La “cualidad o carácter” en la práctica docente

 En los últimos años se han agudizado los temas en la práctica de la docencia y el desarrollo del proceso de la formación educativa, recurriendo a nuevos desafíos en las reformas educativas. Mirar a través de gafas de aumento los fallidos resultados de la formación educativa, ha hecho posible una nueva mirada reflexiva permitiendo restaurar la práctica docente, buscando en la complejidad de la vida humana y sus condiciones intrínsecas.

Partiendo de este entorno el docente es el principal protagonista ya que la influencia que se tiene sobre los alumnos obtiene ventajas y beneficios. Puntualizando lo dicho anteriormente en relación con el significado de la palabra “influencia” en el DRAE «persona con poder o autoridad con cuya intervención se puede obtener una ventaja, favor o beneficio».

“La docencia demanda cada día personas con valores”, esta frase siempre, a lo largo de la historia de la docencia, la hemos leído, escuchado o pensado en algún momento de la vida docente. Sin embargo, no se trata de buscar personas con más y mejores virtudes y valores, sino de sacar desde el interior de esas personas y vincular en la práctica docente las cualidades o carácter. Retomando la idea filosófica de José Ortega y Gasset, en relación con la palabra valor: «Cualidad o carácter de una cosa por la cual esta se convierte en un bien». Y aunadas la idea de influencia y valor en la práctica docente, resumimos que: la cualidad y carácter de un maestro beneficia y da ventajas en el desarrollo integral y complejo de la educación.

Ahora bien, esos valores que influyen en los educandos no se manifiesta de una manera pronta y clara, sino a lo largo del año escolar es como se van forjando los valores aplicados en la enseñanza y evaluación por parte del docente. Si en ese año se reconstruye intelectualmente la realidad de la vida humana aplicada al mundo de su entorno, que cada vez es más complejo desde la perspectiva de la vida colectiva en los entornos desde la infancia, ya sea vínculo familiar, amigos, compañeros, maestros, libros y hoy en día información de internet, entonces y solo entonces se hablará de un desarrollo integral en la educación.

Cuantas personas que practican la docencia se dicen o comentan: “aquí en la escuela soy una persona y afuera otra”, y la barrera hacia un desarrollo integral de la enseñanza empieza precisamente con ese pensamiento; refiriéndose a los valores, pensando de manera un poco retrograda. Seleccionando los valores y aplicándolos a cada aspecto de la vida cotidiana, por ejemplo y por mencionar algunos: la eficacia, a las labores de la casa; el amor, solo a la familia; la autenticidad en la vida íntima; la dependencia en la vida social, como la libertad en la adolescencia. Pocas veces se aplica el amor a los alumnos, la eficacia en los resultados evaluativos, la autenticidad en los proyectos educativos y en la práctica docente; la dependencia responsable a los procesos de enseñanza aprendizaje.

Los dogmas que exige la educación en valores no son solo los valores o virtudes humanas de orden intelectual como el arte, ciencia o sabiduría, son todo un complejo integrador de cualidad o carácter, entretejiendo los valores morales, intelectuales, éticos o espirituales. Si bien es cierto que la virtud que más demanda el área de la docencia es la “eficacia” no obstante, la templanza y la fortaleza juegan un papel de potencialidad para el docente en su práctica. Es muy común escuchar: “Hoy tuve éxito en mi clase”, “di una súper clase el día de hoy”. Pero, ¿se contempló al final una evaluación por mínima que sea para conocer los resultados de ese día? ¿Sabes cuáles son las pautas de una práctica docente diaria frente a un grupo de alumnos?

Es muy fácil decir: “Soy docente”, lo difícil es ejecutar la práctica docente diariamente. En una ocasión pregunté a un grupo de maestros, ¿por qué son docentes? Y una respuesta precipitada surgió: “Porque estamos frente a un grupo”, yo no objeté esperando una respuesta acertada, después hubo un silencio de cinco segundos y pregunté: ¿Alguno de ustedes enseña? Y todos respondieron que sí, entonces… quiere decir que no sabían lo que significaba la palabra docente «Del lat. docens, docere, enseñar».

Detalles como estos nos demuestran que si no sabemos con exactitud lo que hacemos o pretendemos hacer, difícilmente obtendremos resultados positivos. Nunca suelo enumerar las pautas, porque en la práctica docente estas normas varían en el proceso de su aplicación. Cuando he dado capacitación a los docentes y toco este tema, las comento y cada docente las acomoda a sus tiempos en la clase, o se da el caso que no todas las pautas se manifiestan en un mismo día. Sin embargo, y por mencionar algunas, aquí las enumero, no siendo una más importante que otra.

1. La primera impresión: No hablamos del primer día de clase cuando el maestro se cuida premeditadamente para que el alumno tenga esa primera impresión de él… no, hablamos de la impresión diaria, de cómo viene vestido el día de hoy, de cómo viene de ánimo, si preparó la clase un día anterior o la está llevando sin rumbo el día de hoy, y cuidado aquí porque el año escolar se puede ir sin rumbo. Usualmente cuando un maestro no prepara su clase, se dedica a dictar o a revisar o simplemente a charlar de temas fuera del contexto.

2. La exigencia como valor: poniendo de manifiesto que en el proceso educativo integral, la exigencia es una exhortación a un buen desempeño de sus labores como estudiantes. Sin confundir la exigencia con el perfeccionismo, ya que viene de una parte egoísta del ser.

3. La confianza: es un punto delicado y a mi manera de enjuiciar, el más difícil de llevar a cabo en la práctica docente, ya que el alumno que viene de años atrás con resultados que lo han defraudado, no tendrá confianza tan fácilmente al maestro siguiente ni a él mismo para poder continuar con su proceso de enseñanza, y que sin querer se vuelve deleznable. El alumno pudo haber pensado que en dicha tarea o trabajo elaborado arduamente a sus capacidades sacará un 9, pero el maestro defrauda ese pensamiento o confianza que tenía el alumno en él mismo, y obtiene una calificación reprobatoria. El alumno experimenta un vínculo con sus sentimientos y no puede evitar una decepción de sus capacidades y el rechazó al maestro. Posterior a esta experiencia habrá una merma en el desarrollo de su proceso de aprendizaje. El docente tiene que tener la sensatez y buen juicio para discernir las capacidades de cada individuo para poder mantener esa confianza.

4. Dentro de este proceso diario de aprendizaje existe el conflicto: cómo resolver un conflicto anteponiendo la cualidad o carácter “valores”. La rebeldía, la obstinación entre otros antivalores son característicos de una persona que refleja necesidades, ya sea niño, adolescente o adulto, los antivalores así como los valores y virtudes se van arraigando a la personalidad del individuo. Sin embargo, si se resuelve con valores la idea de los antivalores va quedando nula al paso del tiempo.

Escritor: Ixchel Razo Avalos