Consolidación del pensamiento moderno

En el siglo XIX se consolida el pensamiento moderno producto de los discursos propios de países liberales industriales tales como Inglaterra, Francia, Alemania y Estados Unidos. Este discurso configura una realidad al imponer un saber coherente con la idea de progreso económico. Las naciones que no se integren al modelo están destinadas a desaparecer, puesto que configuran otras formas de pensamiento que no sólo son diferentes, sino que también obsoletas.

A través de esta subjetividad moderna es que el europeo se posiciona finalmente en el centro y fin de la historia, es más, gracias a la conquista es que se puede articular la modernidad. El ego conquiro impuso su voluntad ante el indio americano, y la conquista de México fue la primera instancia en la que surge el ego moderno, por ende, Hernán Cortés al ser el propulsor del ego conquiro, lo es a la vez del ego cogito y así el gran artífice del ego moderno.

La Modernidad, como nuevo “paradigma” de vida cotidiana, de comprensión de la historia, de la ciencia, de la religión, surge al final del siglo XV y con el dominio del Atlántico. El siglo XVII es ya fruto del siglo XVI; Holanda, Francia, Inglaterra, son ya desarrollo posterior en el horizonte abierto por Portugal y España. América Latina entra en la Modernidad (mucho antes que Norte América) como la “otra cara” dominada, explotada, encubierta. (Dussel, 2000, p.48).

Cuando se habla de modernidad, se pueden distinguir dos grandes momentos, la primera y segunda modernidad. El período de conquista se configura como el primer momento de la modernidad y dejando el concepto de segunda modernidad a lo que comúnmente se entiende como modernidad, con la Revolución Industrial y la Ilustración. Esta segunda modernidad no reemplaza a la primera para operar en nuestros tiempos, sino que la mantiene y la arrastra por debajo hasta la actualidad.

Sobre el concepto de Modernidad, Enrique Dussel propone lo siguiente: Proponemos una segunda visión de la “Modernidad”, en un sentido mundial, y consistiría en definir como determinación fundamental del mundo moderno el hecho de ser (sus Estados, ejércitos, economía, filosofía, etc.) “centro” de la Historia Mundial. Es decir, nunca hubo empíricamente Historia Mundial hasta el 1492 (como fecha de iniciación del despliegue del “Sistema-mundo”). Anteriormente a esta fecha los imperios o sistemas culturales coexistían entre sí. Sólo con la expansión portuguesa desde el siglo XV, que llega al Extremo Oriente en el siglo XVI, y con el descubrimiento de América hispánica, todo el planeta se torna el “lugar” de “una sola” Historia Mundial (Magallanes-Elcano da la vuelta de circunvalación a la tierra en 1521). (Dussel, 2000, p.46).

Luego de un siglo y medio de “Modernidad”, la aparición de la filosofía de Descartes en el siglo XVII caracteriza el comienzo de una segunda etapa, puesto que lo que acontece es un efecto de los proyectos civilizatorios que ya habían comenzado con España. En 1610 Holanda se emancipa de España, el foco de atención se centra particularmente en la revolución industrial del siglo XVIII y la Ilustración que serán los paradigmas dominantes del saber “universal”.

Con América en el mapa se abre un nuevo campo en el cual se puede ejercer una forma particular de economía que permite establecer relaciones entre mercados de diferentes continentes, una economía de mundo: esto conforma el primer momento del capitalismo en cuanto a su constitución como sistema económico. Debemos considerar que el surgimiento del capitalismo coincide con el descubrimiento de América, puesto que abre el mercado hacia nuevas transacciones lo cual respalda y ayuda a las potencias a perpetuarse en el poder.

Para el desarrollo del capitalismo es necesario llevar a cabo una serie de intervenciones en el área de la ciencia y la tecnología. Los descubrimientos que se dieron en la época no podrían haber sido posibles sin la intervención de la tecnología que respalda la sociedad como proyecto universalista en el sistema-mundo moderno, tal como lo expone el sociólogo norteamericano Immanuel Wallerstein (2007). La conexión de Europa con América permitió la apertura global del mercado con la ayuda de elementos tecnológicos producidos en beneficio del sistema capitalista.

Wallerstein afirma que la instauración del concepto de Estado es considerado como algo que siempre ha existido y que permitió la constitución del sistema-mundo moderno. En consecuencia se crean estados que dependen de metrópolis (las colonias), que ocupan un puesto periférico en cuanto a organización jerárquica política. Es así como ciertos países se vuelven subalternos de otros.

La civilización moderna se ve a sí misma como la civilización más desarrollada. En consecuencia, su autoproclamada superioridad lleva a que se posicionen inconscientemente en una ideología eurocéntrica. Esta superioridad acarrea una obligación moral, deben llevar al desarrollo de forma monitoreada y unilateral a los pueblos más bárbaros y primitivos para que puedan entrar en la dinámica europea.

La praxis moderna permite llegar a la violencia si el bárbaro no responde positivamente antes los mecanismos de dominación. El bárbaro debe caer ante el héroe civilizador en calidad de sacrificio. Se domina de esta forma al indio colonizado, al esclavo africano, a la mujer. El proyecto de modernidad lleva consigo a víctimas que forman parte natural del proceso, sin embargo, las víctimas son consideradas sacrificios, por lo tanto, se crea un mito en torno a la Modernidad, lo cual ayuda a avalarla como única vía factible para el desarrollo universal. De este modo si se quiere superar la Modernidad es de vital importancia reconocer el mito que se construye y, finalmente, negarlo. Al negar el mito de la Modernidad, por alteridad, se reconocen sus víctimas como inocentes de una Modernidad violenta, culpable y conquistadora.

Bibliografía

o Dussel, E (2000) Europa, modernidad y eurocentrismo, en La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Buenos. Aires: CLACSO.
o Wallerstein, Immanuel (2007). Geopolítica y geocultura: ensayos sobre el moderno sistema mundial. Barcelona: Kairós.

Autor: Gonzalo Ramírez Fernández

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