La destrucción social y del individuo como sitio común en la literatura de testimonio en Chile

El ser humano a través de la historia ha tenido la necesidad de contar, la necesidad de dar cuenta de los hechos que le son de importancia y que condicionan su cosmovisión, su forma de vivir, de alimentarse, de relacionarse en una época o un periodo determinado. Ya en las pinturas rupestres (en las que la representaciones se efectuaban por medio de los escasos elementos de representación existentes), es posible apreciar esta necesidad inherente a la naturaleza del hombre, y en adelante, con el correr del tiempo, es posible apreciar la variada gama de elementos que el ser humano ha ido configurando en medida de sus necesidades de auto configuración y conocimiento tanto presente como histórico. Elementos que dan cuenta de la historia del ser humano y de los hechos, favorables o no, que la condicionan, elementos que le permiten construir, reconstruir y comprender su identidad y su rol dentro del espacio que le contiene.

Una de estas formas de representación es el testimonio, el cual se ha desarrollado de manera encadenada con la historia, esto se debe a que la historia (la ciencia histórica) se presenta como un complejo entramado –no lineal- de representaciones, interpretaciones, análisis y selección de hechos, elementos y datos, que requiere de una u otra manera del recuerdo, de las vivencias, del testimonio como fuente para su reconstrucción. El testimonio se considera como la “Atestación o aseveración de algo”, proveniente del latín testimonĭum es también la “Prueba, justificación y comprobación de la certeza o verdad de algo” (RAE) por lo cual su papel –y reconocimiento- dentro de la reconstrucción del pasado, del hecho histórico, se presenta como fundamental. Aun cuando otorgue al discurso histórico un valor subjetivo agregado, ya que, como señala Derrida, “no hay testimonio que no implique estructuralmente en sí mismo la posibilidad de la ficción, del simulacro y/o de la mentira” (Derrida 1998: 31).

Atendiendo a estos elementos es posible comprender el testimonio como la manifestación de la apreciación y vivencia in situ y posterior recuerdo y reconstrucción de algún hecho histórico o suceso en particular, estos hechos son narrados –en su mayoría- desde la perspectiva de quienes han vivido o han presenciado dichos sucesos, es decir por medio de los actantes, definido por Tesniére como “los seres o las cosas que de algún modo, incluso a título de simples figurantes y de la forma más pasiva, participan en el proceso” (Reis 14). Aun así –siguiendo la línea o consideración de testimonio que aquí se convoca- el hecho de que un ser en particular viva, presencie o participe de un hecho determinado, no lo vuelve necesariamente un testimonio propiamente tal, en este caso hay otros elementos que intervienen al momento de la configuración del testimonio.

Por un lado tenemos la influencia o repercusión que este hecho tenga dentro del grupo social, por ejemplo que alguien presencie, tomando un hecho habitual, el atropellamiento de un animal es un hecho innegable o poco cuestionable en vista de la cotidianeidad de este suceso, pero dicho discurso de representación tendrá validez sólo si las convenciones sociales lo presentan como una problemática para el grupo humano, tendrá validez sólo si existe la instancia para presentar y dar curso a dicho testimonio en la presencia o dirigido a quienes posean las capacidades de comprender la repercusión de ello en vista de las convenciones sociales previas. Por otro lado, y en parte derivado de lo anterior, tenemos la discusión que se presenta entre el discurso del poder hegemónico y los discursos nacidos desde fuera de los márgenes de dicho poder, con lo cual se comprende que las repercusiones de algunos hechos (recogidos por el testimonio) variarán de acuerdo a las consideraciones y convenciones dominantes, en contraste con las consideraciones de otra parte del conjunto social -del marginado-, por lo tanto, en este caso, el testimonio “instala en el centro de su escenario discursivo la “voz” del subordinado (o del “subalterno”…). (Morales 20) que se presenta en constante pugna por la validación y aceptación de dichas repercusiones en el grupo social en que se inscriben. Siendo por tanto, según Morales, el testimonio una voz.

A la que se le suele atribuir la condición de “ejemplar”. La ejemplaridad consistiría en que es una voz de “resistencia” (frente al poder hegemónico), que habla desde y por una clase social o una etnia sojuzgadas, y que contiene los elementos que permiten desconstruir una historia “oficial” y construir otra, instalando así una verdad hasta entonces oculta o reprimida” (Morales 20).

Es posible apreciar que esta necesidad inherente, de representar y comprender el mundo, está determinada no sólo por los hechos que la configuran, sino por todo el entramado socio-cultural y por las herramientas que le permiten mirar críticamente dentro si misma. De esta manera podemos comprender como el testimonio –ya desde sus bases- se presenta como algo complejo, como un elemento que es capaz de comprender dentro de sí aspectos que pueden llegar a configurar y desconfigurar las convenciones sociales preestablecidas.

La problemática principal aquí planteada dice relación con la literatura testimonial en Chile, específicamente con el tema de la destrucción social y del individuo en ella presente, es por esto que se presenta como necesario identificar y delimitar algunos elementos, que como los antes vistos, cooperen en una mejor comprensión del hecho particular aquí tratado, es por esta razón que algunos de estos serán retomados en el transcurso del presente análisis ya con ejemplos concretos y determinados por el tema que los convoca.

Testimonio en Latinoamérica

Los elementos que componen el continente latinoamericano conforman sin duda una estructura compleja, por tanto su historia se presenta en igualdad de condiciones. Ya desde sus inicios, establecido desde el punto de encuentro y posterior fusión entre lo latino y lo americano propiamente tal, está marcada por la intromisión, por la instauración violenta y el progresivo sincretismo racial y cultural. Así en adelante se va conformando un continente tan complejo económica, social y religiosamente hablando que no basta con mirar sólo un sector para comprenderlo, es necesario tomar y comprender una multiplicidad de factores para lograr una idea realista y certera acerca de lo que fue en sus inicios y de lo que es hoy. Latinoamérica se ha construido a si misma a fuerza de guerras y procesos violentos, los constantes enfrentamientos ideológicos, sociales, económicos, políticos, han dejado atrás una estela rubicunda que no logra pasar desapercibida.

Las revoluciones han marcado con fuego la historia de Latinoamérica, ya con la revolución haitiana en adelante se marcaría una pauta que se volvería a repetir una y otra vez bajo distintos nombres y colores, el colonialismo determinó de manera considerable el futuro del continente, pues era de esperar que en algún momento las colonias quisieran liberarse e independizarse de sus paternalistas custodios. Así las revoluciones y contrarrevoluciones se sucedieron en distintos grados por todo el territorio, aceptando diversas influencias y medios de compromiso, así la revolución mexicana, la revolución cubana, la revolución bolivariana, entre otras, mostrarían a los pueblos, acostumbrados a la sumisión, caminos alternativos, viables y representativos que moverían a todo un pueblo en pos de intereses comunes.

Claro está que todo movimiento, toda acción tiene su contraparte y su respuesta, y en Latinoamérica estas respuestas, estas arremetidas, en distintas épocas, se hicieron notar y se inscribieron en la historia por medio de la sangre. Desde principios del siglo XX por toda Latinoamérica se fueron presentando cruentas y decisivas dictaduras; Aparicio Mendez en Uruguay, Alfredo Stroessner en Paraguay, Gustavo Rojas en Colombia, Manuel Noriega en Panamá, Anastasio Zomosa en Nicaragua, Augusto Pinochet en Chile, entre tantos otros. Una época violenta de cambio que determinaría y construiría en muchos aspectos la conformación actual de cada uno de esos pueblos.

La violencia y la brutalidad con que cada una de estas dictaduras latinoamericanas funcionó y se impuso en aquellos países, tuvo como consecuencia gran cantidad de muertes, desapariciones, torturas y en general, violaciones a la integridad del hombre y por tanto a los Derechos humanos. En estas condiciones se presenta por completo la distinción antes hecha acerca de los pactos sobre lo narrable por medio del testimonio, en estos casos el poderío del discurso hegemónico y la presencia del discurso del marginado, del discurso extraoficial, toma un papel relevante, y el testimonio se transforma en un medio efectivo y válido al dar cuenta de dichas transgresiones. De esta manera, a la par con el devenir de estas dictaduras, fueron naciendo y apareciendo diversas manifestaciones testimoniales que daban cuenta, aun contra el discurso oficial, de aquellos vejámenes a los que aquellos pueblos fueron sometidos.

Golpe de estado en Chile La unión y organización común de partidos y movimientos izquierdistas de Chile, tuvo como resultado la elección e instauración presidencial democrática del socialista Salvador Allende Gossens. Se instauró así el llamado gobierno de la Unidad Popular, que reafirmó en el pueblo chileno los valores sociales que se venían manifestando en una parte de la población desde hace un tiempo atrás. La estructura socialista que comenzó a instaurar dicho gobierno comprendía a grandes rasgos cambios que beneficiarían al pueblo, sustentándose en principio en Las 40 primeras medidas de la Unidad popular, estas presentaban un plan de acción que encaminaba, de manera no-violenta al país a la instauración del socialismo, entre dichas medidas se contaba con la supresión de los sueldos fabulosos, honestidad administrativa, salud, alimentación, control del alcoholismo, contribuciones sólo a las mansiones, reforma agraria, fin al impuesto de alimentos y compraventa, por nombrar algunas. Estas medidas, como se ha mencionado, favorecían al pueblo y como pretendía establecer una estructura igualitaria y más justa, perjudicaba a las clases altas y dominantes hasta ese momento en el país. Situación que sumada a otros elementos, como los problemas organizativos, de opinión y de acción de la izquierda, la excesiva inflación y escasez de productos (manipulada o no), además de las influencias internas y externas fueron dando pie a un inminente levantamiento militar.

Así el 11 de septiembre de 1973 se produciría el golpe de estado que tendría como resultado la imposición de la junta militar, el derrocamiento de la unidad popular, la muerte de Allende y la detención e investigación de cada componente que tuviese relación con la unidad popular, desde los altos mandos hasta los pobladores que simpatizaran con el gobierno. Bajo la máxima de Liberar a la patria del yugo Marxista se cometieron, así como en otros países latinoamericanos, torturas, asesinatos, desapariciones, y violaciones a los Derechos Humanos.

Violentamente se presentó un cambio en el oficialismo, en el cual, quienes pasaron radicalmente a ser oposición fueron considerados como enemigos peligrosos ante la búsqueda por restauración del país. “las nuevas autoridades” (Arce 35) desataron, “un vasto operativo de represión dirigido básicamente contra quienes habían participado o apoyado al gobierno de la Unidad Popular, pero que incluyó también a quienes solidarizaban con ellos” (Valdés 8). La restauración que llevó a cabo el gobierno militar tenía como objetivo “re-estabilizar la economía y poner orden político a sangre y fuego” (8), de esta manera se instauró una dictadura militar que traería consigo resultados nefastos.

La necesidad de contar, la necesidad de dar cuenta de aquellos horrores se presentó como una prioridad, pero el ambiente presente en dichas circunstancias limitó tajantemente los medios y las formas de representación, se encargó el poder dominante de eliminar tanto los medios como a quienes tenían en sus manos las herramientas para ello, siendo en este caso la historia no sólo escrita por los vencedores, sino que escrita por quienes poseían y dominaban los únicos medios para hacerlo. Ante esto se puede comprender que fuera principalmente por manos de quienes estaban en el exilio que se establecieran los primeros esbozos de testimonio posterior al golpe de estado de 1973.

Literatura testimonial en Chile. En Chile la literatura testimonial tiene orígenes en la Colonia, de ahí en adelante se han presentado diversas “modalidades genéricas que incluyen las memorias, la biografía, la autobiografía, el diario de vida, los relatos de viajes” (Epple 1) entre otros, pero los orígenes de la literatura testimonial específica en que centra la atención este análisis es posible apreciarlos según Juan Armando Epple como respuesta de los diversos movimientos controversiales, específicamente en los periodos culminantes de algunos proceso políticos y sociales, específicamente “después de la revoluci6n de la Independencia, luego de la derrota de los proyectos liberales de mediados del siglo XIX, después de la caída de Balmaceda en 1891, durante La crisis de los años treinta, etc.” (1), Y por supuesto luego del golpe de estado de 1973, la literatura de testimonio cobraría vida con más fuerza en vista de los hechos que la condicionaban, y ante el re-nacimiento de literatura testimonial en Chile se “comienzan a distendir sus parámetros, a reformularse cualitativamente, al alojar variadas opciones formales de escritura (me refiero a modelos literarios) y canalizar preocupaciones temáticas e ideológicas de variada tesitura” (1).

La situación en que se encontraban los distintos actantes políticos y sociales durante la dictadura, el sometimiento a tortura, el encierro en los campos de concentración, la presencia constante de la muerte, los determinaron de manera considerable, y la necesidad de contar, de presentar y representar -de manera oral o escrita-, tanto como medio de difusión, como medio de pacto con el pasado o incluso como medio psicológico de sanación, se presentó en todos los niveles culturales y sociales que se vieron sometidos por la dictadura militar. Pero fueron quienes poseían los medios o las aptitudes básicas, quienes lograron establecer directamente documentos de literatura testimonial que dieran cuenta de lo vivido. El corpus de obras testimoniales en chile –relacionadas con el golpe de estado- no es menor y aun cuando se presentan narraciones que representan lugares en común y situaciones similares, tienen una validez independiente de otros relatos, dado al enfoque y a la carga semántica y emocional que cada testigo tiene de determinados hechos.

Dentro de dicho corpus es posible identificar distintos autores, tanto testigos como recopiladores de testimonios; Luz Arce, Sergio Bitar, Michel Bonnefoy, Carmén Castillo, Joan Jara, Roberto Parra, Patricio Rivas, Hernán Valdés, Alberto Gamboa, Rolando Carrasco, Victor Jara, entre otros, de los cuales se ha seleccionado algunas obras para llevar a cabo este análisis: El infierno de Luz Arce, Isla 10 de Sergio Bitar, Relato en el frente chileno de Michel Bonnefoy, Un viaje por el infierno de Alberto Gamboa, Chile; un largo septiembre de Patricio Rivas, Tejas Verdes de Hernán Valdés y Disparen a la Bandada de Fernando Villagrán. Dentro de estos testimonios se comprenden los distintos lugares en los que fueron retenidos y los campos de concentración donde eran recluidos, siendo lugares comunes de dichos relatos; el estadio Nacional, el estadio Chile, Londres 38, Tejas Verdes, Chacabuco, Isla Dawson, Cuatro Álamos, sumado a los lugares de detención momentánea como regimientos, cárceles y edificios particulares.

Otro elemento común presente dentro de la literatura chilena de testimonio posterior al golpe de estado, son los hechos vividos por los reclusos, antes de ser detenidos y posteriormente en los lugares recién mencionados, presentándose como tema y como representación común en dichas obras los vejámenes sufridos; el dolor, la tristeza, el recuerdo, la añoranza, las torturas físicas y psicológicas, los interrogatorios, la organización impuesta, la alimentación, la vestimenta, el hacinamiento, las acusaciones, la falta de garantías, la incertidumbre, la cercanía con la muerte, la desintegración familiar, social e individual, entre otros. Elementos que conforman en su totalidad, al igual que el corpus de obras de dichos autores, un aporte y un discurso de considerable valor al momento de comprender desde lo particular, los hechos acontecidos. Un discurso que en esta pugna con el discurso oficial ha ganado una aceptación considerable con el correr del tiempo, ya sea como documento histórico, o como en el caso de algunos, como documento de aceptado valor judicial.

Desestructuración social e individual Dentro de los elementos antes mencionados, aun cuando todos crean lazos y relaciones entre las distintas obras, existe un tema que se presenta como eje de importancia para este análisis, debido a que engloba y contiene la noción general que determina, une y convierte a estos relatos en testimonios, este es; la desestructuración social e individual (acaecida en las condiciones socio-políticas antes explicadas) presente como lugar común a través de las distintas obras. Esta desestructuración, en sus dos manifestaciones, se presenta como podrá advertirse más adelante, como un medio de presión y acción política –representado y tratado por la literatura de testimonio- que el gobierno militar utiliza para desintegrar los residuos de la organización de la Unidad Popular y de los movimientos de izquierda, este medio de presión política se instaura y se lleva a cabo por medio de la violencia y el terror, desintegrando desde lo general a lo particular, teniendo como punto de inicio la desestructuración del gobierno, de las organizaciones políticas, organizaciones sociales y militantes, la identidad y la pertenencia, el núcleo familiar, y por último el quiebre y desintegración del yo como resultado de las torturas físicas y psicológicas.

Desestructuración social. El quiebre del gobierno de la unidad Popular Al hablar de desestructuración social se comprende el quiebre de sus organizaciones, desde las bases en adelante, desde las entidades gubernamentales, las organizaciones vecinales, hasta el núcleo familiar. Este quiebre se puede manifestar como resultado de problemas internos de tal o cual gobierno, por influencias externas o como es el caso del gobierno de la Unidad Popular, por la suma de estos elementos.

Luego del golpe de estado del 11 de Septiembre de 1973 comenzó la tarea del Gobierno Militar por desmantelar la organización socialista instaurada por el presidente Salvador Allende, el medio de acción determinado para lograr esta tarea fue la vía de las armas, teniendo como eje y motor principal la violencia, en ese instante una parte considerable de los habitantes del país pasaba a ser enemigos del nuevo estado, en cuya calidad serían tratados según las convenciones propias de una guerra. Se presentó como la principal misión liberar al país de las influencias marxistas consideradas como nefastas, pues “(a) la cabeza de la pirámide demoledora de nuestras fuerzas de producción y riqueza está el partido comunista” (Villagrán 87) grupo ideológico que inundaba en ese entonces todos los elementos que configuraban y daban forma a Chile.

Dentro del corpus de novelas seleccionadas para esta investigación se manifiesta en algunas de ellas, la desestructuración gubernamental como el origen de los sucesos posteriores, siendo este el punto de inicio que algunos de los autores escogen para sus narraciones, en un intento de detallar estructuradamente los hechos acaecidos. En Isla 10 Sergio Bitar detalla el inicio del golpe militar desde una perspectiva de espectador, “Alrededor de las once de la mañana escuché que le daban un plazo al presidente para que se rindiera” (Bitar 20), enfoque que lo relaciona y une a lo que en ese momento estaba viviendo el pueblo chileno, otorgando un plus en la validación de este documento como testimonio.

Así en adelante Bitar describe progresivamente el accionar militar y la arremetida contra el presidente y el palacio de gobierno, en el cual “(l)e comunicaron al presidente que de no abandonar La Moneda, sería bombardeada” (20) con estas descripciones, establecidas desde el recuerdo y reafirmadas por el discurso histórico, se comienza a dar cuenta en las novelas testimoniales aquí tratadas de la larga y compleja desestructuración social que se comenzaría a aplicar, partiendo por la cabeza de gobierno, “A las dos de la tarde, al ingresar las fuerzas Armadas al palacio de gobierno, se encontró el cuerpo sin vida del señor Allende” (21) y seguido por las estructuras sociales que de este se desprendían.

Organización militante truncada Las organizaciones militantes comprometidas con Allende y con las ideologías izquierdistas conformaron parte fundamental en la organización política de este gobierno, aun así es bueno tener presente que las distintas formas y medios de acción de los movimientos izquierdistas contribuyeron en parte a la desintegración de la estructura organizacional del proyecto socialista chileno.

Ya con el pronunciamiento militar se vio aun más limitada la organización de dichas células, siendo desintegradas, incluso eliminadas por el accionar militar, “El deseo de continuar militando” (Arce 45) se vio suspendido por el secuestro y el asesinato de las cabezas de dichas organizaciones, una vez más, tal como sucedió con Allende, se logra desintegrar los grupos organizativos desarticulando sus núcleos y bases. Así a “(l)os militantes que esperan respuestas, instrucciones, dirección” (Arce 43) no poseerían los medios de planificación previamente estructurados. El temor que se fue instaurando en la población, aun en la población comprometida, se vio reflejado en el quiebre de compromiso militante que las amenazas del gobierno militar produjeron, como se aprecia en la narración de Luz Arce, “luego de haber recorrido varias casas de militantes que tenían garaje. Nadie quiso guardar el vehiculo, y menos las armas largas” (Arce 41) viéndose paulatinamente las posibilidades de organización anuladas y “(l)as aspiraciones truncadas, (así como) los ideales barridos” (43). Organización social y comunitaria 40).

La arremetida militar se presentó de manera tal que inundaba todos los espacios construidos y organizados por el pueblo y el gobierno popular, así se fue aceptando, como deja de manifiesto Villagrán, que los “objetivos de una sociedad socialista más justa, libertaria e igualitaria, donde se acaban los privilegios de una minoría y el pueblo organizado se expresara plenamente permanecían más lejos que nunca” (Villagrán 57).

Quiebre del núcleo familiar Cuando se dice que la influencia del gobierno y de la dictadura militar abarcó y desestructuró todos los espacios sociales organizativos se incluye necesariamente a la familia, aun cuando una organización socialista mayor tiende a la desintegración del núcleo familiar, en el gobierno allendista, que estaba con la vista enfocada a desarrollar un proceso paulatino hacia el socialismo, la familia seguía siendo un factor importante en la conformación social.

Debido a las detenciones, asesinatos y desapariciones de las que la dictadura se servía en su accionar, se sustrajo radicalmente a padres de familia, madres, hermanos, sostenedores del hogar; “(e)ra duro no llamar por teléfono, ni ir a casa con regularidad” (Arce 49), se quebrantó como resultado de la desestructuración del gobierno de la unidad popular, la organización social familiar de quienes simpatizaban o militaban con dicho gobierno, que como según muestra la historia, eran miles. Esta desestructuración es advertible también en la constante añoranza de quienes estaban detenidos en los centros de reclusión y campos de concentración, situación de la cual se da cuenta en el corpus seleccionado; “como hubiera deseado ir a su lado y darle un beso, una caricia… decirle te amo” (66), o como señala Bonnefoy, “Se le quebraba la voz cuando se refería a su esposa o a sus hijos” (Bonnefoy 95).

Campos de concentración Arce 145), entre otros, en los que dadas las circunstancias de su creación, no estaban preparados para la comodidad, ni siquiera para contar con los elementos básicos para los prisioneros. Como señala Rivas en su libro Chile, un largo septiembre; “(c)uando Pinochet ordenó al creación de campos como Pisagua, Ritoque, Chacabuco o Tejas Verdes, estaba claro que las cárceles no darían abasto para absorver el volumen de prisioneros” (Rivas 127). De esta manera, como se podrá apreciar más adelante, la estadía de los prisioneros dentro de estos campos, improvisados o establecidos, se limitaría a la supervivencia, “(a)quí no digas nada. Vivimos sólo de lo cotidiano, desconfío de algunas” (Arce 61), mediada por la organización, el ingenio y la solidaridad entre prisioneros, para poder soportar y sobrellevar los castigos y tratos a los que eran sometidos en aquellos llamados centros de detención.

Desestructuración del individuo Se ha presentado el tema de la desintegración en las novelas testimoniales chilenas, manifestada en todos los elementos que conformaban y participaban del proyecto de la Unidad Popular, dicha desintegración como ha sido posible apreciar, se ha presentado y desarrollado desde lo general a lo particular, teniendo como punto de partida el gobierno de Salvador Allende. Una vez desestructuradas todas las organizaciones sociales y políticas comprometidas, se continua con la desintegración del individuo, con dicha desintegración se establece y se asegura la anulación de la organización social y política presente y nacida entre los años 1970-1973.

Por medio de la fuerza, incluso de la muerte, la participación en los proyectos socialistas se transforma en un aspecto negativo, esto dado por el cambio radical de perspectiva y gobierno, es decir, la dualidad culpable/inocente adquiere drásticamente un cambio de polaridad y significado en vista de los nuevos valores instaurados, siendo por tanto necesario –para el gobierno militar- desintegrar las organizaciones relacionadas y castigar a quienes simpaticen o compongan estos elementos negativos. Un método efectivo de desintegración y quiebre del individuo, es la tortura, tanto física como psicológica, justificada en la búsqueda informativa, lo que sumado al secuestro y reclusión, repetidas infinidad de veces en cada individuo forman un conjunto efectivo de presión política contra las ideologías que se intenta erradicar.
Tortura física

Dentro del corpus de obras en las que esta investigación se sustenta, la tortura es la representación más recurrente que se puede identificar, y esto obedece y se configura por la calidad de testimonio que dichas obras tienen, es la tortura, los vejámenes sufridos, los elementos que rompen con esta concepción de lo permitido, de lo socialmente aceptado y por tanto transforman estos hechos en elementos narrables que buscan instaurarse por sobre el discurso hegemónico. Así las distintas torturas físicas de las que se da cuenta en aquellos testimonios tienen como finalidad dejar de manifiesto la brutalidad y el actuar del Gobierno Militar en busca de futuras respuestas y de paso la anhelada justicia.

Dentro de los testimonios analizados se manifiesta un recurrente medio de tortura del que se valían los medios represivos, este es la electricidad, “(l)a picana eléctrica en la tetilla. Solté un grito de dolor” (41), el cual durante el desarrollo de los llamados interrogatorios aumentaba su nivel de crueldad; “unos dedos fríos me sujetaron el pene y me encajaron un pequeño aparato de hierro en la base, pegado a los testículos” 42). Comenzando así un evolutivo proceso en vista de la desestructuración del individuo. La tortura por medio de golpes eléctricos fue el medio predilecto de los torturadores, situación que se deja de manifiesto en los relatos trabajados. Ya luz Arce da cuenta de ello en su testimonio –desde el punto de vista de la víctima- ; “Me torturaron una y otra vez, me bajaban y me volvían a subir, me cargaban como a un bulto, varias veces pensé que con algo de suerte me quebraría la columna cuando la corriente curvaba mi cuerpo como un arco” (Arce 58), este tipo de tortura no sólo tiene un efecto inmediato, sino que deja secuelas y consecuencias apreciables, “tenia erosiones y quemaduras en la piel, sobre todo en los pechos, el vientre, los genitales y la zona pubiana” (61), posteriormente señala, “me seguía doliendo la lengua, casi no me cabía en la boca de tanto golpe de corriente” (Arce 66).

Las golpizas sufridas por los prisioneros conforma parte, al igual que el emparrilamiento, de las torturas más retratadas en los testimonios, hay otras claro, aun más brutales de las que no se da cuenta en estos relatos. Como señala Farias en el relato sobre su experiencia; “(f)ui colgado entre dos muebles que logré ver por debajo de la venda. Además de la corriente eléctrica que aplicaban en todas las zonas de mi cuerpo, recibí puñetazos y patadas en la espalda que casi me hicieron perder la conciencia” (Farias 16) o como señala Bonnefoy, retratando y representando la violencia sufrida durante ese periodo, da cuenta desde una perspectiva vivencial, también desde el punto de vista de la víctima sobre como era sometido a brutales golpizas, “luego más patadas, más puñetazos con y sin manopla, más gritos, todos a la vez” (Bonnefoy 39), Las torturas variaban mucho en intensidad y crueldad finalizando para algunos prisioneros en la muerte, como el caso retratado por Arce: “(h)abía sido atrozmente torturado y a quien le habían sacado las uñas de las manos” (Arce 70).

Las vejaciones a las mujeres por parte de uniformados y entidades represivas es una parte fundamental del testimonio chileno posterior al golpe de estado de 1973, pues da cuenta de las brutalidades que es capaz de cometer el ser humano, el hombre, en posesión de poder absoluto sobre otros seres humanos, Luz Arce presenta en su testimonio los tratos a los que era sometida, tanto en su calidad de prisionera, de enemiga del estado como de mujer, “Sin decir nada me tiraron sobre una colchoneta y me violaron” (Arce 56). Se cancela en esta situación retratada toda norma social de convivencia, toda estructura de consenso social sobre lo permitido se elimina radicalmente; “comenzó a patearme, crujieron mis costillas.

El oficial, gritando como un loco no dejaba de golpearme” (Arce 96), no se respeta tampoco las distinción de genero, para los torturadores un enemigo es un enemigo sin importar su sexo, condición ni rol en la sociedad, “Y comenzó a arrastrarme del pelo. Mis piernas fueron golpeando cada uno de los escalones” (Arce 97). De esta manera, sólo señalando algunas de las formas de torturas físicas manifestadas durante al dictadura militar -presentes en los testimonios-, se va concretando la desintegración individual que obedece a la cancelación y erradicación de los valores y manifestaciones que el poder auto-instaurado intentaba suprimir por considerarlos nefastos.

Violencia psicológica Otro medio de tortura, que sumado a la cruenta violencia física aplicada durante el régimen Militar, es la tortura psicológica a la que eran sometidos los prisioneros en los distintos campos de detención. Este conjunto de medidas aportaban a la desintegración y erradicación total del Yugo marxista. Como bien señala Rivas en su texto, “(e)n el nivel de tormento hay dos juegos. En uno se hacen preguntas singulares, concretas y focalizadas; en otro, más allá de la información perseguida, se busca doblegar al prisionero” (Rivas 115), quebrantando su moral y su conciencia para obtener información y datos que facilitaran la tarea a los captores.

Los elementos de tortura psicológica presentes en los testimonios obedecen, como se ha mencionando, a la necesidad de doblegar al individuo en vista de una dominación completa, tanto corporal como mental, y las formas más comunes de hacerlo era por medio de; la amenaza contra la integridad, “Te lo vamos a guillotinar si no nombrai ningún marxista” (Bonnefoy 47)/ “se cagó el huevon sucio, que se la coma” (Arce 58), por la entrega de información errónea acerca de elementos que estuvieran fuera del conocimiento del prisionero pero que afectaran su integridad moral, por ejemplo como señala Bonnefoy en su testimonio haciendo referencia a los dichos de un soldado a un anciano recluido, “Además a tu hija se la culearon cinco huevones anoche, así que no creo que pueda levantarse” (Bonnefoy 93) o simplemente dando a conocer medios de tortura a los que eran sometidos otros prisioneros, ya sea narrándolas, “Hablar de torturas atroces frente a nosotros, era parte del ablandamiento a que nos sometían” (Arce 129) / “(c)laro que lo mejor de todo es la parrilla, ahí hacen saltar a los miristas con la corriente. Los tienen noches enteras amarrados al somier. Y lo de las uñas…” (Bonnefoy 75) o haciéndolos presenciar o escuchar dichos castigos, “sentía a mi amigo retorcerse de dolor en aquella especie de mesa donde nos colocaban” (Arce 58).

Así a través de las obras trabajadas es posible identificar distintas manifestaciones de torturas psicológicas, tanto para el torturado como para sus seres queridos, “lo torturaron ahí mismo en presencia de su esposa e hijos” (37). Las descalificaciones, dada las circunstancias, también califican como un medio de tortura psicológica efectiva en pos de la destrucción del individuo, situación de la cual da cuenta Luz Arce; “Párate, conch`etumadre! -¿No te dije que te pararás? Comunista de mierda” (54) o bien, “Despertaste, maldita puta! Puta, puta, eso son las comunistas y los hijos de las putas son todos maricones” (96), con apreciables y efectivos resultados, “(m)e dolía tanto que me dijeran puta” (101).

Estos elementos tenían como resultado y se complementaban con un aspecto que se presenta comúnmente en los relatos sobre los campos de concentración chilenos, el llamado “(c)aldo de cabeza (el cual) se trata de un estado psicológico en que se deja volar la imaginación hasta llegar a conclusiones extremas” (Bonnefoy 72), situación en la cual es posible apreciar la efectiva tarea que el encierro y el hecho de sacar al ser de su núcleo social cumplen. Dentro de la tortura psicológica es posible identificar y determinar tres elementos de esta que se configuran como parte de un avance progresivo en la desestructuración del individuo o como resultado de la totalidad de los elementos a los que eran sometidos:

Quiebre del yo La constante presión a la que se encontraban sometidos los prisioneros, tenía como finalidad quebrar de cierta manera la conciencia de los torturados, “llévense a esta huevona, no está quebrada, aun tiene reservas mentales” (Arce 162), esta acción tenía muchas veces como resultado el quiebre absoluto de la conciencia y de la consideración propia, las torturas y las arremetidas constantes lograban una desintegración total del ser, “era como si la propia voz no sonara; como si uno no existiera. No era una persona” (78), ante las cuales no existía posibilidad de respuesta, “no me dieron tiempo para desenfundar mis armas: la conciencia y la dignidad” (Bonnefoy 40).

Destrucción identitaria Otro medio efectivo de desestructurar al individuo era suprimir todo contacto o relación con la realidad, con las concepciones y convenciones socio-culturales. De esta manera la negación y destrucción de la identidad dentro del campo de concentración es un elemento común que se puede apreciar dentro de las obras testimoniales, al ingresar al campo de concentración se deja de ser ciudadano, con nombre que lo identifique u ocupación social que lo sustente, por ello se le otorga la calidad de prisioneros o reos, de números dentro de una organización creada para lograr la desintegración, “-53 -¡presente, jefe! -54 –Presente-. Esa era yo, la detenida Nº54 de la DINA” (Arce 59) “¡trescientos noventa y dos!” (Bonnefoy 88), “Isla 10” (Bitar). Así las caracterizaciones sociales, incluso humanas van rozando los límites totales de la desintegración, “Los gritos que se oían rememoraban a los cerdos cuando son sacrificados” (Villagrán 65) / “Listo mierda, llegamos. Abajo los bultos” (Bonnefoy 85). Dentro del campo de concentración los hombres libres pasan a ser prisioneros, pasan a ser propiedad de una entidad superior que puede disponer de sus vidas, “Así fue el encuentro con nuestros nuevos propietarios” (74).

Cercanía con la muerte El tercer elemento y quizás el más determinante dentro de la tortura psicológica es la presencia constante de la muerte como conclusión definitiva del individuo, es esta por un lado el arma máxima que el captor tiene sobre su propiedad humana y por otro lado es la liberación extrema que el cautivo tiene frente a la situación en la que se encuentra, “Me di cuanta que a pesar de desear la muerte, su cercanía estremece la piel” (Arce 59). Así, es este elemento un medio de control recurrente que se posee sobre los prisioneros en el campo de concentración, “sólo quieren infundirnos terror” (58), y es una cuestionante que está constantemente rondando la preocupación de los privados de libertad, “Ahora las elucubraciones eran respecto ala suerte que nos esperaba” (Villagrán 64). Por esa razón se presentaron tantos casos de simulacros de fusilamiento, pues intentaban doblegarlos mediante este recurso, “Había sido un simulacro, como tantos otros que se empleaban en esos días para infundir pánico” (64). La presencia de la muerte, determinada por terceros, es en buena parte el motor de las prácticas de terror que la dictadura militar llevó a cabo en sus primeros años, el hecho de saber que la vida depende completamente de la decisión –condicionada- de alguien no es una aspecto menor, situación que según lo apreciable en los testimonios, los captores tenían muy en claro, “esta huevada está trancada –gruñó forcejeando con la llave. La apretó más. Sentí unas gotas de sangre en la muñeca-. Déjala así, después le cortamos el brazo.” (Bonnefoy 41) / “¿Qué flores te gustan? Con una patada en las costillas para apurar mi elección” (42) / “Tráiganle la ropa a este que quiere morir vestido” (71).

Medios de resistencia en la literatura de testimonio. El ser humano es capaz de adaptarse a cualquier situación que se le presente, este hecho es característico de su naturaleza y se ha demostrado infinidad de veces con el correr del tiempo y en las distintas culturas que han dominado y determinado las relaciones sociales. En el caso particular tratado en este análisis, esta situación se ha presentado de igual manera que en otros casos similares, como el holocausto judío. Se ha presentado una adaptación, obligada pero efectiva al medio que por fuerza les contiene, de esta manera, dentro del campo de concentración se han presentado ciertos medios de resistencia como respuesta y contraparte a los elementos impuestos por los captores, quebrando o desobedeciendo -generalmente bajo discurso-, las reglas y normativas a las que se les ha sometido por medio de la violencia. Dentro de los textos testimoniales esta resistencia es posible apreciarla a modo general como respuesta a la tesis o propuesta analítica de esta investigación, la desestructuración social e individual, y manifestada en diversos elementos presentes en dichos testimonios. Dentro de los campos de concentración chilenos retratados en estas obras es posible apreciar estos medios de resistencia caracterizados por los siguientes elementos:

Resistencia individual El individuo, como figura sometida a la desintegración, presenta como medio de respuesta elementos de resistencia, mental, psicológica e incluso física que le permiten sobrellevar los elementos traumáticos y transgresores, “Cada preso en Chacabuco tiene su propio mundo. Y cuando lo logras, por casualidad, sumergirte en él, compartirlo en cada una de sus manifestaciones, descubres dignidad, valor, entereza, y sobre todo, una generosidad y un amor hacia otros seres que realmente enternece” (Gamboa 82), este mundo interior le permite al ser humano retomar y recuperar los elementos inherentes a él que se le han arrebatado, “para mi era importante estar limpia. No quería darles la satisfacción de verme más doblegada en ese lugar donde no tenía ningún derecho” (Arce 158). Oponiéndose de paso a la negación de la identidad –antes mencionada- a la cual se les sometía dentro del campo de concentración, “Como te llamas (…) Mi nombre es luz Arce” (Arce 60).

Resistencia grupal 96).

Estos medios de resistencia comunitaria abarcaron también los elementos de relación que se les imponían a los reclusos, sobreponiéndose nuevas clasificaciones impuestas por ellos para representar lo que se ha prohibido o lo que puede ser castigado, “Compadre significa otra cosa. Expresa otro tipo de afinidad entre dos seres humanos. Pero en Chacabuco significaba “compañero” porque hubo un jefe de campamento, que en una explosiva circular, prohibió usar el término “compañero”” (Gamboa 49). Esta sub-relación de personas privadas de dignidad y libertad se desarrolla y organiza a tal nivel que es posible hablar de un medio mayor de resistencia, es decir la creación de una suerte de microsociedad que se establece y desarrolla bajo las limitaciones y anulaciones propias del campo concetracional.

Construcción de la microsociedad en el campo de concentración La organización dentro de esta llamada microsociedad nace ante las necesidades que el espacio de reclusión presenta para los detenidos, y de la relación constante entre seres humanos, “(l)legas a conocer las respiraciones, las miradas, la manera de girar la cabeza, el modo de hablar” (Rivas 120), y dentro de las obras aquí tratadas se puede apreciar como esta organización se planeta como un medio efectivo de supervivencia, tanto en lo práctico como en el efecto psicológico beneficiosa que esta tiene, “La forma en que se expresaba la amistad y el cariño en instantes como estos es poderosa” (120).

Así “(d)entro de la celda, desobedeciendo a los jefes impusimos nuestras propias normas de convivencia” (Bonnefoy 93-94), se van determinando elementos organizativos, de distribución del trabajo, de otorgación de ocupaciones, que ayudarían a sobrellevar el encierro indefinido, “por eso nos dieron pegas distintas. Guajardo debía barrer la casa tarde y mañana. Yo debía lavar y secar la loza de todos mis compañeros” (Gamboa 24). Estos elementos, como manifiesta Luz Arce, nacieron de manera natural, “Sacudimos colchonetas y frazadas, barrimos, y sin darnos cuenta alguien comenzó a cantar” (Arce 63) dando cuenta de esta naturaleza de resistencia propia del ser humano.

La organización social es un elemento propio de las sociedades humanas, así también las jerarquías, por ello se determinaron representantes de cada grupo de detenidos para que la relación con los captores fuese más estructurada, “los que habían sido parlamentarios, a los que habían sido jefes de organismos de gobierno y a los hombres mayores de 60 años (…) para integrar un organismo que dirigiera internamente a toda la población” el que se llamó consejo de ancianos, emulando las organizaciones primigenias, “(e)legimos por unanimidad como jefe de la casa al mayor de edad” (Gamboa 24), situación que de paso favorecía a los captores en la organización global de los campos. De la misma manera, en algunos campos de concentración, se fueron creando agrupaciones de apoyo de prisioneros para con sus pares, elementos organizacionales que ayudaran a sobrellevar el encierro:

“En las casas deshabitadas comenzaron a funcionar creados y atendidos por los propios presos, el servicio medico, el de enfermería, de ayuda a los mas pobres, unote asistencia judicial, un correo, una biblioteca, una pulpería con acciones de los propios compañeros, un conjunto folklórico, una escuela de teatro, un grupo teatral, un show semanal con artistas y aficionados, hasta una universidad popular con cursos de alta tecnología, idiomas (ingles, francés, alemán, italiano y latín) “ (Gamboa 37-38).

Configuraciones sociales que crearon un lazo directo con aquella sociedad de la cual se les había sustraído y que se les había negado por la fuerza. En suma, métodos de resistencia contra las imposiciones del gobierno militar en las que primó a pesar de todos los vejámenes cometidos la fuerza y la entereza del ser humano de la cual los autores-testigos dan cuenta en sus obras.

La necesidad de contar y dar cuenta de las vejaciones y violaciones a los derechos humanos acaecidas durante el régimen militar chileno, se presenta, al igual que en otros países latinoamericanos, como imperiosa en vista de la negación y justificación internacional, así como la manipulación histórica de la cual dichos regimenes se valieron durante el desarrollo de aquellos obscuros periodos. En vista de esta necesidad -y determinado por los hechos acontecidos-, es el testimonio el medio más efectivo para poder dar cuenta de las torturas, asesinatos, violaciones de todo tipo y desapariciones, pues se establecen, a un cuando con las características de la subjetividad y la sobreficcionalización propias del recuerdo (el cual siempre se presenta difuso, sobre todo bajo situaciones drásticas y cargadas de miedo como las en Chile sucedidas), desde la perspectiva del actante que vive, sufre y se vuelve intencional o azarosamente parte de las circunstancias y victima de la desestructuración aquí tratada.

Se han presentado en esta análisis los elementos textuales, presentes en el corpus testimonial seleccionado, que dan cuenta de los medios y elementos de los que se ha valido el poder para dicha desestructuración social e individual, abarcando todas las estructuras sociales desde lo más alto –gubernamental- hasta la propia conciencia e identidad de los individuos –el yo- que de una u otra manera configuraron el Gobierno Popular. En relación a esto ha sido posible apreciar, la desestructuración social y de los individuos que componen la sociedad, es este un medio efectivo de presión política del cual se vale la Dictadura Militar para desarticular completamente la Unidad Popular, atacando a todas sus partículas, tanto en vista de desarticularla en el momento –del alzamiento militar-, como en lo posible, para evitar una posterior restauración y levantamiento. La literatura testimonial chilena da cuenta de este elemento, no como algo planificado, sino como el retrato de un aspecto transversal del accionar fascista en el territorio, el que por ello se viene a manifestar como lugar común o como tema recurrente a dichos relatos.

Nacido de la mencionada desestructuración, en todos sus niveles, se ha presentado un elemento fundamental y reconstructor que es posible apreciar dentro de los testimonios aquí tratados, esto es la resistencia nacida de las circunstancias y de la conformación cultural a la que el ser humano está acostumbrado o condicionado, dicha resistencia configura medios de soporte a modo de respuesta ante esta desintegración social, que se opone –en todo ámbito- directamente a las estructuras violentas instauradas, en este caso en particular, por la dictadura chilena. Así el corpus de obras aquí seleccionado es un conjunto de documentos que ha ido adquiriendo valor –ya pasado el tiempo- en vista del análisis crítico que se ha hecho, sobre este periodo histórico en chile, a contar del regreso de la democracia.

Bibliografía Principal

-Arce, Luz (1993): El infierno. Santiago: Planeta.
-Bitar, Sergio (1987): Isla 10. Santiago: Pehuén.
-Bonnefoy, Michel [Ilario Da]: (2003): Relato en el frente chileno [1977]. Santiago. LOM.
-Gamboa, Alberto (1984) [Tomos 1 a 4]: Un viaje por el infierno. Santiago: Araucaria LTDA.
-Jara, Joan (1983): Víctor Jara. Un canto truncado. Barcelona: Argos Vergara.
-Rivas, Patricio (2007): Chile, un largo Septiembre. Santiago: LOM.
-Valdés, Hernán (1978): Tejas verdes. Diario de un campo de concentración en Chile [1974]. Barcelona: Laia.

Escritor: Jonathan Lukinovic