LA AGONIZANTE EDUCACIÓN COLOMBIANA

Últimamente es frecuente escuchar en el espacio de trabajo de un maestro que en las escuelas o colegios ya no se enseña algo de provecho a los estudiantes, que estos no saben leer o escribir, que tienen un bajo desempeño escolar para el grado en el que se encuentran; que los padres de familia dejan toda la formación de sus hijos en manos de las instituciones de educación, que el matoneo o bullyn entre estudiantes y a los profesores es cada vez mayor, que las cifras sobre embarazos en adolescentes es alarmante, y que además el desempeño en las pruebas internacionales ubican el nivel académico de los estudiantes colombianos casi en los últimos de la lista .

Ante este panorama, nada alentador, se especula sobre las posibles causas del mal desempeño de nuestros estudiantes, y emerge una de ellas: los docentes. Y es que, en los ambientes escolares, incluso los universitarios, se observa que unos docentes hacen lo que pueden, otros no hacen lo que deben, algunos esperan tal vez una pensión, gratificación o satisfacción. Si bien es cierto, los maestros no son los únicos responsables de esta situación, porque los padres de familia deben asumir en primera instancia las educación de sus hijos, también es cierto, que en el gremio de los educadores en Colombia algunos no son conscientes de su papel en la comunidad y esto muy posiblemente se deba a varias razones. Una de ellas, es que la actividad del docente se ve más como una oportunidad de empleo por el cual se puede recibir remuneración fija, que como un proyecto personal y profesional. Solo basta echar un vistazo a las últimas convocatorias del Ministerio de Educación Nacional para docentes y directivos docentes, en las que se señala como una de las condiciones para participar “ser licenciado o profesional no licenciado”. Profesional en cualquier área. Así, si el participante posee título de ingeniero, o administrador de empresas, biólogo o filósofo puro, puede ocupar la vacante, previa aprobación de los exámenes de rigor.

Se esperaría que una persona que maneja idóneamente cierto campo de saber (matemáticas, ciencias, literatura…) ofrezca la mejor enseñanza, y sucede, sin embargo algunos de los profesionales (no licenciados) que ocupan un cargo docente, no poseen habilidades para la enseñanza, aquello que llaman vocación, terminando en situaciones de frustración, mediocridad e incluso enfermedad.

Pero los profesionales licenciados también pagan su cuota en esta decaida educación. Muchos de los bachilleres recien graduados, no tienen muy claro qué hacer con su vida. Se presenta la disyuntiva entre trabajar y/o estudiar, el estudio siempre es visto como una buena opción, por tanto empieza la búsqueda, búsqueda que conduce hacia una competencia dentro de un examen de admisión (claro que dentro de esta búsqueda se puede encontrar la educacuón virtual, las carreras técnicas o tecnológicas que no exigen pruebas tan arduas), pero como nuestra educación no es la mejor son varios los aspirantes que se quedan en el camino. De esta manera, si se proyectaba ser ingeniero, científico, médico o artísta, aquellas aspiraciones empiezan a desdibujarse.

Pero existe una “última” opción para no quedarse sin hacer nada: presentarse a una licenciatura, puede ser en matemáticas, biología, química o artes. Pero aquí yace la trampa: se obvia el hecho de que estos programas académicos están pensados para trabajar con la población infantil y adolescente. Precisamente este aspecto es el que menos se asume, aquella relación con los estudiantes desde la enseñanza y el aprendizaje, aquel intercambio de visiones del mundo, esos ejercicios de pensamiento que posibilitan no “masticar entero” lo que sucede alrededor, todo ello desde el respeto y el reconocimiento, todo esto, ya no es lo común en las aulas de clase, y como casi suena extraño no se apropia como uno de los motores de lo educativo.

Esta es la dura realidad. Temas relacionados con una mayor cobertura sin pensar en la calidad, no poseer los recursos económicos para acceder a más y mejor educación, y hacer parte de la “generación de la felicidad” nos esta matando académicamente. Sumado a esto, la idea de empresa que han adoptado los colegios, viendo a los estudiantes y padres de familia como un cliente que hay que satisfacer, y a los docentes como aquellos que pueden satisfacerlo, convertido a estos últimos en operarios que trabajan para mantener a la empresa viable y sostenible. Estamos lejos de ser un país culto…Este escenario muestra solo algunas razones del porqué del agonizante sistema de educación colombiano, sin embargo, los sistemas sociales son inventados y sostenidos por personas, y con base en esta naturaleza, para el caso de los docentes, se puede imaginar uno nuevo que problematice en el sentido de ver otras posibilidades de pensar su actuar, su posición para solucionar problemas, planteando o vislumbrando espacios u oportunidades, si no contundentes al menos sí más coherentes.

Escritor: Jenny Andrea Herrera Prieto