El signo y su incidencia en el arte

Ferdinand de Saussure aparece en la historia para dar un gran giro y avanzar hacia una lingüística moderna. Uno de sus grandes aportes es, sin lugar a dudas, la concepción de signo como un elemento compuesto por un significante y un significado, a la manera de una moneda con dos caras. Esta idea de signo traspasará, del plano lingüístico a todas las formas de arte y, con el tiempo se hará mucho más compleja al ligarla con las múltiples abstracciones y la infinitud de significados que se puedan expresar con un solo signo. De tal manera que los elementos constitutivos de una obra de arte, ligados en algunos casos a planos estrictamente historiográficos, serán dotados y enriquecidos por la multisignificación característica del signo.

A manera de ilustración, referiré el caso del Guernica de Picasso, realizado en 1937 por encargo del Gobierno de la República Española en honor a la devastación indiscriminada de la población homónima. Hasta aquí, la pintura de Picasso se reduciría a una endeble copia de aquella funesta realidad, sin más trascendencia que cualquier documento historiográfico. Sin embargo, Guernica como un “hecho sígnico” va a comunicar mucho más que eso, vista desde diferentes aristas y convirtiéndose en una obra inagotable.

El lingüista checo Jan Mukarovsky, en su texto El arte como hecho sígnico, hace énfasis en la propuesta de abordar el estudio del arte desde su carácter de signo y, toma una postura en donde signo se referirá a aquella “realidad sensible que remite a otra realidad” (Mukarovsky 90), es decir, cualquier elemento psíquico que sobrepasa los límites de la conciencia individual y logra comunicar un sentido más profundo y complejo a una colectividad.

Este aspecto se evidencia en varias escenas del Guernica, pero lo resaltaré en la imagen de la paloma situada entre el toro y el caballo, a la altura de sus cabezas: ésta, tiene un ala caída y la cabeza vuelta hacia arriba, con el pico abierto. Aunque generalmente se asocia la imagen de esta ave con la paz, en este caso connota algo bien distinto o, por lo menos, alude a un signo de la paz que se rompió y que agoniza en medio de la población.

Por otro lado, para Bajtín los signos son “cosas materiales y singulares” pueden ser “cualquier objeto de la naturaleza, de la técnica o del consumo” pero que “adquieren una significación que rebasa los límites de su dación singular”, ya que “el signo no sólo existe como parte de la naturaleza, sino que refleja y refracta esa otra realidad, y por lo mismo puede distorsionarla o serle fiel, percibirla bajo un determinado ángulo de visión, etc.”. Así Bajtín concibe el signo como un elemento enteramente ideológico, cuyo significado podrá variar y tornarse ambiguo, según las diferentes interpretaciones de la recepción.

Ejemplo de ello es la imagen del toro a la izquierda del cuadro, con el cuerpo oscuro y la cabeza blanca, el cual, voltea y parece mostrarse aturdido ante lo que ocurre a su alrededor. Este animal ha sido aludido como signo de «brutalidad y oscuridad» por el propio autor; sin embargo, si observamos sus obras anteriores es factible asociarlo con un autorretrato del propio artista: Minotauromaquia de 1935, o como la representación de España: abrumada por el desastre pero a la vez de pie, fuerte, protegiendo con su cuerpo a la madre que sostiene en brazos a su criatura, la esperanza del futuro.

El caballo al igual que el toro, no posee un significado literal al del mamífero cuadrúpedo, sino que emerge del centro de la pintura para representar el máximo sufrimiento. En su costado se abre una herida vertical y está, además, atravesado por una lanza. Tiene la cabeza levantada y la boca abierta, de donde sobresale la lengua, terminada en punta, como designando un eterno y estremecedor lamento. Además representa el dolor, por su tradicional papel de mártir en las corridas de toros.

Con lo anterior, es claro que no siempre lo que se dice o plasma corresponde con lo que se deseaba comunicar. Desde los textos de Heidegger, Derrida y Lakoff se destacan, entre los fenómenos lingüísticos, el carácter plurisignificativo del signo, el don de mostrar más de lo que es capaz de decir, de sugerir, provocar e invitar a la reelaboración de los sentidos. Así el signo supone cultura, porque integra la obra en el marco de las ideas y creencias del espectador.

A Picasso le pedían traducir en una imagen el sentido del drama de su patria arrasada por los fascistas. Una guerra es un acontecimiento prolongado y complejo, apto para proporcionar al observador atento hechos innumerables, estratégicos, políticos y estadísticos, escenas de heroísmo, de muerte… el artista sin embargo, no plasmó multitudes, aviones destructores ni las estructuras representativas de la región, no realizó una crónica bélica, sino los estados y emociones del acontecimiento. Guernica es por ello la representación del máximo sufrimiento, pero también de la esperanza, que en la pintura se verá representada en la mujer que ilumina todo con la lámpara o en la paloma, que aún agónica pretende alzar el vuelo.

Escritor: Sandra Patricia Cerquera Quinayá