el emergente de una nueva cultura? ¿Es el búho de Minerva al atardecer?, ¿la reflexión posterior a la actividad o la generadora de marcos teóricos peligrosamente malinterpretados?. Filosofía es desapego, porque nuestro espíritu se despliega abandonado ante la angustiante finitud de la realidad efímera. La Filosofía es una gran sucesión de preguntas… La filosofía es ingenua, no tal vez, los que se valen de ella.

FILOSOFÍA, ¿PARA QUÉ.? Es un saber sin supuestos. Pero que se nutre inevitablemente de esquemas ya presupuestos. Sin supuestos porque las preguntas se rehacen en cada individuo, en cada ser nuevo que nace, preguntas acerca de su existencia misma, de su lugar en el mundo. Sólo utilizamos el lenguaje a favor de distinguir irrealidades en un mundo lleno de particularismos. Las ciencias que se desprenden de ella, se ocupan de esos particularismos sin dejar de necesitarla.

La filosofía puede además abismarse en los vericuetos más intrínsecos de los costados de las cosas y para quien la encuentra y logra comprender su sentido adquiere esa noción de búsqueda por el saber, por comprender los diferentes aspectos de las palabras. Un modo de explicar realidades internas y algunas externas.  Aunque resulte pretencioso intentar explicar la realidad en que estamos inmersos, al menos el preguntarnos nos ayudará a comprenderla un tanto más. La visión que tenemos del mundo, un mundo que nos patentiza la nada y el sentido de ser, que, a veces, no nos permite diferenciar, el montaje de nuestra vida, de lo real.

La filosofía nos acerca a tratar de entender en realidad qué es la realidad. no puede retroceder, porque, no quiere ni puede dejar de aprehender, de pensar el mundo circundante, que no es otra cosa que filosofar. Ella nos muestra la esencia de las cosas, el sentido incluso de la estética, del arte que fluye aparentemente de la nada y hacia el devenir eterno. Es a partir de ella que centramos el mundo en el ser, en el hombre, en el sujeto. La que nos dio la apertura de animarnos a mirarnos a nosotros mismos.

Desde el día en que aquel hombre feúcho deambulaba por su ciudad preguntándose y preguntando por qué los dioses decían que él era el más sabio, siendo que consideraba no saber nada, y llevó a una civilización que aún hoy vive como él comenzó a pensarnos. Porque quizás demostró en su muerte, más que en su vida, coherencia con sus pensamientos, al beber la cicuta. COHERENCIA que el hombre necesitaba para seguir sin la protección de sus dioses. .

Subjetividad que adquiere la personalidad, la transfiguración que toma un individuo en el transcurso de su vida, el conjunto de un sistema responsable de todas sus conductas o comportamientos. Personalidad atemporal, dinámica, pero que a pesar de ello conserva dentro de sí continuidad, eso que solemos llamar identidad. Como nos diría Heráclito, las aguas en que nos bañamos, siempre son otras, aunque por ello no dejan de pertenecer al mismo río. No es homogénea, es cierto, coexisten conflictos y contradicciones, que se distinguen por sus pautas más habituales o predominantes. Afectada por causas externas conscientes o no, persigue una finalidad, la de mantener o recuperar el equilibrio orgánico.

Quizás fue buscando satisfacer esas necesidades, que el hombre, a través de la racionalización ha entrado en contacto con la ciencia y la tecnología. Conocer cómo funcionan las cosas, nos permite observar sus regularidades, y establecer una ley para tornarlas previsibles, puesto que, una vez que conozco esas leyes pudo dominar su entorno natural dando origen a una nueva pauta científica. La psicología ha estudiado pautas de conducta y en la medida que los intereses funcionalistas se lo requirieron, se sostuvo bajo las pautas científicas de la física. Y así también introdujo la idea del ser como objeto previsible.

En el mundo griego, antiguo, el hombre estaba inmerso en la naturaleza, y le temía. Sus inquietudes, cuando comenzó a tenerlas, estaban centradas en la comprensión del universo en general, dando origen a la etapa cosmológica, la comprensión llegó, en ese momento, a través de la explicación mitológica, la vida estaba determinada por los dioses y el tiempo no era lineal como lo entendemos ahora sino cíclico.

Luego esta explicación no fue suficiente y el hombre comenzó a independizarse de la perversión, (que él mismo le había adjudicado) de sus dioses, comenzando un período de competencia entre los primeros pensadores para determinar el origen de todas las cosas (argé), el cual fue buscado en una sustancia material, un elemento tomado de la naturaleza, por eso son llamados actualmente físicos o naturalistas. Había comenzado la etapa racional (logos). Posteriormente aparecieron los sofistas, maestros en el arte de la retórica, necesarios para educar al ciudadano ante la preparación que exigían los requerimientos políticos de la época, (S. V a. c.). Este es el escenario en el que aparecen las figuras de Sócrates, Platón y Aristóteles, y con ellos el concepto, naciendo así la filosofía.

En el mundo medieval el centro es Dios, la naturaleza se subordina al hombre y el hombre a un único creador. Es un Dios revelador, revelador de la verdad a través de la Biblia, el principio y el fin están determinados. Aparece la idea de Creación a partir de la nada, el principio de autoridad suprema al centralizarse la adoración monoteísta, la cual se atiene a las Escrituras y a la filosofía neoplatónica y aristotélica, y el renacimiento del mundo greco-romano. Surgen allí las Universidades, en los claustros monásticos, en las catedrales.

En el mundo moderno el hombre se halla sujeto a la razón, con una mirada distanciada de las cosas, y la naturaleza es el objeto, al que pretende dominar, apareciendo la ciencia, ya Descartes había propuesto la duda metódica, donde aparece el sujeto que propone investigar, ya no hay verdades reveladas, todo es cuestionable, la razón va a centralizar el mundo moderno y el hombre se va a sujetar a ella como autoridad máxima irrefutable.

Pero incluso Descartes en su introspección, nos dice: “el orden de las representaciones ha de desarrollarse de tal manera que genere certeza, mediante una cadena de percepciones claras y distintas”, cuando habla de desvincularse del mundo exterior para lograr la internalización de las sensaciones, apropiándonos de las ideas que éstas generan, algo que Descartes ya había vislumbrado como Charles Taylor explica: “ …el mundo material en este caso incluye el cuerpo y llegar a ver la verdadera distinción, requiere desvincularse de la actual perspectiva encarnada…es necesario objetivar el mundo incluyendo en ellos nuestros propios cuerpos, y eso significa lograr verlos de la manera que los vería un desinteresado observador externo”.(Charles Taylor, “Fuentes del yo, Interioridad, Cap. 8, Pág. 160). Aunque no fuera ese, en principio el propósito de Descartes, se proporcionó a sí mismo una certeza…

Con esto, creo que, desde mi, puedo generar, si me atengo a un método lineal de pensamiento apropiado, la certeza de proporcionarme a mí mismo, la capacidad de comprender que mi accionar proviene desde adentro. Luego del giro copernicano dado por Kant, donde por primera vez, aparece la figura de un sujeto activo en la posibilidad de conocer (construyendo mediante un proceso) al objeto, fue un vuelco reflexivo, sí, aséptico, pero la seguridad de creer sólo en los sentidos, que provenía de la pequeña isla Sajona, no había perdido fuerza. Más, la imperante Ciencia, propone un ascenso ilimitado en la nueva propuesta del S. XIX, (rodeado por un contrastante romanticismo), que ordenaba obtener del pensamiento el alcance de la funcionalidad, para lograr el ensamble necesario en ese entorno tan prometedor.

El hombre contemporáneo erradica de su horizonte la muerte. La temporalidad continuaba siendo lineal, pero ascendente, como imantada por el progreso inventado por el hombre, un nuevo concepto que lo proyecta hacia un futuro sin límites, y que lo hace olvidar por momentos de su finitud. Pero hoy, en el siglo XXI dentro de la postmodernidad, el conocer esa finitud de ser, el saber que el sujeto ya no está sujeto a nada, el ser desvalorizado, la vida sin unicidad y sin sentido, cierto nihilismo subyacente, provoca en el individuo la precipitación de su fin, autodestruyéndose, o en el mejor de los casos, sumergiéndose en atracones de vida, devorándolo todo, eternizándose en una adolescencia prolongada, aparentemente cómoda y completa.

En el siglo XIX Nietzsche, había hablado del hombre y sus perspectivas y se permitió revalorizar la vida desde lo estético, sintiéndose, antes que pensándose: “Necesitabas hacerte dueño de ti mismo, dueño también de tus propias virtudes. Antes eran ellas tus señoras, pero ya no tienen derecho para ser más que instrumentos” (“Humano, demasiado humano”, Pág. 6, México, 1994). Puesto que propone socavar a la virtud, antes que esclavizarse frente a ella.

Desestructurándose para dar paso a la transformación que sin presiones, sufren los espíritus creadores, sin códigos que no sean más valederos que la propia vida, porque si Descartes dijo: “Pienso, luego existo” ¿Significa esto que un ser alineado, impedido de su racionalidad, no tiene derecho a la existencia? ¿O la vida de esa criatura, para Descartes era sin valor?, la vida racional prevalecería ante cualquier otra, y el Dios de Descartes no podría crear algo imperfecto, ¿acaso no podría ser esa criatura, un ser plausible de generar una obra creadora que conmoviera al espíritu humano?.

Y si para Sócrates era más importante el concepto de la verdad, que el hombre mismo, el concepto de amistad más que la vida. La virtud, entonces, así entendida ¿prevalecería más? La abundancia de actitudes dañinas en la sociedad, no es más que la muestra de una sociedad enferma, las actitudes humanas pueden dañar a terceros, e incluso el espíritu genera flagelo a su propia alma, este problema que es ocasionado por el mal, ¿dónde se origina?, ¿sólo es un intento compensatorio del yo?, el mal ocasiona un desequilibrio interior, el problema queda instaurado cuando el sujeto siente la necesidad de salvaguardar el ego lastimado, o surge la baja autoestima, que no es sino una forma enmascarada de necesidades ocultas pero latentes de restituirse…o infinidades de huecos que posee, y la sociedad, como un adolescente, cree que por carecer, adolecer, tiene derecho a cualquier actitud irresponsable, atentando incluso contra su propia especie, especie que expectante como civilización al borde del abismo no sabe hacia dónde dirigirse ¿creer en Dios?, ¿en la razón?, ¿en sus instintos…?”

Escritor: Alcira Mabel Ardiles