Una inesperada llamada telefónica me despertó pasada la media noche, ¡Condenado Ring-Ring, que no calla nunca!…Rápidamente me levante de la cama, cubri mi cuerpo con una manta y bajé las escaleras tan rápido como pude… ¡Alo, alo! ¿Quién habla? …Tras el auricular; Mónica, mi hermana menor. Al escuchar su voz entrecortada y nerviosa sentí mucho miedo, y como la paciencia no es una de mis virtudes, Le pregunté de golpe ¿Qué es lo que está pasando Mónica, dímelo de una vez? Cony_ Tranquila _Repetía una y otra vez. ¡Está bueno de tranquilizarme! No vez que más me exaltas! ¡Dime de una vez, por amor a Dios!, ¿Qué es lo que sucede? Tras un suspiro profundo me comenzó a echar todo fuera de “golpe y porrazo”… _Cony a nuestro hermano mayor lo han encontrado muerto en su departamento_ ¿Qué, muerto Ángel? ¿Y cómo? ¿Qué paso?, ¡Se suicidó…Hermana!, Ángel ¡Se quitó la vida! _ Con notorio estremecimiento.

Dijo: ¡Se ahorco, Cony, ése disparate hizo!… ¿Puedes creerlo?… Sentí que me desmayaría por la impresión, mi mano sin aviso comenzó a buscar la silla que siempre estaba cerca de la mesita del teléfono, en lo tenue de la luz de una lámpara y sin soltar el fono, hallé el respaldo, bajé lentamente por él hasta llegar al asiento y caí completamente deshecha en él…Mientras el teléfono continuaba transmitiendo detalles macabros de lo sucedido, mis oídos solo escuchaban un zumbido muy agudo y nada más, atine únicamente a preguntarle a Mónica dónde sería velado el cuerpo de mi fallecido hermano.

Si hubiera respirado hondo para calmar mi ímpetu, la situación sería diferente. Por fin llegue al dormitorio, al pie de mi cama veo muy estirado un vestido negro que resaltaba sobre el fondo blanco que cubría mi lecho, No era momento de cuestionarse nada, así que lo dejé caer en mí, calce unos zapatos cómodos, bajé las escaleras extenuada, despeinada y enredando mi vestido en cada escalón, llegué al teléfono, pedí un taxi y mientras lo esperaba, me senté nuevamente a seguir condenándome por el actuar de aquella vez.

Llaman al puerta…me levanto de mi asiento y abro; es el chofer del móvil, alcanzo mi cartera y cierro bruscamente la puerta, algo me impide el caminar me volteo y noto que mi vestido se había enganchado al salir, atine solo a tironearlo con fuerza, un trozo de éste se desprende, no tenía tiempo ni cabeza para devolverme a cambiármelo así que decidí seguir, con casi la mitad de mi vestido roído, subo al auto e indico al hombre el destino, en el trayecto nada se habló. La gélida noche creaba un paisaje cada vez más lúgubre. Aquel auto parecía volar por las calles vacías. Al llegar a destino, quede paralizada, totalmente inmóvil, sé que tenía que bajar y afrontar el aquí y el ahora, una mano cálida me ofrecía salir del vehículo, con gran esfuerzo me tome de ella y bajé. Frente a mí, la calle Portugal con la numeración indicada, mientras él vehículo desaparecía ante mis ojos, suspire muy hondo, agotada de pensar en cuánto debería sobrellevar de aquí en adelante. Toque a la puerta de aquella casa y ahí me quede a la espera… Rígida como una tabla.

El viernes lo deje bien y llego este lunes al departamento como siempre a limpiarlo y lo encuentro muerto”_ Declaraba_ aviva voz la señora Carmen quien tres días por semana aseaba el departamento de Ángel. “Ahí estaba él…_Proseguía con su relato “colgao” el caballero en ese oscuro clóset al lado del gomero que yo le regale”_ Decía, sollozando, ¡Pobrecito!, siempre tan solito aparte de mí y una que otra chiquilla que lo venía a ver por las noches, estaba siempre solo, más solo que un perro sarnoso y lombriciento y ¡tan bueno que era Don Ángel!… Aunque no me terminó de pagar la semana _Repuso_ ¿Quién me cancelará esos días? _Miraba buscando repuestas, los rostros la esquivaban con desprecio, obviamente “no ha lugar “su petición.

Por la casa pululaban unos parientes, de aquellos que solo vez en los velorios y que siempre lloran en los funerales. Recordaban ellos la última vez que había estado con el occiso, y murmuraban sobre lo altanero que era y lo poco equilibrado que lo encontraban, se jactaban en análisis fríos de la situación, concordando en la absoluta recriminación del hecho. Sentí terribles ganas de huir de aquel lugar, fue entonces que por fin mis ojos revelaron la presencia de mi querida Mónica, nos abrazamos fuertemente, nos miramos con ojos aguados e hicimos un ademan de negación por lo sucedido…

Escritor: Carola Pizarro Pizarro»

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