Aproximaciones a “Hombres de caminos” de Miguel Gutiérrez Correa

Este estudio pretende ser una aproximación a los marcos discursivos de la novela Hombres de Caminos (1988) del escritor piurano Miguel Gutiérrez Correa (1940). Cuando el escritor publicó su primera novela en 1969, “El viejo saurio se retira”, una historia de adolescentes en un colegio religioso, hubo una respuesta contraproducente en el medio: la recepción no fue unánime pues el escritor lidiaba contra los intereses de la pequeña clase burguesa; sin embargo, fue señalada como la primera novela de la región que marcaba un nuevo hito en la literatura piurana; años más tarde en 1988 con la publicación de Hombres de caminos ya hubo cierto consenso por parte de la crítica y la sociedad lectora. Gutiérrez volvía a ocuparse de Piura, pero esta vez salía de los muros escolares y mezclaba su pluma con las clases populares y la variedad de conflictos de campesinos contra el sistema gamonalista, generalmente, edulcorados por los escritores regionales o aparentemente olvidados en la memoria de la gente .

“Hombres de Caminos” corresponde a la denominación que Enrique López Albújar da a los bandoleros piuranos en su ensayo de criminalística Los caballeros del delito; es así como en esta novela se narran los tiempos violentos del agro piurano ensangrentado por las rivalidades políticas y la gesta bandoleril, teniendo como escenario a la Piura de la primera década de 1900: una atmósfera llena de problemas sociales y de violencia política como el aludido bandolerismo, pero también el terrorismo de la década de los 80’s, cuyos vínculos son inevitables. Por su versatilidad temática, la novela es idónea para atravesar el estudio de la literatura propiamente dicha, la historia, la sociología, la psicología y las aproximaciones a la identidad social.

Apelando a los estudios de Mijaíl Bajtin, considero esta novela de estirpe epopéyica con un sentido mítico pero a la vez desmitificador: Mítico, porque a través de su perfil legendario nos es posible hacer de la historia de Piura un relato tan perdurable y útil (al estilo de los mitos clásicos), para estudiar la naturaleza humana; y desmitificador, en el sentido que Piura queda reducida a una narración, una pluralidad de identidades que nunca se encuentran ni se comprenden. La novela se convierte en una ficción que destruye el tópico del mestizaje como supuesto enlace armónico. Éste es representado como sucedió en sus inicios, con un claro sentido de ilegitimidad y bastardía y, por tanto, de resentimiento perpetuo hacia el asedio español, cuya “unión forzada” entre los “salvajes americanos” y los “civilizados europeos” no se entenderá jamás.

Isidoro Villar, en una representación de religión colectiva y adquiriendo un carácter social y antropológico, se convierte en la búsqueda de la identidad cultural, que comprende la tradición y la cultura ancestral. Por ello es que Villar “retorna a la región de los médanos a los que considera “sagrados”, pues al fondo de los mantos de arena impoluta yacen los cráneos, los huesos, las tumbas, con los utensilios, de sus antepasados gentiles” (HDC, 1988: 58).

Frente a la pugna de dos identidades y siendo partícipe del desequilibrio social y del predominio de la cultura “blanca”, Villar, sin embargo, “eligió ser indio, o mejor, ser fiel a la parte indígena de su linaje” (HDC, 1988: 59), porque para él, el mestizaje como bien lo sustenta Peter Elmore, a propósito de La violencia del tiempo, ya no es un enlace armónico sino una “antinomia sin salida”; por ello también la figura de Isidoro Villar es un esfuerzo heroico de comprensión de la identidad y de búsqueda de la verdad.

Villar, se convierte en un “héroe” (allí el sentido de novela épica) porque encarna -a pesar de no tener el “arte de la letra”- un proceso social en nombre de todos los parias, que lo conlleva a su conversión en bandolero, en su sentido romántico, es decir, a ejercer el robo y la violencia en nombre de ideales políticos, como afirma López Albújar en su ensayo de criminalística. Isidoro es la representación del eterno conflicto entre el pasado y el presente, la lucha de clases, la deliberación del sujeto mestizo, la lucha por la no masificación, la fragmentación nacional, etc. A diferencia de su hermano Cruz Villar quién va en búsqueda de “el nombre del padre”, Isidoro busca desesperadamente su “yo” en “nombre de la madre”.

El cruce violento de razas, la tensión que se produce cuando Cruz vende a su única hija al blanco Odar Benalcázar y, sobretodo, el escarnio público del bisabuelo Cruz Villar por orden del hacendado, se convierte en la segunda cisura de índole moral. Tenemos así la configuración de un hombre en busca de su identidad, de alguien que está confuso, perdido entre dos vertientes étnicas y trata de aferrarse desesperadamente a una rama justificatoria y salvadora. Isidoro Villar, al final de la obra, termina convirtiéndose en un personaje respetado y hasta venerado en su cortejo por los ciegos caminantes y, finalmente, se convierte en el Dios de la gente del pueblo, porque su muerte, al igual que la de Jesucristo, sirve para redimir al pueblo de la dominación española y de los abusos sociales: “¿Crees blanco, que por asesinar a mi hermano, Isidoro está muerto? ¡Cojones, blanco! ¡Isidoro Villar vive!” (HDC, 1988: 297). (HDC, 1988: 299).Por lo expuesto anteriormente, Isidoro Villar, representa el poder de resistencia frente al dominio de la alienación cultural (mestizaje), en una redefinición semántica de misticismo social.

Escritor: Erika Yessenia Aquino Ordinola