¡¡¡ES MI HORA!!!

Empiezo a notar como mi mente se va evadiendo poco a poco, al tiempo que mis oídos van dejando de percibir esos sonidos, es como si el sopor se apoderase de mí y la verdad que lo agradezco porque soy tremendamente impaciente, me dejo llevar y aprovecho para que mi mente divague y viaje libremente un rato. Los párpados me pesan cada vez más , incluso soy consciente de que el libro que sostengo entre mis manos se resbala y cae al suelo, sigo en mi viaje hacia ese otro mundo:el de los sueños.

De repente, me veo caminando al borde de un acantilado, está lloviznando, siento las gotas en mi cara, ¡ qué sensación tan maravillosa! el viento sopla con fuerza y   ¬ nita la espuma que dejan las olas al retirarse!, ¡ qué hermosas las formas que se dibujanen la arena!. –mándome y me decía es tu hora, es tu hora, me vuelvo pero no hay nadie, y la verdad, ahora que lo pienso hace ya un buen rato que no me cruzo a ninguna persona ; tal vez hayan sido imaginaciones mías, decido continuar hacia el faro al que íbamos mis hermanos y yo con nuestro abuelo cuando éramos pequeños.

Él solía asegurarnos que ese faro era suyo y solo suyo y que por tanto nos permi- tía visitarlo tantas veces como quisiéramos, y que cuando él se mueriese ese faro sería nuestro. No logro recordar cuántas veces nos pudo llegar a contar esa historia, no creo que el abuelo fuese un mentiroso , sino más bien que las caritas que sus nietos poníamos cuando soñábamos con ser los futuros propietarios, no debían tener precio y por ello nuestro abuelo nos contaba esa historia una y otra vez. Seguí avanzando cada vez apurando un poco más el paso ya que la lluvia se iba haciendo mas intensa, no es un camino demasiado largo desde la casa familiar pero las condiciones atmosféricas no eran las más apropiadas para el paseo.

Recuerdo que cuando éramos pequeños sólo nos dejaban ir después de haber cumplido una serie de normas que , por supuesto, nostros cumplíamos encantados, lo primero era una siesta reparadora, haber ayudado a la abuela a recoger el cobertizo y condición indispensable que ninguno de nosotros estuviese castigado ese día- cosa rara por cierto dado que éramos cuatro niños y de edades similares- pero si por suerte todo esto se cumplía nuestro premio era ir caminando hasta el viejo faro con nuestro abuelo y nuestro perro fiel, siempre a nuestro lado, nunca se perdía la caminata y sin tener que ayudar a la abuela , él era el más listo de todos.

A nosotros, el paseo se nos antojaba como una gran odisea, íbamos contando fantásticas historias , unos días el camino era un vasto desierto, otras veces se trataba de atravesar una extensa selva con los animales más feroces, cuando la historia la contaba mi hermana pequeña siempre era la misma teníamos que atravesar un país entero porque al llegar al faro allí estaría esperándonos nuestra querida mamá .

Nunca llegué a entender porque su historia era tan repetitiva, hasta que años más tarde, un día sentada frente al televisor con mi sobrina pequeña tuve que ver cuatro capí- tulos de una antigua serie de dibujos en los que un niño buscaba desesperadamente a su mamá cruzando países y más países, ahí recordé que esa era la serie favorita de mi hermana, si al final todo tiene un porqué , eso me quedó muy claro.

De repente a lo lejos, escuché un trueno y tras él una voz esta vez sonaba más cerca de mí, me asusté porque no veía a nadie, así que decidí echar a correr, la voz me perseguía, decía mi nombre cada vez más cerca y repetía incesantemente es tu hora , hasta que de pronto una mano se apoya en mi hombro y me sacude, intenté soltarme para seguir corriendo, entonces me sacudió con más fuerza al tiempo que gritaba nuevamente mi nombre.

Fue en ese momento cuando mi mente empezo a entender con claridad, mis ojos se abrieron y no pude ver mas que a la enfermera llamándome y sacudiéndome para lograr despertarme, y en ese momento tres palabras atravesaron mi mente: ¡¡¡ES TU HORA!!! , medio adormilada todavía me puse en pie, recogí mi libro y me dispuse a entrar en la consulta del doctor.

Escritor: Anxos Fortes