La Hija del Viudo

Edmundo Idoyaga, fue hijo único de una familia acaudalada, inculcado en sus pensamientos que la belleza era poder, de la cual hizo uso y abuso, con un aspecto al David de Miguel Ángel y un andar digno de un monarca, se manejó la mayor parte de su vida bajo los regímenes y mandamientos tanto de su padre como de su madre, así fue que a los 25 años arreglaron su matrimonio con la hija de un viudo hacendado amigo de la familia…Estela, tímida, sumisa, pálida como la nieve, su cabello negro y brilloso como el petróleo, unos ojos verdes como la piedra esmeralda y de aspecto felino, por su forma estilizada y sus largas pestañas, una boca de color rojo furioso, un cuerpo más armonioso que una melodía de Chopin y con más curvas que el río amazonas, la cual sentía un rechazo por Edmundo, y su forma de ser, mujeriego, arrogante, egoísta y frío.

Unos días antes de la unión acordada, estela, entro al despacho de su padre y tranquila le pidió que cancelara la boda, éste no quiso dar paso atrás, pensando que el mejor futuro para su hija era casarse con alguien que tenga más dinero que ella, entonces Estela, ya con cierto grado de desesperación, se arrodillo y con sus ojos mojados y coléricos, le suplico, «no me hagas esto papá, lo odio, me da asco, vas arruinar mi vida, haciéndome pasar el resto de ella con alguien que aborrezco» al decir esto se levantó lentamente, paso sus manos sobre su rostro , limpio sus lágrimas y se retiró en silencio y cabizbaja, el viejo hacendado, prendió un habano y taciturno se puso a meditar en lo que su hermosa y sensible hija le había suplicado.

Así fue que al otro día, el viudo pidió a sus empleados que preparen el carruaje y enfundado en sus mejor traje y su tapado de visón, nervioso, por la manera en que iba a encarar la anulación de la boda antes los Idoyaga, se dirigió hasta la suntuosa mansión, allí lo esperaba el matrimonio y el joven Edmundo. Sentados los cuatro en los elegantes sillones Luis xv y bebiendo un café colombiano, el padre de la Estela, tomo coraje y explico el motivo de su visita, incendiados de ira, el matrimonio tomo el hecho como un acto de desprecio hacia su hijo, según ellos, el mejor partido para cualquier joven de la ciudad, mientras Edmundo, tiro la taza de café haciéndola añicos y fue llevando a empujones viudo hacia la puerta de salida.

El viejo hacendado, empezó a sentirse mal en el trayecto hacia su casa y durante el viaje sufrió un paro cardíaco, el chófer del carruaje al ver qu al detenerse, su amo no bajaba, paso a revisar el interior de la diligencia y encontró sin vida al padre de Estela. Así fue que la joven, ahora huérfana quedo a cargo de la hacienda, con un sentimiento de culpa que la carcomía por dentro, trato de organizarse en la casa y en la hacienda con los empleados, pero no había caso ni modo, ella no entendía nada de transacciones, épocas de siembras y cosechas, y todo lo relativo a la hacienda, que siempre manejo tan prósperamente su padre, y los empleados siempre siguieron las instrucciones del viudo y al no sentir una autoridad fuerte ante la joven y alguien que los dirija, empezaron de a poco a renunciar.

Mientras tanto el pueblo no dejaba de hablar sobre Edmundo que se había trasformado en el hazme reír de la alta sociedad tras el desplante de la bella Estela y sobre la muerte de su padre La situación de la joven de 22 años se volvía desesperante, ya sin empleados, la hacienda no daba réditos y empezaban a sentirse las necesidades, tras días y noches de desvelo, pensó que quizás lo mejor era casarse con el hereje de Edmundo, y que se haga cargo de la hacienda, así todo volvía a su normalidad, decidió, al fin, que haría ese sacrificio, nuevamente con el estado de melancolía que se había convertido en su sombra, se dirigió a la habitación de su amado padre, la cual despedía un aroma a roble por el forraje de las paredes, todo estaba intacto como él lo había dejado, la biblia de cuero de cebú en la mesa de luz, los habanos en la ventana, el acolchado de piel de cabra y sus sombreros estilo cowboy colgados a lo largo de la habitación, cada objeto reproduzco en la mente de estela un momento vivido con su padre y un dolor atravesó su estómago provocando el esperado llanto de descarga y duelo que duro con ella hasta
el amanecer tirada en la cama del difunto.

A la mañana siguiente, casi por inercia y sin querer pensarlo y analizarlo, comenzó arreglarse el cabello, a maquillarse y vestir su deseado y envidiado cuerpo, tenía que bajar la cabeza, aplacar su orgullo, pedir perdón y dirigirse a la mansión Idoyaga a proponer el matrimonio al joven Edmundo, así fue que, ya sin chófer para el carruaje, ensillo un caballo y se dirigió al lugar, toco a la imponente puerta de hierro y la mucama la atendió, «el señor y la señora idoyaga no se encuentran, están de viaje, pero se encuentra el joven Edmundo, quisiera hablar con él? » Pregunto la domestica, Estela asintió con la cabeza y paso a la distinguida sala.

Dice que la espera en su habitación con un café para conversar», volvió a decirle la empleada, así que la joven subió las escaleras y golpeo la puerta del cuarto, cuando la puerta se abrió, lo primero que sintió fue un fuerte cachetada que la tiro al piso, cuando se pudo poner de pie vio a Edmundo insultándola y acusándola de dejarlo como un idiota, de despreciarlo y humillarlo, la joven, alterada y nerviosa quiso salir de la habitación, pero este cerró la puerta con llave, la tiro a la cama, le tapó la boca y la violo, después de ese acto le dijo que nunca se casaría con una joven que ya no tenía dinero y que no la quería a volver a ver nunca más en su vida o la vejaría de nuevo, total a él y a su familia nadie se atreve a decirles y hacerles nada, somos los dueños de este pueblo.

Sin adjetivos para describir el estado en que quedo la joven, llego a su casa como pudo, y en un estado deplorable se cayó del caballo y como pudo llego a su habitación, después de dormir 24 horas seguidas, tomo conciencia de todo lo que había pasado, pero decidió no contarle nada a nadie, sentía vergüenza, impotencia y asco a la misma vez.

Estela, se encerró, se aisló, no quiso ver ni hablar con nadie y a los dos meses se dio cuenta de que estaba en cinta, durante ese tiempo empezó a vender los muebles de la hacienda, sus vestidos de fiesta, objetos personales de su padre y todo lo que pudo para subsistir, mientras su estado anímico iba decayendo y su estado mental se iba trastornando, en lo único que pensaba era en como vengarse de Edmundo y en el futuro de su hijo, así pasaron los nueve meses y la noche del parto, ella sola y su alma, dio a luz su hijo, un hermoso varoncito, durante un tiempo más, pudo subsistir vendiendo pertenencias mientras su bebe crecía fuerte y sano amamantado por su madre, que ya en un estado de demencia y depresión, empezó a idear un plan, escribió en una carta lo acontecido el día de la vejación, sin olvidar detalle alguno, baño a su bebe ya de 6 meses, lo envolvió en una cálida frazada, lo perfumo, lo beso a más no poder y se dirigió a la mansión Idoyaga, entro sin pedir permiso.

No había personal doméstico a la vista, subió la escalera, abrió la puerta de la habitación de Edmundo, el cual se encontraba durmiendo, y por primera vez en su vida sintió poder, con la pistola de su fallecido padre, no le temblaron sus frágiles y delicadas manos y le tiro a mansalva hasta matarlo, al escuchar los fuertes ruidos, subieron a la habitación los señores Idoyaga y el personal doméstico, Estela llorando, les entrego al pequeño con la carta, luego de un beso largo y húmedo a su pequeño y pese a que la sujetaron, logro escapar y rápidamente corrió hasta la imponente puerta de hierro y sin dudarlo, cerro fuerte sus ojos y se disparó en la cien.

La carta relataba lo sucedido aquel fatídico día, con este final: » este precioso bebe, es su nieto, cuídenlo, denle una educación, comida, un techo, amor, lo único que le dejo de herencia es la hacienda ya vacía de mi padre, yo no puedo más, estoy demente y deprimida y conmigo no tiene futuro, díganle que lo amé y lo amaré por siempre y lo que hice, fue por venganza, por qué no deseo que lo críe un monstruo como su padre. Estela».

Escritor: Yari Siebenlist

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