Al momento de decidir escribir una novela, tenemos que definir como primer paso la estructura de nuestra obra, tenemos que tener claro los ejes que la harán solida: el tema, el argumento y la trama de la obra; la acción el tiempo y el espacio. Tengamos en cuenta que los sucesos se dan en orden cronológico, sin embargo, nos será posible perturbar el transcurso del tiempo por distintas razones, en muchos casos por razones artísticas.
En la narración más clásica el orden de los acontecimientos se presenta de forma lineal: al comienzo se plantea la situación, después los intentos del personaje por resolver el problema; y la función de un fin es presentar una solución que satisfaga la expectativa creada en las dos primeras, y de un modo inesperado. Ahora bien, el desorden cronológico es uno de los rasgos de la novela contemporánea. Así, por ejemplo, el narrador puede empezar por el desenlace. Haciendo que el lector se pregunte: cómo se ha llegado hasta ahí; en lugar de la pregunta clásica, qué sucederá después. En este camino de la inversa los sucesos supondrán la gradual revelación de ese pasado mediante la mirada retrospectiva: Entre el desenlace y el planteamiento, puede haber saltos en el tiempo. También es posible comenzar la historia «in media res», es decir, en pleno desarrollo, e ir avanzando con los saltos del tiempo.
En este principio, medio y fin, es importante saber que no siempre el principio coincide con el planteamiento, ni el desarrollo se encuentra en el medio, ni el desenlace tiene que situarse al final. No obstante, cuidando que entre estos tres ejes los llevemos en buena medida y buen tino, así la coherencia de la historia no se verá perjudicada con rebotes artificiales que no tengan sentido. En este camino de la inversa los sucesos supondrán la gradual revelación de ese pasado mediante la mirada retrospectiva: Entre el desenlace y el planteamiento, puede haber saltos en el tiempo. También es posible comenzar la historia «in media res», es decir, en pleno desarrollo, e ir avanzando con los saltos del tiempo.
siempre estará ajustado por acciones que impulsen el interés del lector. Anteponiendo un pequeño resumen y dando una respuesta clave a todo esto es: el objetivo primordial del planteamiento de la obra, es dar al lector la información básica que necesita para que la historia comience, es decir: encaminar el desarrollo, enfocar al lector por medio de un camino bien iluminado. A partir de aquí, el narrador hará avanzar los sucesos, mismos ajustados a acciones, y que deberá estar claramente planeada «planeando el conflicto» hasta que en cierto momento surja un giro. Y posteriormente se arme un desenlace. El giro siempre trata de dar un pequeño impulso a la narración, momentos de inflexión que abren situaciones imprevistas, este viraje que deberá estar bien planeado, dará al lector ciertas interrogantes, donde algunas serán respondidas de inmediato y algunas otras dejaran en suspenso al lector hasta más adelante, ayudando a mantener en vilo al lector.
Un buen desenlace, llamémoslo desenlace en potencia, debe corresponder inequívocamente en toda la historia, de este modo conseguiremos que todas las piezas encajen al final, y que el efecto de la historia ante el lector sea una comprensión deslumbrada de todos los sucesos que lo llevaron hasta ahí. El desenlace no se puede forzar como mucho autores lo hacen solo para terminar una obra e irse por la tangente, porque el desenlace cumple la primordial misión de recoger todas las piezas por grandes y pequeñas que sean hasta fundirlas, de modo que será fundamental revisar a historia y desde el primer momento de la escritura, conviene que sepamos con cierta claridad hacia donde nos dirigimos, es decir que es lo que queremos contar, que es lo que queremos que el lector capte.
Debemos tomar en cuenta que un buen narrador no escatima detalles, y menos al principio donde se debe atrapar al lector. Si bien ahora ya lo hemos dicho todo, necesitamos un ejemplo para aclarar tus dudas. Pondremos un pasaje de Chéjov: es una primera imagen significativa, Ana Sergeyevna ante la mirada de Dmitri Dmitrich en un espacio único.
Se decía que en el paseo marítimo había aparecido una cara nueva: una señora con un perrito. Dmitri Dmitrich Gurov, que lleva¬ba quince días en Yalta y era de los habituados, empezaba también a interesarse por las caras nuevas. Sentado en el restaurante de Vernet, vio pasar por la explanada a una señora joven, rubia, de mediana es¬tatura y tocada de boina. Tras ella corría un perrito de Pomerania blanco.
Con este párrafo los lectores ven ya los personajes y una pequeña parte del espacio en el que se moverán y al mismo tiempo se percibe el ambiente. Y justo después de este planteamiento comienza propiamente la historia. Aunque se podrá pensar que es un párrafo corto y no hay señales de nada vemos en primer lugar: de lo muchísi¬mo que a Gurov le gustan las mujeres, y de que posiblemente lo poco que le gusta la que está casada con él; de que Gurov es un seductor nato que suele aprovechar las oportunidades y por eso está al tanto de las caras nuevas. Y también el narrador nos avisa ya de que los amoríos que pretenden ser efímeros. El aspecto de Ana y la compañía del perrito blanco apuntan ya a algunas de sus peculiaridades y nos hacen formarnos una primera imagen, todavía borrosa, un tanto enigmática.
Escritor: Ixchel Razo