El mito de la objetividad en el periodismo

Con frecuencia escuchamos que ya no se puede confiar en los medios de comunicación, que ya no existen periodistas imparciales ni objetivos. La pérdida de credibilidad es mayor en momentos convulsos, como crisis económica o política. Los ciudadanos manifiestan que cada medio reproduce los mensajes más afines a su tendencia ideológica, los que más convienen a sus propietarios o anunciantes y que por tanto, no te puedes fiar de ellos.

Al deseo de estar bien informado se opone la dificultad de conseguirlo. Y eso que, actualmente, la existencia de multitud de periódicos, canales de televisión, emisoras de radio y páginas de noticas en internet, hace que podamos acceder a más información que nunca. Sin embargo, esto también genera la denominada “infoxicación”, el exceso de actualidad, la existencia de demasiado ruido noticioso que termina por generar confusión. La sensación de que es imposible captar sólo el mensaje “correcto” o “verdadero”.

Y lo cierto es que no existe ninguna noticia que pueda presentar un hecho de forma objetiva o verdadera, es decir, tal y como ha ocurrido realmente, ya que los medios de comunicación son precisamente mediadores de la realidad. Reconstruyen los hechos para poder comunicarlos con claridad, y, en todo caso, con veracidad. El hecho de que “los ciudadanos no muestren consciencia de que el discurso informativo está construido” (Lamuedra, Apuntes Tª de la Información, 2012) es la primera de las conclusiones a las que se llega al plantear el problema de la objetividad de los medios frente a la queja de los lectores, oyentes o televidentes.
La teoría

La ausencia de objetividad es una de las primeras máximas que enseñan en los estudios universitarios de periodismo y comunicación. Los periodistas como sujetos, dice la teoría, no pueden presentar los hechos de forma objetiva. Solamente al elegir el suceso, redactarlo y transmitirlo, están infiriendo características subjetivas de su personalidad, su educación o su cultura.

Existen multitud de teorías de la comunicación que explican cómo se transmite la información. Los esquemas más lineales empezaron señalando cómo el mensaje parte del medio (emisor), y el público (receptor), lo asimila de forma pasiva. Las pesimistas teorías de la Escuela de Frankfurt creen que el público es una masa indefensa ante la manipulación. Mientras, los últimos estudios culturales muestran la comunicación más multidisciplinar, donde la antropología, la sociología, la economía o la historia son determinantes, y donde el público participa en el proceso de creación de la información y negocia su consumo con los medios.

Lo que muestra la evolución teórica es que el público puede ser un elemento activo en la información que elaboran los medios. Estos emiten un determinado discurso inserto en las noticias y una cantidad determinada de ellas que conforman la actualidad. Pero los receptores pueden incidir en sus contenidos y utilizar mecanismos para buscar y exigir siempre la versión más fiel y completa de los hechos.

El oficio del periodista y la ética. Los medios de comunicación donde trabajan los periodistas son empresas. Empresas con sus rutinas de trabajo, como una cadena de montaje. En las redacciones hay una jerarquía, una agenda, unas fuentes dominantes (como las gubernamentales), agencias de noticias que emiten teletipos a todo el mundo. Hay un lenguaje periodístico, una urgencia diaria, unas pautas que dicen qué es noticia y qué no lo es para cada empresa.

La mitificación del periodista como héroe solitario que lucha por la verdad, como muestran las películas, esconde una labor periodística rutinaria y grupal. Por su parte, las empresas de comunicación sufren, como el resto de sectores económicos, una espiral de fusiones, quedando concentradas en pocos propietarios. El mayor accionista de un periódico lo es también de un canal de televisión y de una productora de música, pero sorpresivamente también puede ser propietario de una industria armamentística o de una agencia de viajes. Y el objetivo de las empresas es vender, ya sea información o zapatos. Este hecho produce no sólo la mercantilización de la información, también su homogeneización, ya que los cuatro grandes magnates tienen un discurso similar de la interpretación correcta o incorrecta e un hecho, de lo que es bueno o malo culturalmente.

Los medios, sin embargo, poseen códigos éticos y deontológicos. Pero no hablan de objetividad ni de imparcialidad, existe un consenso académico sobre su inadecuación. Hablan de honestidad, de independencia, de métodos de verificación, de compromiso ciudadano, de pluralidad en las redacciones, de agenda propia… La libertad de información queda protegida legalmente sólo cuando se cumplen los requisitos de relevancia pública y de veracidad (diligencia en el contraste de fuentes). . , pero con criterio para diferenciar quién dice qué, dónde, cuándo y por qué: las cinco palabras mágicas del periodismo.

Escritor: Marta Nocete Aguilar