ACTIVIDAD FISICA, EJERCICIO Y SALUD – 3 parte –

La evidencia científica destaca la importancia de la práctica de actividad física de forma regular, para favorecer y optimizar la salud de la sociedad. Esta indicación generalizada es contradictoria, ya que la tendencia de los países industrializados es la de ser cada vez menos activos. El cociente resultante de la ingesta calórica y la gasto energético diario, es cada vez mayor en los países desarrollados.

En el caso de España, según los datos de la última encuesta sobre los hábitos deportivos de los españoles, referidos al año 2005, realizada por el señor García Ferrando y editada por el Consejo Superior de Deportes (2007), un 63% de la población general no realiza ningún tipo de actividad deportiva. El aumento dramático en la prevalencia de la obesidad y sobrepeso, condicionan la aparición de las enfermedades propias de las sociedades desarrolladas, incluyendo la hipertensión arterial, la enfermedad cardiovascular, la diabetes mellitus no insulinodependiente, el cáncer y la depresión.

A pesar de la mayor conciencia en promocionar la actividad física para la salud, la mayoría de estudios no precisan la relación entre dosis de actividad y la respuesta que produce en el organismo. Esta relación es compleja de determinar, ya que es una variable que interactúa vez con otros componentes conductuales relacionadas con la salud, como es el caso de la dieta, el consumo de alcohol y el tabaco.  Por este motivo hay que diseñar estudios científicos en esta línea para determinar la dosis de actividad óptima para mantener y mejorar el nivel de salud en diferentes grupos de población. Este hecho implica concretar las características de la actividad física, incluyendo: tipo, forma, intensidad, frecuencia, duración, la progresión, la forma de mantenimiento y la interacción con el estado nutricional y el impacto que supone con la salud en el transcurso de los años.

Es del todo necesario elaborar e incorporar nuevas guías adaptadas a grupos de población en estados de salud o de enfermedad. Las guías deben tener la capacidad de adaptarse de una forma global al grupo y finalmente, a los individuos en particular. Esta propiedad implica que en un inicio se identificarán las características del grupo, determinar unos objetivos realistas de la intervención, y, posteriormente calibrar cada uno de los factores que determinan las características del ejercicio físico, en cada caso en particular. Además, hay que considerar cualquiera de las contraindicaciones a la práctica de ejercicio físico, ya sean, (absolutas y permanentes, absolutas y temporales, parciales y permanentes o parciales y temporales). Estas contraindicaciones están incluidas en el manual de la ACSM (32), y se han identificarse con la revisión médica. Para poder adaptar el programa específicamente a cada caso en particular, hay que abrir la historia física del participante donde se adjuntan los objetivos del programa, se recogen los resultados de la batería de tests de aptitud física, los resultados cuestionarios de calidad de vida, … Todos estos factores son determinantes a la hora de elaborar el programa y calibrar la dosis de ejercicio del participante. Cabe decir que el diseño de los programas de ejercicio físico, exigen la plasticidad y adaptación en base a los cambios que puedan surgir de forma individual.

El Colegio Americano de Medicina Deportiva (ACSM), el Departamento de Salud y Servicios humanos (DHHS), el centro de prevención y control de las enfermedades (CDC), y el Instituto Nacional de Salud (NIH) de los Estados unidos junto con la evidencia epidemiológica y experimental y el consenso de epidemiólogos, expertos en la ciencia del ejercicio y los profesionales de la salud de todo, después de años de investigación, certifican que la inactividad es un factor de riesgo en la salud pública y aportan dosis de actividad física que mejora la salud.

El DHHS (1996), ha determinado la relación óptima en la tipología y características que definen la actividad física para lograr una mejora en la salud de la población. Aconseja la práctica de actividad física de intensidad baja a moderada, ejecutada de forma frecuente. Un programa de estas características mejora la salud y el bienestar general de la población de forma cualitativa, aunque el rendimiento físico no mejora de forma significativa. Asimismo, considera esencialmente importante la práctica de la actividad física en poblaciones especiales, destacando el grupo de enfermos crónicos, como el tratamiento de la patología cardiovascular, la diabetes mellitus, la patología pulmonar, el último estadio de la patología renal, patologías óseas degenerativas y en un gran número de desórdenes psicológicos como es el caso de la depresión.

En una guía de actividad física dirigida a la población adulta y editada por CDCACSM (34) que recoge el estudio de Pate, E. (1995), el cual se recomienda una dosis de 30 minutos de actividad física moderada, todos los días de la semana, en una sesión individual o acumulando sesiones múltiples de al menos 8-10 minutos. La idea de acumular la actividad física en períodos en el transcurso del día ha sido incluida en las recomendaciones de CDC y del ACSM, también el NIH en la conferencia referente a la actividad física y la salud cardiovascular. Entre la población joven, la intensidad al inicio puede ser del 60% del consumo máximo de oxígeno (VO2 Máx), para la población más grande, sin problemas detectados la intensidad recomendada es del 50% de VO2 Máx, mientras que, en los grupos de población en baja forma física o en estado de convalecencia se recomienda no sobrepasar el 40% de VO2 Máx.

Autor: Manuel Rozalen