Enfermedades de transmisión sexual

Respecto de la percepción del peligro que implican las enfermedades de transmisión sexual, un análisis de las encuestas Durex y Schering parecen tranquilizadores a primera vista, ya que un 75% de los jóvenes piensa que se deben tomar las medidas mínimas para prevenirlas , respuesta que indica una sensibilidad y una conciencia del peligro bastante satisfactoria. Las respuestas que no cambian mucho si distinguimos entre sexos.

Pero estos datos no explican el aumento de contagios del sida en nuestro país, o el aumento de las enfermedades venéreas entre la juventud europea; solamente demuestran que se tiene bien aprendida la lección, lo que nos hace preguntarnos si realmente lo que saben repercute en cómo actúan.

La respuesta no es sencilla y nos lleva a cuestionarnos también cuál es la percepción del riesgo en los adolescentes, es decir, si asumen realmente los riesgos que corren cuando actúan sin protección o si hay factores que influyen en que se minimice el peligro y aumente la sensación de seguridad.

Al respecto, la psicología nos cuenta que en los adolescentes tiene lugar un fenómeno que se denomina -ilusión de seguretat‖ y que quiere decir que los jóvenes autoperciben como pertenecientes a un entorno saludable y de poco riesgo. El hecho de que las campañas de prevención hayan puesto mucho énfasis en los grupos de riesgo -los homosexuales primero, y ahora los drogaaddictes- y no en las prácticas de riesgo, ha hecho que el adolescente evaluara su entorno como saludable y que disminuyera la intención de usar el preservativo para una protección no necesaria.

Las medidas educativas para evitar esta situación son diversas, pero deben partir del conocimiento y de la comprensión del mundo adolescente. Para crear una conciencia realista del riesgo a desarrollar en los jóvenes una percepción de este asociada a las prácticas de riesgo -como el coito o el sexo bucogenital-, y desatar la conciencia de los grupos o de entornos de riesgo. Se ha demostrado también muy útil el uso de testigos, sobre todo si son del grupo de los iguales, y usar mensajes emocionalmente impactantes, ya que los adolescentes suelen estar más predispuestos que les venga a la mente lo que es llamativo que el que es frecuente .

De hecho, argumentar en contra de lo que se da frecuentemente, provoca a menudo el efecto contrario. Varios estudios de universidades norteamericanas han deducido que las campañas contra la droga o el alcohol no tienen éxito entre los jóvenes que, en general, estos creen que beben o se drogan más o menos como todo el mundo.

Con mucho más éxito que la publicidad tradicional, más de cincuenta universidades también estadounidenses están llevando a cabo la estrategia del social-norm marketing. En la Universidad de Alabama, por ejemplo, en una campaña para evitar el maltrato en las mujeres, el lema era: -La verdad es que 4 de cada 5 hombres de Estados Unidos piensan que cuando piden sexo y se les contesta que no siempre quiere decir no.

No tenemos claro que estas campañas tengan tanto éxito en casa, pero poner el énfasis en la irresponsabilidad de nuestros adolescentes, que jugándose la vida o arriesgándose a embarazos no deseados en una elevadísimo tanto por ciento, tampoco es efectivo. La insistencia en el terror para disuadir a los jóvenes denota no sólo un mal concepto de la adolescencia, sino un desconocimiento enorme de su mundo. El éxito de la educación pasa por saber qué y cómo aprenden para poder influir de manera positiva en sus vidas, no para considerarlos unos irresponsables problemáticos en peligro permanente, ni unos desagradecidos de la información que ahora les proporcionamos. Ya hace tiempo que sabemos que educar no es sólo instruir. Pero tampoco podemos pasar al otro extremo y pensar que todo lo que hacen está bien. Se trata de educarlos para que sean autónomos y responsables de sus actos, porque los riesgos y los daños que puedan recibir sean los mínimos posibles.

No podemos terminar este tema sin apuntar que los problemas derivados de las prácticas de riesgo no son solamente el sida, las enfermedades de transmisión sexual o los embarazos no deseados. Hay también lo que F. López (1995) llama experiencias dolorosas y entre éstas (acceder a tener relaciones cuando en realidad no se desean, que las primeras relaciones sean dolorosas o insatisfactorias, sufrir desengaños amorosos, etc.) destacan los abusos sexuales.

Autor: Materiales de sexualidad. Rosa Sanchis.