Otro de los elementos a tener en cuenta en el análisis económico del período actual de crisis en España es el decrecimiento en los créditos para al consumo, destacándose el año 2009 como uno de los peores años de la historia. Los nuevos préstamos concedidos para este fin se redujeron un 42% respecto a 2007, año que alcanzaron su máximo. Las proyecciones económicas pesimistas y el miedo a quedarse sin empleo apuntan a que las familias ahorren. De hecho, el repunte de la tasa de ahorro de los hogares durante 2009 se produjo, principalmente, por la reducción en un 5,5% del gasto en consumo final. Todo ello disparó la tasa de ahorro de las familias a niveles récords históricos, en 2009 cuando alcanzó el 18,8% del ingreso disponible, máximo anual reportado desde el año 2000 y 5,9 puntos superior a la de 2008 (Banco de España, Boletín Mensual, septiembre de 2009).
Así mismo el 2010 estuvo marcado por un endurecimiento en la oferta de préstamos al sector privado, sobre todo a empresas, así como en las operaciones a largo plazo. Esta situación se hizo evidente con el encarecimiento en un 27%, de los préstamos de más de un millón de euros para las empresas en el período mayo-junio de 2010. En estos años de crisis la demanda de las compañías para financiarse no se ha detenido, fundamentalmente dada la necesidad de reestructurar sus deudas. En 2009 los créditos a las empresas se mantuvieron contraídos y en junio de 2010 cayeron un 2,1%. Ante esta problemática el Banco de España ha señalado que este encarecimiento está provocado por el deterioro que sufren los bancos y las cajas españolas en el acceso a la financiación. En este sentido se debe tener en consideración que el mercado interbancario no funciona y la emisión de bonos está casi cerrada para la gran mayoría de las entidades españolas (Banco Central Europeo, Informe anual, 2010).
La combinación de la actual crisis en los mercados de crédito y la marcada dependencia española del mercado inmobiliario, que propició más de una década de crecimiento económico por encima de la media de la zona euro, ha tenido un final abrupto. En esta dirección hay que señalar que la deuda hipotecaria representa las tres cuartas partes del endeudamiento total de las familias españolas. Las cifras son alarmantes: la deuda hipotecaria de los hogares españoles en el primer semestre de 2010 ascendió a más de 684 mil millones de euros, récord histórico desde 1996. Específicamente en el mes de junio, la deuda hipotecaria creció en casi 12.000 millones de euros, el mayor incremento de los dieciocho meses anteriores a esa fecha. Es notable que la caída del consumo de los hogares y el endeudamiento de estos, han puesto al descubierto los problemas de competitividad de la economía de España (ABC.es, 2010).
Actualmente, España es la tercera economía del mundo con mayor endeudamiento, por detrás de Reino Unido y Japón. Los hogares y empresas productivas tienen contraída una deuda que suma un 230% del PIB, el equivalente a 2,3 millones de millones de euros. Por su parte, la deuda de las empresas financieras llega al 107% del PIB, en tanto, la deuda total de la economía española asciende a casi cuatro millones de millones de euros.
Los resultados del sector externo, del cual depende más del 50% de la producción nacional y el consumo, también fueron negativos durante etapas anteriores en el crecimiento económico. Se descuidó peligrosamente la inversión y el poco presupuesto que existió para ello se dirigió al sector constructivo. Esto condicionó que el sector constructivo, un sector de baja productividad, creciera mucho más que el industrial en los últimos años. Las elevadas tasas de crecimiento de la construcción no tenían comparación con las de la mayoría de los países del área, no obstante, el ahorro dirigido al sector constructivo fue en detrimento de las inversiones en otros sectores importantes como es el caso de la industria. Este último elemento ha provocado que el país lleve más de 10 años perdidos en lo que respecta al desarrollo industrial (ABC.es, 2010).
En el “Informe Global de Competitividad 2009/2010”, publicado por el Foro Económico Mundial, se plantea que España ha perdido cuatro puestos en competitividad de un año a otro, tras situarse en el 2009 en el puesto 33, frente a la posición 29 que ostentaba en 2008, uno de los últimos lugares entre los países de la zona del euro. Sin embargo, otras economías la superaron, tales como la República Checa y China.
Precisamente uno de los doce indicadores en los que se basa el informe de competitividad es la innovación. En este ámbito España es el sexto país de la Unión Europea peor clasificado por el Foro Económico Mundial, sólo por delante de Lituania, Italia, Malta, Polonia y Grecia. Según el informe, la innovación en la economía española se ha reducido notablemente durante varios años y se ubicó en 2010 en el lugar 40. En España, sólo el 38% de las empresas industriales y 29% de las empresas de servicios desarrollan actividades de innovación en comparación con 41,2% y 36%, respectivamente, como promedio en la Unión Europea.
La estabilidad macroeconómica, otro de los indicadores del informe, se desplomó del trigésimo al sexagésimo segundo lugar en sólo un año (Banco Central Europeo, Informe anual, 2010).
El déficit por cuenta corriente que España sufre desde hace 11 años, está muy relacionado con la persistente pérdida de competitividad de la economía española. Hoy el país compra en el exterior más de lo que exporta. Esta situación implica la necesidad de apelación a los mercados financieros internacionales, lo que ocasiona un mayor endeudamiento. Esta urgencia de financiación resulta especialmente problemática en momentos de restricción del crédito como sucede en la actualidad.
Las cifras del Banco de España –correspondientes al cuarto trimestre de 2009- reflejan que el endeudamiento exterior se situaba ya en 1,76 millones de millones de euros. Esta cifra es la más alta jamás alcanzada por la economía española, que desde el inicio de la crisis, lejos de disminuir, ha seguido creciendo, en un 13% desde el cierre de 2007. El hecho es alarmante si se compara con los datos de 2005, lo que da como resultado que la deuda exterior de España ha crecido nada menos que un 54%, lo que representa el 168% del producto interior bruto (PIB) (FMI, 2011).
Autor: Moises Bolekia