ARISTÓTELES: LA INMORTALIDAD DE LO DIVINO

Ha quedado establecido, desde hace mucho tiempo atrás, que a la ciencia corresponde prescindir de las apariencias hasta llegar a la esencia. A ella conciernen justamente las causas o el porqué de las cosas. Sin embargo, Aristóteles se pregunta: “¿Qué podría haber de superior a la ciencia y al entendimiento salvo Dios?” (Ética Eudemia, VIII, 2. 1248a27). Con el afán de llegar a vislumbrar la verdad, el hombre ha osado examinar lo más profundo de su pensamiento y se ha convertido en un intérprete de la naturaleza.

Modelo de ello es el desenlace auténtico del saber científico-teorético impartido por la filosofía aristotélica, el cual ha superpuesto a la Teología como una ciencia suprema cuyo único objeto es incorpóreo, máximamente real y máximamente inmutable. Desde sus inicios, la ciencia primera, conocida como Filosofía primera, abarcó para Aristóteles el estudio de las realidades inmateriales hasta llegar a una entidad eterna e inmóvil (Metafísica, XII, 6. 1071b4-5). A partir de la pregunta por la causa primera se trazó el camino hacia lo trascendental, y desde la particularidad del pensamiento individual se dio el acontecimiento por el cual los seres racionales somos inducidos a buscar lo mejor en nosotros. Dicho acontecimiento se ve reflejado en el amor a la verdad. No en vano el mismo Aristóteles denominó propiamente a la filosofía “ciencia de la Verdad” (Metafísica. II, 1. 993b20); porque versa sobre la verdad correspondiente a los seres racionales; a los hombres que pretenden la luz con la firme intención de dejar las sombras.

Sea que lo verdadero esté ya en los objetos mismos o no, de una u otra forma, aquella verdad que denota la causa seguramente se halla en lo profundo de cada ser humano, en su propia esencia; esto es, en su parte más divina, —su alma—. Allí reside en primacía la potencia cognoscitiva por medio de la cual es revelada la verdad misma. He ahí que el problema de la verdad propiamente en Aristóteles radique en la capacidad del alma humana para adquirir el entendimiento por sí misma (Metafísica. II, 1. 993a30-b11).

Ahora bien, para Aristóteles tan sólo una parte del alma permanece en las sombras resistiéndose a la revelación que sabe impartirle el entendimiento, cual si por exceso de luz se reusase a ver directamente, tal como le sucede a los murciélagos a pleno día. Por efecto natural se trata de un aspecto pasivo y común a toda alma humana. No obstante, existe otro aspecto que proyecta al hombre como un ser superdotado en tanto posee un atributo ajeno a los demás seres vivos. Tal atributo especial no es otro que el razonamiento divino; esto es, el razonamiento acerca de lo superior: la esencia, la vida, la verdad, la bondad y el amor, entre otros. Así, la forma divina adquiere el nombre de intelecto (noûs) . El hombre es el único viviente que puede dirigir su mirada hacia la verdad y hacia el bien, y esto lo convierte en el único capaz de contemplar el mundo de la divinidad o mundo divino. A diferencia de los demás tipos de alma examinados biológica y naturalmente desde y a partir de sus facultades por Aristóteles (en Acerca del alma, II, 2. 413b11-25 y II, 3. 414a29-31), el alma del hombre no sólo cumple la función de ser un sustrato o principio vital (Acerca del alma, II, 4. 415b9-20), sino que de acuerdo a su actividad intelectiva es en sí misma un sustrato divino.

Por esta razón, la verdadera felicidad o eudaimonía consiste en la actividad intelectual, en la contemplación desinteresada de la verdad (Ética Nicomáquea X, 5). Y como esa es la actividad propia de Dios (Ética Eudemia, VII, 12. 1244b5-9) cuya actualidad es la vida eterna, y cuya vida es la más perfecta (Metafísica, XII, 7.1072b24-29), la mejor y más feliz, al dedicarse a la vida intelectual se hace el hombre semejante a Él, y al hacerlo, su alma se proyecta asimismo como algo incorruptible o inmortal. Propiamente dice Aristóteles: “El intelecto, por su parte, parece ser —en su origen— una entidad independiente y que no está sometida a corrupción. […] se trata sin duda de algo más divino e impasible” (Acerca del alma, I, 4. 408b19-30). Esto se concretiza aún más cuando formula que: “Solamente el intelecto adviene desde fuera y sólo él es divino” (Acerca de la generación de los animales, II, 3. 736b25-9). Inclusive, llega a plantear que “Dios o es Intelecto o algo que está incluso más allá del Intelecto” (Acerca de la plegaria, 49 de Rose) . La procedencia del Intelecto en tanto separado denota al interior de la metafísica aristotélica una analogía con la Divinidad o bien con la realidad divina que hay en nosotros, razón por la cual se ostenta en ambos la vida virtuosa, trascendente e intelectiva, —la vida inmortal divina —:
Tal vida, sin embargo, sería superior a la de un hombre, pues el hombre viviría de esta manera no en cuanto hombre, sino en cuanto que hay algo divino en él; y la actividad de esta parte divina del alma es tan superior al compuesto humano. Si, pues, la mente es divina respecto del hombre, también la vida según ella será divina respecto de la vida humana. Pero no hemos de seguir los consejos de algunos que dicen que, siendo hombres, debemos pensar sólo humanamente y, siendo mortales, ocuparnos sólo de las cosas mortales, sino que debemos, en la medida de lo posible, inmortalizarnos y hacer todo esfuerzo para vivir de acuerdo con lo más excelente que hay en nosotros; pues, aun cuando esta parte sea pequeña en volumen, sobre pasa a todas las otras en poder y dignidad. (Ética Nicomáquea. X, 7. 1177a12-1178a3).

BIBLIOGRAFÍA

Aristóteles. (1994). Acerca del alma. En: T. Calvo Martínez (Trad. Introd. y notas), (3ra. Reimp.), (pp. 95-256). Madrid, España: Editorial Gredos. (Trabajo original publicado en 1978).

(1995). Ética Nicomáquea. En: J. Pallí Bonet (Trad. y notas), Ética Nicomáquea y Ética Eudemia (3ra. Reimp.), (pp. 127-409). Madrid, España: Editorial Gredos. (Trabajo original publicado en 1985).

(1995). Ética Eudemia. En: J. Pallí Bonet (Trad. y notas), Ética Nicomáquea y Ética Eudemia (3ra. Reimp.), (pp. 411-547). Madrid, España: Editorial Gredos. (Trabajo original publicado en 1985).

(2011). Metafísica. En: T. Calvo Martínez (Trad. y notas), Aristóteles (Vol. I, pp. 67-468). Madrid, España: Editorial Gredos.

Calvo M., T. (1994). Introducción general a Aristóteles. En: Aristóteles. Acerca del alma (3ra. Reimp.), (pp. 7-94). Madrid, España: Editorial Gredos. (Trabajo original publicado en 1978).

Autor: Por Juan Pablo Hurtado García
Filósofo
(Medellín, enero de 2014).