DEBILITAMIENTO DE LA MUSCULATURA

Los resultados de una revisión sistemática publicada en 2010 sugieren que la debilidad muscular es uno de los principales factores que contribuyen a la inestabilidad postural de personas mayores, entre otros factores intrínsecos. Por esta razón el estudio de las intervenciones para mejorar la fuerza muscular son esenciales en personas que presentan inseguridad a la hora de caminar.

La pérdida progresiva y generalizada de la masa y la fuerza muscular (Preferentemente de fibras tipo II), conocida como sarcopenia, afecta mayoritariamente las personas mayores. Esta pérdida aumenta con la edad: es del 5% al ​​13% en personas de entre 60 y 70 años y aumenta hasta un 50% en personas mayores de 80 años. La sarcopenia puede ser causada por el propio envejecimiento, pero también puede ser secundaria a una inactividad, enfermedad o dieta inadecuada. Así pues, la disminución de la fuerza es el resultado de múltiples factores.

El sistema musculoesquelético tiene un papel importante en el control postural, ya que es necesario activar y sincronizar unidades motoras para poder generar la fuerza y ​​la resistencia necesaria de las fibras musculares. Se define como fuerza muscular la capacidad de un músculo de generar tensión en función de la aplicación de una carga externa o de un estímulo. La tensión muscular se puede generar mediante tres tipos de acciones musculares: isométrica, concéntrica y excéntrica. En la acción isométrica la magnitud de tensión muscular es igual a la resistencia externa y la longitud del músculo no varía.

Sin embargo, debido a las propiedades elásticas de los tendones, externamente no se aprecia que hay un acortamiento de las fibras musculares y un alargamiento de los tendones. En cambio, en la acción concéntrica, la tensión muscular vence la resistencia externa y hay un acortamiento de la longitud del músculo. Finalmente, en la acción excéntrica la tensión que genera el músculo.

En resumen, el sistema neuromuscular puede superar resistencias a través de la actividad muscular (trabajo concéntrico del músculo), actuar en contra de resistencias que superen la tensión muscular producida (trabajo excéntrico) o bien mantener estas resistencias (trabajo isométrico). La intensidad de la acción (Tensión) depende del número de unidades motoras activadas. De esta manera, entendemos como fuerza máxima la tensión más grande que puede desarrollar un músculo en una acción determinada.

Es importante tener en cuenta que la funcionalidad de la expresión de la fuerza está relacionada con la rapidez con que se manifiesta. El producto entre la fuerza y ​​la velocidad de movimiento se conoce como potencia muscular, y se trata de una calidad que requiere capacidad de coordinación entre los componentes contráctiles y elásticos del músculo. La literatura demuestra una estrecha relación entre la potencia muscular y la realización de actividades cotidianas. Así pues, la potencia es una capacidad necesaria para determinadas actividades de la vida diaria relacionadas con el control postural, como levantarse de una silla o bien subir una escalera.

 

La disminución de la velocidad de conducción nerviosa, la pérdida de fibras de tipo II y la ralentización de la velocidad de contracción máxima podrían explicar la pérdida de la potencia muscular en el envejecimiento. Por otra parte, la calidad resistencia muscular, definida como la capacidad de mantener una acción muscular de manera repetida, también tiene un papel importante en las actividades de la vida diaria de las personas mayores. La movilidad funcional de la persona mayor conlleva la realización de acciones repetidas o prolongadas en el tiempo y requieren capacidad de la musculatura para resistir la fatiga, ya que esto supondría una disminución del riesgo de caída.

Con relación a este último término mencionado, podemos definir fatiga muscular como la reducción progresiva de la capacidad contráctil del músculo, lo que produce una disminución de la capacidad de producir fuerza o potencia muscular. Una reciente revisión sistemática que estudia la relación entre edad y fatiga muscular, aclara que los mayores desarrollan menos fatiga muscular que las personas jóvenes, especialmente en acciones isométricas de musculatura flexora de codo o extensora de rodilla. Por el contrario, estos resultados también sugieren que las personas mayores desarrollan mayor fatiga durante una acción dinámica, lo que es habitual en cualquier actividad de la vida diaria.

En esta línea, otra revisión sistemática ha demostrado que la fatiga muscular de las extremidades inferiores y del tronco afecta el equilibrio y la ejecución de tareas funcionales. Así pues, teniendo en cuenta estos resultados, la fatiga es un condicionante que añade dificultad en la realización de una actividad a la persona mayor. La valoración de la fuerza determina el estímulo de resistencia muscular apropiado para mejorar las diferentes calidades de la musculatura y da información de los efectos del entrenamiento realizado. Como analizamos esta cualidad física en una persona mayor, generalmente afectada de patologías crónicas, la valoración de la fuerza no debería ir ligada únicamente a un parámetro de valoración máxima como la 1RM, sino que deberían tener en cuenta otros aspectos de relevancia clínica como la mejora funcional. La valoración de la 1RM determina el máximo peso que la persona puede levantar en una sola repetición de una determinada acción.

Autor: Manuel Rozalen