Algunas implicancias psicológicas de la educación familiar en la formación de la subjetividad infantil

 Para dar respuesta a estas preguntas es importante destacar que durante el desarrollo de la infancia, los niños suelen ir moldeando e incluso determinando diferentes conductas como respuesta adaptativa en función de aquellos comportamientos que los adultos elogian o castigan. En general, los lineamientos que imparten los mayores suelen basarse en normas culturales sobre lo que es aceptable o no en una sociedad determinada.

Esta temática cobra vital importancia en el surgimiento de la subjetividad individual como así también en la formación de patologías ya que, el envió de mensajes contradictorios a los niños en etapas de desarrollo, influye negativamente en la formación de una identidad e imagen sana. Lo anterior no tiene la intención de culpar a los adultos que integran la sociedad actual, ya que es sabido que la mayoría de los padres y tutores intentan educar a sus hijos de la mejor manera posible y con los conocimientos y saberes que tienen en el momento, pero quizá resultaría necesaria una mayor información de los efectos que podrían tener determinados mensajes parentales en la formación de la subjetivad infantil.

Ahora bien, ¿qué se puede hacer? Es importante responder a esta pregunta de una manera responsable, ya que cada niño y dinámica familiar es única y particular, y no existen recetas generales para educar. Al respecto, es sabido que a lo largo de la historia muchos autores han recomendado e hipotetizado una serie de sugerencias para abordar la compleja temática de la educación del infante. En este artículo se rescatarán aquellas indicaciones que apuntan al fortalecimiento de la subjetividad del menor y que fomentan un desarrollo saludable. Así también se excluyen del presente análisis los casos referidos a patologías tales como psicopatías, psicosis, entre otras; por parte de un adulto que tiene a cargo un menor.

Es necesario destacar que los padres o tutores afrontan diversos desafíos y frustraciones en la crianza de los hijos. Estos últimos, debido a su inmadurez, suelen estar centrados en sí mismos desplegando una serie de actitudes que pueden ser experimentadas por los mayores como egoístas y desinteresadas. Por lo tanto es de vital importancia que los progenitores a cargo puedan analizar los sentimientos que les inspira el niño, ya que muchas veces existen situaciones que reactivan experiencias pasadas relativas a la propia historia vital de los padres.

Entre las principales recomendaciones que se les puede brindar a los adultos, se encuentra el evitar la culpabilización del niño, ya que éste se encuentra en una etapa de aprendizaje y es muy probable que tenga múltiples equivocaciones a lo largo de su crecimiento. Al respecto, creo necesaria la corrección de las conductas inapropiadas, pero siempre resaltando que es el comportamiento el que resulta inadecuado, y que esto no significa que el niño sea una “mala persona”. Esta diferenciación cuida el desarrollo de una identidad y autoestima saludable.

Así también, es importante intentar evitar el enojo y el control excesivo en la educación del infante, ya que con ellos se fomenta el desarrollo de la culpa, la inhibición y el miedo provocando una disminución de la creatividad y de las conductas exploratorias del niño. Lo anterior no implica la ausencia de límites, sino que hace alusión a que los mismos puedan ser definidos claramente y con coherencia para evitar contradicciones en el seno familiar; así también las normas que se establezcan deberían ser cumplidas y respetadas por el resto de los miembros de la familia. Es significativo educar desde el ejemplo, de nada sirve pregonar en contra de la violencia y dar una paliza al niño cuando este se porta mal.

Otra recomendación útil es evitar las etiquetas y apodos que puedan atentar a la identidad del infante. Al respeto son interesantes los aportes relativos al Efecto Pigmaleon (Rosenthal, 1968) el cual manifiesta que lo esperado por una persona con respecto al comportamiento de otra suele ser una profecía que lleva en si misma su cumplimiento; por lo tanto es de vital importancia cuidar la manera en que nos referimos a un niño ya que podemos estar marcando y determinando su desempeño y comportamiento singular.

Así también se rescata el inmenso valor que tiene la comunicación fluida en el entorno familiar, a partir de un diálogo en donde los adultos puedan expresar lo que esperan del menor, como así también escucharlo para conocer sus inquietudes, miedos y deseos. Por otra parte, es recomendable alentar a los adultos a no culparse a sí mismos si en algún momento se pierde la paciencia, ya que la crianza de un hijo es una etapa de aprendizaje para toda la familia y puede generar mucha ansiedad. Al respecto, es necesario comprender que si esta actividad se torna frustrante siempre es posible y saludable buscar ayuda externa. Muchas veces los padres cargan con su propia historia personal, la cual es importante analizar para no repetir experiencias pasadas y poder dar rienda suelta a una nueva y saludable historia generacional.

Para finalizar, es interesante resaltar que la educación de un niño no solo atañe a su núcleo familiar, sino que involucra desde una visión holística a toda la sociedad en general. Para ello sería muy productivo poder analizar en otra oportunidad, los mensajes que se imparten desde otras instituciones, a saber: escuelas, iglesias, clubes, entre otros; los cuales desde otra postura e involucramiento participan en la construcción de la subjetividad y desarrollo de la identidad en el niño.

 Bibliografía consultada:
– Marcelli, D. “Psicopatología del niño”. Masson, 1996.
– Casarjian, R. “Perdonar, crecimiento personal”. Urano, 2005.

Escritor: María Gabriela Rivera