La historia jamás ha nacido con un plan que nos lleve hacia un ideal, no es providente en sí misma. La historia es puro devenir, y este devenir es pura construcción. Ésta es la concepción que está en la base de la fundamentación de la teoría política de Richard Rorty y que se expresa en artículo “Movimientos y campañas”.
Aquí desarrolla la tesis de que el hombre, si en verdad desea avanzar hacia la construcción de una vida mejor, debe abandonar los ideales de una teleología inmanente que, más que lanzar al hombre hacia un progreso “providente”, como un cumplimiento dialéctico de la historia, lo único que logra es colocar al hombre en una serie de relaciones de poder que lo someten, condenándolo a ser parte del costo de este plan providente hacia el cual marcha la historia. La propuesta de Rorty es llevar a cabo una lucha en particular (campaña), identificando el contorno de la problemática escogida, evaluar su progreso y estimar su logro o fracaso. Cualquiera sea el resultado, siempre habrá una consideración concreta y certera. No sucede lo mismo con los movimientos, que suelen ser “abarcadores” e infructíferos.
Las campañas son –en su misma constitución- finitas, susceptibles de reconocerse en ellas si se ha tenido éxito o fracaso. Los movimientos, por su parte, son demasiado grandes, abarcantes, amorfos. No tienen éxito ni fracasan según Rorty, y provocan en los manifestantes “la pasión de infinito”. La ventaja de las campañas es que pueden ser muy dirigidas y específicas. Apuntan al problema real del cual se quiere hacer cargo y no se dispersan en un contexto más amplio de comprensión. Las campañas se dirigen a objetivos como la legislación sobre los derechos de los homosexuales, el fortalecimiento de las sindicalización y negociación colectiva, reformas educacionales, problemas de contaminación, etc. Por su parte, el movimiento toma y cobija el anhelo del corazón puro de sus seguidores en alguna causa y es produciéndose así una inversión: es el movimiento el que pasa a ostentar la primacía y ya no tanto la voluntad del aspirante.
Este es el peligro de los intentos de autopurificación y autosometimiento según Rorty. El movimiento, si fracasa, puede llevar a la destrucción de la persona que se identifica con él. Es aquí donde radica su total impureza. Pero la impureza de una campaña no conlleva destrucción alguna puesto que pertenece a su forma de ser el que se pueda agotar, pues es finita y puede perecer: está en su naturaleza constitutiva misma. En el movimiento ocurre una contradicción en esta “pasión por el infinito”, puesto que si se lograra su objetivo entonces este infinito sería conseguido, abarcado y llenado. Los movimientos para Rorty sólo pueden terminar allí donde comienza otro. Es una “sublimidad” reemplazando a la anterior.
Para nuestro filósofo, esta discusión sobre movimientos debe dejarse a un lado. Todo intento de nombrar movimientos lo único que logrará es crear aún más problemas sobre los cuales la indagación de los intelectuales se estancará en vez de que escriban narrativas sobre campañas, múltiples y diversas sobre las que quedará la acción como único método de alcanzarlas. Las promesas de felicidad heredadas de la Ilustración y de los movimientos artísticos y literarios, no nos llevarán a la tan anhelada emancipación de la humanidad. No hay un plan providente en la historia, no hay algo así como una entidad llamada Humanidad que espera ser redimida según un desarrollo salvífico en la historia. Debemos olvidar que todo va en un desarrollo hacia un fin, frente a nosotros tenemos un devenir, fragmentariedad de sucesos que se entrelazan impredecibles y titubeantes.
Olvidar los movimientos y aferrarse a las campañas. Abandonar la idea de maduración. Abandonar la idea de una teleología inmanente en la historia es abandonar la maduración, es evaluar y proyectar descripciones de la realidad que se valoren en cuanto a su utilidad, aquí y ahora, en una campaña específica. Para Rorty debemos pasar de la pregunta trascendental (Kant), que se pregunta por las condiciones de posibilidad del momento histórico dado, hacia la pregunta pragmática: ¿Cuáles son las condiciones causales para reemplazar la actualidad presente por una mejor actualidad futura? Mucha energía se ha derrochado en tratar de explicar y poner de relieve los movimientos como los que pueden explicarnos nuestra condición. Las campañas se logran asentar en esta disrupción de acontecimientos que acaecen en la historia: para cada problema, una campaña.
Escritor: Daniel Romero C