Introducción : El presente trabajo se divide en dos partes, la primera propone un recorrido por algunos de los conceptos que Austin, Searle y Grice aportaron  a la Pragmática con sus estudios e investigaciones. La segunda parte esta dedicada a la reflexión sobre algunos de los conceptos que estudia la Sociolingüística.

 Pragmática

 John Langshaw Austin comienza a estudiar el lenguaje cotidiano u ordinario alrededor de los años 40´. Actualmente sus estudios no son sólo influyentes dentro del campo de la lingüística sino especialmente dentro de la filosofía del lenguaje pues él no era lingüista sino justamente filósofo. Si bien el autor no habla explícitamente de la pragmática sin embargo podemos incluir sus investigaciones en esta disciplina.

Propuso la tesis de que el lenguaje que utilizamos en la vida cotidiana es una herramienta que el tiempo ha ido puliendo y lo ha convertido útil a los fines para los cuales se lo emplea (actos de habla: discurso = acción). Sostiene que la base de cualquier lenguaje filosófico-científico debe ser el lenguaje corriente.

Por otra parte realiza la distinción entre oración y enunciado. Manifiesta que la verdad o la falsedad no son propiedades intrínsecas de las oraciones sino de los enunciados. La oración, por su parte, es un tipo de estructura gramatical abstracta pudiendo ser correcta o incorrecta. En cambio el enunciado es la realización concreta de una oración emitida por un hablante en una determinada circunstancia pudiendo ser adecuado o inadecuado. A partir de esta distinción construye la teoría de los enunciados realizativos. Estos tienen las siguientes características: desde el punto de vista gramatical son oraciones declarativas que van en 1º p. del singular del presente de modo indicativo. Además sostiene que los enunciados realizativos se utilizan para llevar a cabo diferentes tipos de acciones, más o menos ritualizadas, proponiendo así una serie de condiciones para que puedan llevarse a cabo:

– los procedimientos deben incluir la emisión de determinadas palabras.

– los participantes deben actuar en la forma requerida y deben seguir todos los pasos necesarios. También deben albergar ciertos pensamientos o disposiciones de ánimo con respecto a lo que dicen y deben comportarse de acuerdo con tales pensamientos.

– las personas y las circunstancias deben ser las apropiadas para el procedimiento. La emisión y el acto realizado, de lo contrario, pueden fracasar y se trataría entonces de  enunciados “infortunios” y de allí la teoría. Ahora bien, también según las condiciones que no se cumplan, el infortunio será diferente: si falla el procedimiento, el infortunio se denomina de “mala apelación al procedimiento” y si fallo está vinculado a que los pasos requeridos fueron llevados a cabo de manera incorrecta se llama “mala ejecución del procedimiento”.

Sostiene que no presentan interés únicamente los enunciados descriptivos y propone para ello una clasificación: enunciados constatativos que son los que utilizamos para describir cosas y los performativos que constituyen sólo actos, es decir no describen

Estamos frente a un enunciado realizativo siendo acertadas las palabras pronunciadas en el momento adecuado con las personas correctas. Entonces lo que confiere propiedades especiales a los enunciados realizativos no es su carácter de descripción sino su carácter de acción. El ejemplo también cumple con las características que propone Austin: se trata de un enunciado declarativo que está en 1º p. del singular del presente del modo indicativo.

El autor, por otra parte, elabora una tricotomía con respecto a los actos de comunicación. Sostiene que en cada acto de habla hay otros 3 actos que se realizan simultáneamente: el acto locutivo, el ilocutivo y el perlocutivo.

El acto locutivo es el que se lleva a cabo por el mero hecho de decir algo. Es la emisión de ciertos ruidos, de ciertas palabras en una determinada construcción y con un cierto significado. El acto ilocutivo está relacionado con la intención (fuerza ilocutiva)  apoyando o resaltando determinadas palabras (entonación, volumen). Y el acto perlocutivo se refiere a los efectos producidos.

 El acto locutivo es la realización de este diálogo y va acompañado de actos ilocutivos y perlocutivos. El acto ilocutivo es la fuerza que por ejemplo usa el personaje masculino al reiterar, en el 2º cuadro, “claro que sí, claro que sí” dándole “fuerza”, énfasis a su afirmación. El efecto logrado (acto perculotivo) no es exactamente el deseado pues el emisor no logra atrapar a su interlocutor ya que ni siquiera éste recuerda correctamente su nombre.

 John Searle propone en 1959 una teoría originalmente basada en los principios que había formulado Austin.  Continúa su camino para elaborar una teoría del lenguaje unida a una teoría de la acción. Desarrolla el análisis de Austin sobre los enunciados de acción o preformativos aunque se centró en los actos ilocutivos.

 –        Elio ve fútbol habitualmente.

–        ¿Elio ve fútbol habitualmente?

–        Ojalá Elio viera fútbol habitualmente.

–        ¡Elio ve fútbol habitualmente!

Si bien encontramos el mismo contenido proposicional, lo que cambia es la fuerza ilocutiva de cada uno siendo una afirmación, una pregunta, una expresión de deseo y una orden.

Searle afirma que el hecho de hablar es un tipo de conducta gobernada no sólo por reglas gramaticales sino también por aquellas que regulan el hecho de hablar. Considera, además, que dominar o saber un lenguaje es haber aprendido esas reglas y tener control sobre ellas. Cada vez que se emite una oración, esa emisión constituye un acto de habla que incluye hacer afirmaciones, pedidos, promesas, dar órdenes, advertir, etc. Para realizar correctamente una petición es necesario que el oyente pueda realizar la acción solicitada y que el hablante crea que el oyente pueda realizarla. Estas son las condiciones preparatorias a las que alude el autor.

En ese acto de habla se pueden individualizar 3 actos simultáneos: el acto de emisión, el proposicional y el ilocutivo.

El acto de emisión es la pronunciación de morfemas, de palabras. El acto proposicional consiste en identificar entidades y predicar algo sobre ellas. Y el acto ilocutivo enmarca la intencionalidad de eso a lo cual se refiere y/o se predica (preguntar es un intento de esclarecer cierta información, agradecer pretende ser una expresión de gratitud).

También el autor trata el problema de los actos de habla indirectos. Sostiene que una emisión lingüística puede tener un significado literal (secundario) y otro indirecto (principal).

  A partir de esta imagen podemos observar que el protagonista diferenciado no está transmitiendo una información sino manifestando su deseo imperioso (que parte del estado de ánimo, al parecer está enojado y gritando) apelando a la competencia del lector que debe interpretar uniendo la marca de su remera con el slogan habitual que dicha marca utiliza en sus propagandas para llamar la atención del futuro consumidor. Este es el significado principal y constituye, por lo tanto, un acto elocutivo indirecto.

 Herbert Paul Grice es conocido por sus contribuciones a la filosofía del lenguaje en el ámbito de la teoría del significado y de la comunicación. Parte del principio de cooperación y sostiene que la comunicación entre 2 o más personas sólo puede funcionar en la medida que ambos participantes (hablante y oyente) estén dispuestos a cooperar. Sostiene, además, que el lenguaje es una especie de negociación por ende hablar es llevar a cabo una tarea de cooperación. Dejar de hacerla, pues, resulta prácticamente imposible. Manifiesta, sin embargo, que si uno de los 2 participantes no coopera pueden producirse mensajes insultantes. Elucida, también, que uno de los interlocutores puede interpretar que el otro no está en condiciones de cooperar. Esgrime, por último, que la conversación termina por un común acuerdo.

Este principio abarca 4 máximas y para formularlas toma las categorías de Kant: cantidad, calidad, relación o relevancia y manera.

La máxima de cantidad se refiere a la cantidad de información que se provee. Tiene, a su vez, 2 submáximas: que haya tanta información como sea requerida y que no haya más información que la requerida. Esta máxima se encuentra muy entremezclada con la de relevancia y es la que provoca más problemas.

La máxima de calidad propone que las contribuciones hechas por los hablantes sean verdaderas. Tiene, además, 2 submáximas: no diga lo que cree que es falso y no diga aquello para lo que carece de evidencia adecuada.

La máxima de relación postula “ser relevante”. Es muy arduo definirla pues implica determinar qué es relevante y qué no. Debemos observar, también, cómo cambia la relevancia en el desarrollo del discurso y qué señales lingüísticas se utilizan para señalar dichos cambios.

La máxima de manera o modo está relacionada no tanto con lo que se dice sino en cómo se lo dice. Tiene, asimismo, 4 submáximas: evite la oscuridad de expresión, la ambigüedad, sea breve y organizado.

 

 La máxima de cantidad está dada por la información brindada que no es más que la requerida como respuesta a algo que creemos es una venta telefónica. Si bien no podemos evidenciar que el teléfono ofrecido sea excelente (se carece de evidencia adecuada) el emisor igual cree en la palabra del que lo llama y de igual manera es amable y cree en su ofrecimiento (máxima de calidad). Las contribuciones hechas por los hablantes parecen ser verdaderas.

La máxima de relación es adecuada ya que si bien cree en la palabra, agradece pues no parece necesitar el producto ofrecido y se remite a ser relevante en su contestación siendo breve y conciso. Y la máxima de manera se cumple pues se adecuada a las submáximas: evita la oscuridad de expresión, la ambigüedad, es breve y organizado.

Cuando el hablante no respecta alguna de las normas exigidas por el principio de cooperación, el oyente podrá pensar que se trata de una estrategia y que el principio se respeta pero a través de un camino indirecto, es decir que parece decir una cosa pero dando a entender otra que el interlocutor tendrá que inferir. El autor a esto lo llama implicaturas conversacionales no convencionales. Como ejemplo podríamos nombrar las ironías.

Escritor: Belén Milani

Los comentarios están cerrados.