El sexo del ser nuevo se define en el momento mismo en que el óvulo y el esperma se juntan en la trompa de Falopio y se combina el material genético de uno y otro progenitor hasta formarse un cigoto, que es una célula que contiene toda la información hereditaria del ser nuevo.
De los cuarenta y seis cromosomas que conforman nuestro plan genético, el sexo del bebé es determinado por dos y bastante: el cromosoma X y el Y. El cromosoma sexual de los óvulos es siempre X. Los espermatozoides, en cambio, pueden ser portadores del cromosoma X o del Y. Si un óvulo -que es siempre X- es fertilizado por un espermatozoide con carga X, el bebé que va a nacer una niña (XX). si el espermatozoide tiene un cromosoma Y, el bebé será un niño (XY). A partir de aquí el sistema genético irá guiando la constitución anatómica de los sexos. En este proceso de diferenciación sexual participan genes de los cromosomas sexuales (X, Y), pero también otros genes de otros cromosomas.
Aunque el sexo que tendrá la criatura queda definido desde el momento de la concepción, durante las seis primeras semanas de gestación no se puede distinguir el sexo del feto: tanto los embriones masculinos como los femeninos presentarán durante las primeras semanas dos gónadas, que son órganos indefinidos. La diferenciación de ambas gónadas no se produce en el periodo gestacional mismo. Si se dan los factores necesarios para el desarrollo de un testículo el proceso se inicia en torno a la séptima semana de gesta ción. Cuando la dotación cromosómica es XX, el desarrollo de un ovario inicia unas dos semanas
más tarde.
Si el embrión presenta un cromosoma Y, estas gónadas se convertirán en testículos, y si no está presente el cromosoma Y, se acabarán convirtiendo en ovarios. esto es así porque el cromosoma Y transporta el gen responsable de que las gónadas se conviertan en testículos. Los testículos del feto comienzan a producir hormonas (testosterona) a partir de la séptima u octava semana de embarazo; y esta secreción de la testosterona determina cómo evolucionarán los genitales internos y externos.
Gracias a la secreción de esta hormona entre la semana nueve y el once de embarazo aparecerá una estructura masculina (próstata y vasos deferentes). En cambio, la ausencia de hormonas masculinas (atención que aquí no decimos la presencia de hormonas femeninas) es lo que provoca la creación del útero, las trompas de Falopio y la vagina.
Hacia el final del tercer mes será posible reconocer los genitales externos del embrión como masculinos o femeninos. En el tercer trimestre, gracias a la actividad de los andrógenos, crece el pene y descienden los testículos. Y en cuanto al feto femenino, los tejidos rudimentarios se convertirán en clítoris y labios vulvares bien definidos. Una vez terminada la configuración anatomicosexual, y tras el periodo fetal, entra en juego el cerebro: la glándula pituitaria y el hipotálamo regularán en los hombres la producción de testosterona y en las mujeres los ciclos menstruales.
Autor: Intervención para el desarrollo sexual del niño. M. Carmen Marín Prieto y Anna Maria Riera Campos.
Ver: http://ioc.xtec.cat/materials/FP/Materials/1752_EDI/EDI_1752_M07/web/html/media/fp_edi_m07_u2_pdfindex.pdf