Conceptualización del desarrollo sostenible

«Desarrollo sostenible» es la traducción habitual de la expresión inglesa «sustainable development», aunque quizá sería más adecuado traducirla como «desarrollo sustentable». Este término se ha popularizado muchísimo a raíz de la amplia utilización que se haga en un informe que las  Naciones Unidas encargó a la primera ministra noruega Gro Harlem Brundtland sobre la problemática ecológica mundial.

Este documento, llamado «Nuestro futuro común», es conocido como el Informe Brundtland. Dicho Informe define el desarrollo sostenible como el «desarrollo que satisface las necesidades presentes sin perjudicar la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.

El adjetivo «sustentable» que se aplica a «desarrollo» en principio no tenía un uso en la economía o en la política, sino que fue un término tomado de la ciencia biológica. Los biólogos hablan de la «Capacidad de sustentación» de un territorio para referirse al
máximo de población de una especie dada, que puede ser mantenido de
forma indefinida, sin que se produzca una degradación de la base de recursos que pueda significar una reducción de la población en el futuro. Si en un bosque los zorros se alimentan de conejos y estos disminuyen, esta reducción de los recursos
afectará también la población de los zorros. Así, el concepto de sostenible (o sustentable) aplicado al desarrollo significa que este desarrollo no debe exceder la capacidad de sustentación de una zona: que su población se pueda mantener sin degradar los recursos para no comprometer las próximas generaciones.[1]

Muchos economistas y políticos han señalado que la economía de mercado, por sí misma, no puede constituir una guía racional para asignar y poner coto al uso (y abuso) de los recursos, ya que el mercado no puede valorar los efectos entre generaciones. Si esto es así, si con el mercado no basta para hacer una valoración de los precios reales de los recursos materiales y energéticos, ¿quién debería decidir las políticas económicas? Aquí es cuando se observa que empieza a intervenir este tipo de «Nuevo Orden Mundial de la Ecología”.

Con el Informe Bruntland se puso de moda la tesis de que la principal causa de la degradación medioambiental es la pobreza, ya que los pobres son muy numerosos y exceden la capacidad de sustentación del territorio. Estudiar, desarrollar y dar difusión a esta tesis está mejor pagado que el estudio de la riqueza como principal amenaza al medio ambiente. Esta tesis indignó a muchos ecologistas por ser un intento de echar la culpa a las víctimas.

El Informe Brundtland dice que para reducir la pobreza es necesario que el
crecimiento económico de los países pobres supere el crecimiento de
la población. Al proponer una nueva era de crecimiento basado en la
utilización sostenible de los recursos, el Informe Brundtland se ha convertido en la biblia del ecologismo tecnocrático, porque deja de lado la desigualdad internacional y también la desigualdad interna de cada país.

En efecto, este informe predica un crecimiento que es compatible con un uso
sostenible de los recursos y escamotea la cuestión de la redistribución. En la mejor tradición socialdemócrata, el crecimiento económico permite aplazar la lucha por la igualdad, y además este crecimiento económico es visto como un remedio contra la degradación ambiental. Ante la crítica que desde el ecologismo se hace a la economía tradicional, la que todo lo saquea (medio ambiente, países pobres) a causa del crecimiento, este informe representa un intento político de apropiación del discurso ecologista para domesticarlo.

El Informe Brundtland señala la pobreza como la principal amenaza al medio ambiente, da énfasis al crecimiento económico y esconde la cuestión de la redistribución de la riqueza actual[2]. Es cierto que actualmente la pobreza es negativa para la ecología, como cuando por ejemplo los empobrecidos cortan los bosques para tener leña o para poder vender la madera. Los pobres como aquellos encontrados dentro de diversas zonas rurales ubicadas en el Perú (Ej. Sechura, Piura – Perú),  esquilman los recursos naturales que tienen al alcance sin tener la posibilidad, como los ricos, de controlarlo o repararlo (remediarlo).

No obstante la riqueza es una causa de degradación ambiental  mayor que la pobreza ya que, cuanta más riqueza, más consumo de energía y materiales, en consecuencia más carga contra el ambiente. En primer lugar por el mayor consumo de recursos (muchos no renovables) y en segundo lugar por la inserción de más contaminantes en el ambiente. Además, se encuentra la tendencia general que en cuanto más riqueza hay, más despreocupación por el despilfarro de los recursos. De ahí que los países más desarrollados generan la mayor cantidad de desperdicios anuales en general (Ej., E.E.U.U.)



[1] Aguilera (1994) La economía ambiental a la economía ecológica (Ed. Icaria)

 

[2] Blowers (1993) Planning for a Sustainable Development (Ed. Earthscan)

Autor: Bernardo