¿Por qué el hombre necesita de la amistad? ¿Puede el hombre estar bien en soledad? Sentirse aislado de la vida del otro, es lo mismo que sentirse en soledad, puesto que, la necesidad del otro, según Aristóteles, hace complementar las virtudes, en cuyo vínculo se forma el amor; o mejor, la amistad. El hombre siempre busca en el otro un afán de pertenencia en donde lo ofrecido sea necesario para lo que se busca. Piénsese en las necesidades o pasiones humanas de los hombres, en algunos filósofos posteriores a Aristóteles, como Hobbes y Rousseau, que pensaron acerca de las pasiones humanas y naturales del hombre.
Se tiene como consecuencia el fruto aristotélico de una ética en función de un estado de naturaleza, donde se re-plantea la idea que el hombre nace en un estado social. Lo que determina posteriormente, que los actos de los hombres dependen de la relación con los otros, y de este modo se cumplan como naturaleza. Vivir en sociedad es un fin indispensable para trascender los límites que supone vivir en soledad, además de ver cómo un hombre aislado termina por repudiar todos los valores, puesto que atenta contra su naturaleza. Un hombre solo se convierte de este modo en un hombre mezquino, cuyo fin en sí mismo es destruir y derrocar la sociedad.
En el libro VIII de la Ética a Nicómaco, Aristóteles da inicio al estudio sobre la amistad. Las preguntas iniciales, propias del método aristotélico, son planteadas desde un análisis ontológico que tiene como base la pregunta por lo que es la amistad; por la esencia, o aquello que le es consustancial. En otras palabras la pregunta fundamental es: ¿qué es un amigo? Anteriormente se hizo referencia a la necesidad del otro como un factor determinante para la vida social del hombre, ya que es por naturaleza, social.
De este modo, y más concretamente, lo que señala Aristóteles es ver cómo se promueve la amistad desde la polis; es decir, desde la naturaleza humana que se cumple en las prácticas sociales. Es allí donde el hombre sale al encuentro del otro, de ese otro requerido para poner en práctica las virtudes y poder hacer el bien. La amistad así entendida, está provista de una propiedad moral donde no puede gestarse la unión en términos de desigualdad, donde el justo sea amigo del injusto. La amistad le sirve a Aristóteles de instrumento ético, donde el objeto mismo de ésta, tienda hacia el bien y lo agradable; de tal manera que pueda haber correspondencia entre los diferentes modos de ser. Para dar solución al problema de la amistad, hace una clasificación en tres clases (Aristóteles., 1985.):
– Amistad de utilidad.
– Amistad de placer.
– Amistad de virtud.
Las amistades que más destaca son las que ponen en cuestión la virtud; para él son éstas las verdaderas amistades, “las amistades de los mejores” porque en medio de las diferencias existe la capacidad de juicio sobre las virtudes y los defectos inherentes a la naturaleza humana. Las amistades del tipo de utilidad son aquellas que se crean a partir de intereses que se contradicen entre sí, y no hacen ver al otro como a un amigo sino como un instrumento que permite que uno crezca mientras que el otro decrece. Y por el lado de la amistad por placer, lo que resalta es la implicación sólo de lo sensible, dejando que la razón se obnubile, y permitiendo que la amistad esté subordinada; esto es, la amistad por placer es aquella que enajena a las partes privándolas de toda posible lucha por la virtud mutua.
Así mismo, la escogencia de un amigo supera pruebas triviales que rebasan a las amistades por simple utilidad y a las que solo se crean por puro placer. Por eso es la virtud la que más le interesa al autor, porque se compenetran bajo un mismo fin equitativo: el bien común es lo que funda una amistad virtuosa. Este rasgo particular de la amistad actúa como un espejo en donde los amigos son uno solo; son el reflejo del otro y de sí mismos. Por medio de la virtud, la amistad, se complace y se complementa en tanto se nutre de los actos sociales. En este sentido la amistad se hace lo más necesario para la vida. Una vida sin amigos priva al hombre de la virtud y del bien.
La amistad de la que habla Aristóteles debe estar en el plano de la igualdad. Los amigos comparten así una misma alma, en la que las alegrías y los sufrimientos son a su vez compartidos; no de tal manera, pero sí con un grado tal que la proximidad los identifique a través de un sentimiento. Estos sentimientos acompañan sólo al hombre bueno, sólo en él se pueden reflejar actos buenos y constantes, a diferencia del hombre malo, que es uno hoy y otro mañana. La igualdad de la que se habla soporta el matiz de un bien afín a la naturaleza, del cual el hombre que lo practique consigo mismo lo refleja en su trato con el otro. Entre buenos se da la posibilidad de establecerse una confianza mutua, como requisito indispensable para una amistad verdadera.
Es propio del hombre hacer el bien como una responsabilidad humanamente ética, donde los actos disipen toda clase de autoritarismo radical y severo que someta al hombre a la infelicidad. Aristóteles ofrece la clave para mejorar nuestra condición social donde se evite a toda costa el mal que crea la amistad egoísta. Pero ¿quién entiende que la amistad está en compartir el alma y ser uno con el otro? No es una cuestión de egoísmo elogiar la amistad desde la virtud, es más bien una reconciliación con el hombre que dejamos de ser.
Referencia bibliográfica.
Aristóteles. (1985.). Ética a Nicómaco. Madrid.: Gredos.
Escritor: Andrés Chaverra