LA EDUCACIÓN BANCARIA: OPRESIÓN Y DESTIEMPOS

La educación tradicional propició y avaló mecanismos de aprendizaje donde los estudiantes se convertían en meros receptores de conceptos bajo el sustento de mecanismos de repetición y circularidad. Dicho acto de depositar en el cual los estudiantes son considerados tabulas rasas, lleva a Fraile a su concepto de educación bancaria: alumnos pasivos plegados de conocimientos estáticos. En definitiva, dicha panorámica pareciese convertir la educación en un sistema represivo- autoritario que busca la formación de seres no reflexivos desde la perpetuación de conocimientos tradicionales.

Es así que la posibilidad de reformular de dichos modelos concebidos como cúmulos de conocimientos vacíos lleva a una pregunta esencial ¿Puede existir una mirada crítica-reflexiva frente a la educación, como además coherente con las transformaciones socioculturales del entorno de los educandos?

La educación por mucho tiempo ha sido considerada repulsiva al cambio, un modelo que avala procesos herméticos que más allá de las aulas de clase, no puede plantear su pertinencia en otros espacios vitales. Esto quiere decir, que muchas veces los estudiantes perciben la educación como una esfera desvinculada de cualquier función práctica, un campo no útil, pero sí bastante impositivo, donde impera la nota, el aprobar más que el mismo aprendizaje. En otras palabras, la educación en términos más específicos se inaugura como institución de control que regula y establece una producción monitoreada, tanto de enseñanza como de aprendizaje. Una concepción que se asocia a la necesidad de organizar, vigilar, y dominar. Pues la tendencia al orden legitima la supervivencia de una sociedad y con ello perpetua la existencia de un eje supervisor que determine sus modos de funcionamiento.

Ubicando lo anterior al contexto colombiano desde su panorámica educativa, ésta en definitiva tiende a ubicarse en el campo de lo prescriptivo; esto quiere decir que la educación no es percibida como un proceso o práctica amable. Un ejemplo de ello, puede vislumbrase en la producción de textos en la escuela, que muchas veces obedecen a un ejercicio que promulga el mantenimiento de unos parámetros y códigos preestablecidos de producción. Esto quiere decir que evita que la escritura se aleje de ciertos criterios y lineamientos de producción para adquirir tonalidades divergentes .En otras palabras, la producción escrita no se instaura como como una posibilidad de reflexión y argumentación- analítica como creativa, sino como en un mero complimiento de criterios y lineamientos que no ahondan en la posibilidad de transformación y desarrollo de habilidades cognitivas del sujeto, convirtiendo su producción en un espacio de homogenización y reiteración discursiva.

En este sentido el carácter hermético de la educación no ofrece muchas posibilidades donde el estudiante queda oprimido, opacado y muchas veces subestimado. De este modo al no vincular un quehacer crítico-reflexivo frente a su entorno no promueve un carácter transformador del mismo, por el contrario lo convierte en un agente pasivo. Esta servidumbre, esta mecanización no puede ser de ninguna manera la clave para el éxito sino para el estancamiento, en donde prevalece lo estático y queda relegado la posibilidad de una lectura de la realidad mucho más dinámica. Pues el aprendizaje ha sido sometido a uno estándares claros en diversas áreas del conocimiento que no vinculan al individuo a su significatividad y pertinencia en su contexto inmediato.

Es por ello, que la educación se convierte en un sistema de control y delimitación que no transciende en esas realidades y experiencias juveniles carentes en cualquier trasfondo curricular existente. Por lo tanto, la educación pareciese ubicarse en lo anacrónico, no coherente con el contexto, cada vez más desprovista de nuevos modos de comunicación, de contextos de vida y sustentada en aprendizajes heredados. En definitiva es un modelo que se rehúsa al cambio

La cultura está atravesando por cambios de orden moral, filosófico y político como religioso, los jóvenes viven procesos continuos de desterritorialización, de nuevos modos de expresión, de identidad, influenciados por las nuevas tecnologías, encapsulados en nuevas dinámicas en donde prevalece la imagen, un nuevo sensorium que la educación no asimila y no entiende. Esto implica una reevaluación de su estructura de sus procesos de aprendizaje de cómo ellos deben estar orientados para ser coherentes con estos cambios sociales propiciados por nuevas tecnologías, validando la construcción y restructuración de identidades, nexos alternos de comunicación y diversas visiones de mundo.

En sí, esto convierte la educación a un espacio discontinuo que no privilegia las experiencias de los jóvenes y el entorno que los rodea, en el cual porque no, también aprenden. En pocas palabras, ya no se aprende como antes, los tiempos han cambiado y las experiencias de los individuos también; es por ello que la educación debe orientar su praxis a esos cambios espacio- temporales que exigen rotundamente nuevos modelos de aprendizaje. Pues en una sociedad actual, como la nuestra donde prevalece el presente, el placer y la pulsión de ver, donde cada vez más se instaura una sociedad iconocéntrica se debe propiciar otras miradas de la realidad, de cómo representarla, de cómo aprehenderla. Pero esto no implica una prioridad en la educación, pues sigue sometida al tradicionalismo y a un sistema depositario como desprovisto de significatividad. Vivimos en resumidas en una educación pre moderna, en una educación a destiempos que no establece ninguna posibilidad transformadora, como alterna, coherente con los cambios socio- culturales resurgentes, que busca reiteradamente la domesticación absoluta del individuo.

Bibliografía

Martin Barbero, Jesús, Heredando el futuro, Pensar la educación desde la comunicación Publicado en en Rev. Nómadas, Nº 5, Santafé de Bogotá (Colombia), Univ. Central, 1997.

Autor: Laura Sofía Angarita Vanegas